Las imponentes e incomparables Cataratas del lguazú, que día a día
acaparan la presencia de miles de turistas, son para mí un constante
interrogante; aIguno de sus innumerables visitantes ¿no sintió
curiosidad de recorrer el Parque Nacional y conocer a tan sólo 60 Km,
una Colonia que el ll de Febrero cumple sus primeros 25 años de vida
¡Andresito !¡Misiones!
Rememoro aquellos años como docente en lo selva.
Vuelve a mi mente la creación de la Escuela de Danzas; la idea surge
de aquella Fiesta Patria, en la que se bailaron algunos bailes
tradicionales y que prepare con mis alumnos de 5to. grado.
De allí nace el entusiasmo, y el pedido ante la Municipalidad del
Salón Comunitario; éste estaba rodeado de vidrios, lo que permitía
la visión de todo el que se acercaba, que consecuentemente sumó
alumnos. Generalmente las familias eran numerosas; ello aportó más
aún. La topografía misionera es muy diversa.
El salón estaba ubicado en una especie de atalaya que nos permitía
ver el panorama, y a los alumnos, (pollerita
en mano las nenas) llegar casi al mismo tiempo de distintas
direcciones; paulatinamente nos fuimos organizando, en turnos, pero
día a día se sumaban más, entonces los más grandes enseñaban a los
pequeñitos que no debían lógicamente quedar afuera.
Los agrupamos por niveles y en distintos horarios; la clases eran
diarias, y no faltaron los sábados, en las cercanías de algún evento
importante.
El clima subtropical, se hacía sentir; entonces con heladeras
portátiles, hielo, jugos, hasta termos para tomar el famoso tereré
(mate frío como yo lo llamaba), mitigábamos el calor y la sed,
sobraban ganas, que no se desvanecían ante los cortes de luz, por la
intransitabilidad del Parque, para el abastecimiento de gasoil que
permitía el funcionamiento de la Usina; entonces a la luz de las
velas y candiles, practicábamos acompañados de bombo, caja, etc.,
zapateo y hasta con boleadoras. Cuando ésto se extendía, no faltaba
algún comedido con su verdulera (acordeón) y alguien que con su
guitarra y buena voluntad nos acompañara en las danzas regionales y
lugareñas. En capítulos anteriores hice referencia a la ausencia de
espectáculos públicos. Esto fue novedad, curiosidad que se
transformó en responsabilidad, empeño, empuje, pero por sobre todo,
¡ganas de trabajar! y por primera vez esta
joven colonia fue invitada a participar del Festival lnfantil de
Folklore, que se realizaba en Jardín América, a más de 200 Km. de
donde nos hallábamos. Mancunados esfuerzos, y allá fuimos, no
cumplimos con la totalidad de los rubros exigidos (dado el reciente
inicio de la escuela) pero logramos el premio a la ¡Mejor
presentación! Indescriptible la alegría general, como si hubiésemos
ganado el Mundial.
Comenzamos a prepararnos para el siguiente festival; la Municipalidd,
padres, colonos, comerciantes y hasta el mismísimo Gobernador,
donaron las telas, elementos faltantes; especulábamos con el cambio
para correr a Brasil y comprar "cuanto hacía falta. Hicimos rifas y
pequeños espectáculos que lo utilizábamos como previa presentación,
beneficiando así a quienes no podían asistir, a los festivales a que
éramos invitados. Así alguien, que llegó desde la Capital queriendo
mostrar el tradicionalismo de nuestro Folklore, se asombraba día a
día con danzas que estarían editadas pero que nunca llegaron a los
libros a los cuales había tenido acceso. Pero, lo más asombroso fue
ver desde esa fronteriza tierra la integración con sus grupos de
danzas regionales a nuestros vecinos hermanos de Brasil y Paraguay;
nos deleitaban con sus bailes y el colorido de sus trajes; y pensé,
aún sigo haciéndolo, con qué otra óptica veía nuestro folklore,
cuanto enriqueció, aquellas... nuestras tierras misioneras mi
humilde conocimiento, quien escribe fanática difusora de lo nuestro,
anteponiendo un sentimiento propio; reverente a todo aquello que es
nuestra tradición, desde lo más íntimo, admira, respeta y estimula a
quienes la promulgan.