Cuando comienza el calor, la exuberante
vegetación misionera, parece sobrepasar sus límites en intensidad y
variación de colores.
Todo se inflama y desborda, especialmente un
arbusto, que pareciera hipnotizarme y me transporta años atrás….
Nuria: era muy pequeñita, sus ojos recién
abiertos a la luz del día, no pudieron disfrutar todo lo que la vida
le ofrecía.
Llena de dulzura sobresalía en aquel 5to grado,
en el que fui su maestra.
Su sonrisa siempre presente, sentada cerca de
mi escritorio, con su vista atenta a mis labios, su rubia cabecita
consintiendo a mis explicaciones, enseñanzas, relatos, grandes se
abrían sus ojos, al reprocharles, a sus compañeros la falta de
atención durante mis clases.
Conservo sus dibujos, casi perfectos, vivía a
muy pocos metros de mi casa metros de mi casa. Después del colegio
me los alcanzaba, los acompañaba con un ramito de violáceas bingas.
Nuria: se acerca el verano, te veo llegar, de
entre los arbustos, casi sin tocar sus flores.
Vienes visitas a tus padres y hermanos.
Te observo desde mi ventana, un halo de luz te
ilumina, el viento acompaña numerosas florcitas de bingas, que
vuelan junto a las mil colores.
Nuria: las bingas te trajeron, formaste parte
de ellas, quizá fue muy poco, tal vez
fue ...Muy pronto….desde allá nos
sonríe….
Deja crecer las bingas,
¿Acaso no sabes?, ¡Nuria las cuida!