En la misma calle, mi
hija, mi nieto, dentro de la casa el garaje, a una cuadra el trabajo
de mi marido, en los alrededores del barrio, el Banco donde rescato
una miserable jubilación, de una honorable profesión docente, veo
desde mi ventana la enorme cruz de la basílica barrial, a pocos
metros el supermercado, sobre una importante avenida colmada de
líneas de colectivos, de la acera de enfrente, colegios primarios y
secundarios. Todo tan cerca... Voy a salir, observo por el
mirador de la puerta, camino unos pasos, abro la reja
inmediatamente, espero la señal de la luz de aviso, nadie se acerca,
miro a ambos lados, casi me olvido de mirar el frondoso árbol de mi
vereda, (al vecino de la esquina lo esperaron allí). Pienso si
conecté la alarma, creo que sí, previamente me sujeto una vieja
cartera (¡teniendo tantas y tan lindas!), ni se para que la llevo,
si lo más importante ya lo escondí. Qué suerte no viene nadie de la
misma vereda.
Dejo pasar una moto,
una bicicleta, me parece que fue esa la que...no, no, es parecida,
sigo andando palpo mi manga, donde llevo el celular, jamás en la
mano, tengo el número marcado, para que decirlo, avanzo para cruzar,
se detiene un auto, para indicarle lo preguntado retrocedo hacia la
pared, sigo, por la esquina, vienen dos a unos metros, desde hace
rato está el mismo Sr. recostado en el poste, sí, lo vi cuando
sacaba los perros, (con ellos estoy más segura, siempre que no
simpaticen con alguien), apuro el paso, bueno, fue idea mía nomás ya
hice varias cuadras, estoy agotada, no física sino mentalmente,
alguien me nombra a mis espaldas, doy un salto, automáticamente
abrazo la cartera, (reflejos entrenados). Es mi vecina averigua
sobre varias facturas recibidas, a eso voy, en voz baja le informo.
Sigo viaje en algunas
vidrieras, observo mis secuencias faciales, según quienes se
presenten, me distiendo ante los ancianos, miro segura a los
jóvenes, ¡qué tranquilidad, la sra. del cochecito y con otros dos
niños a la rastra!, el paseador y varios perros, menos mal, llegué
por fin.
Me tranquilizo ante
la presencia policial vigilando el lugar llámese Banco, siento la
mirada del cajero al observarme de donde extraigo el dinero y con
un, es lo más seguro, me retiro del mismo, no sin antes llevar
flameando en mi mano, las boletas pagas, por si alguna salidera, que
esté al acecho, piense que ya dejé el efectivo.
Sé que pensarán que
exagero, todo lo contrario ¡OMITO! Esto es sólo una parte de muchas
otras, ¿quién no fue asaltado, robado, estafado, golpeado,
amenazado?, el que no, considérese afortunado, como dije al
comienzo, tan cerca de todo... y tan lejos de la seguridad,
tranquilidad, me siento como si cruzase un campo minado, por fin
llego a casa, suena el TE, mi hija tan cerca... en la misma cuadra.
"Mamá, ahí va el nene, (víctima de dos robos de bicicleta),
¡míralo!, me asomo y veo a mi hija, en igual posición cubriendo a su
hijo esos pocos metros de distancia a mi casa. Pienso entonces con
profunda tristeza, tan cerca de tanto...¡¡¡Tan lejos de todo!!!
Profesora
Norma Ferretti