EDITORIAL

 

       
 
 

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 Recuentos de la Selva

   PROYECTO

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   CAPITULO 2

   CAPITULO 3

  CAPITULO 4

   CAPITULO 5

   CAPITULO 6

   CAPITULO 7

   CAPITULO 8

   CAPITULO 9

   CAPITULO 10

   CAPITULO 11

   CAPITULO 12

   CAPITULO 13

   CAPITULO 14

   CAPITULO 15

   CAPITULO 16

   CAPITULO 17

   CAPITULO 18

   CAPITULO 19

   CAPITULO 20

   CAPITULO 21

   CAPÍTULO 22

   CAPÍTULO 23

   CAPÍTULO 24

   CAPÍTULO 25

   CAPÍTULO 26

   CAPÍTULO 27

   CAPÍTULO 28

   CAPÍTULO 29

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 Gemelas, éramos dos

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  CAPÍTULO 29

  CAPÍTULO 30

 

  ANÉCDOTAS Y RECUERDOS

CAPÍTULO 10

Desde la mañana del Domingo comenzaban los partidos de fútbol, donde no faltaba la venta de carne, y el espeto (carne ensartada en una madera apropiada). Las guainitas, chuscas, luciendo nuevo vestuario, pues, era el sábado, por la mañana, día ideal para cruzarse a Brasil y proveerse de todo lo necesario, el puerto, un enjambre de autos, chatas, camiones, hasta los bueyes con su jangada, en las carretas colmadas, la gente, que dejaba allí, su medio de transporte, para esperar la lanchita que los cruzaría del otro lado del río, para tomar finalmente el colectivo que, los llevaba al centro comercial de Brasil, los que llegábamos después, sabíamos de acuerdo a los vehículos estacionados quienes se hallaban en el vecino país, era bastante divertido, luego de las compras, por lo general se almorzaba, la comida era variada y económica.

Y así pasábamos los días en la Colonia, novedad para algunos, vivencias para otros, pues eran de todos, los buenos y malos momentos, las celebraciones y las tristes despedidas.

Vienen a mi mente recuerdos y anécdotas, como lo que me sugirió alguno, cuando al vacunar, mi marido, una yegua de nuestra propiedad, ésta lo pateó y le costó dos meses en silla de ruedas, - .maestra, ¿Por qué no la alquila para patear maridos?, seguro que alguna la andará necesitando.. Y el día de vacunación de mascotas, que, año a año, se hacia en la plaza, mi mona Moni, vestida con saquito, pañal y gorro aguardaba su turno, no pudimos dejar de oír al veterinario decir, una y otra vez y a viva voz..¡Cómo se llama el perro! Y una vocecita de niña responder varias veces; preguntále, preguntále, y ante el enojo del médico decir; pero si Dr. Preguntále, es el nombre de él.

Las cuadreras, matizaban algún otro Domingo, siempre que el tiempo acompañase. Allí se jugaba, por algún lechón, por una carreada de las distintas cosechas, el dinero nunca se veía.

Los Sábados bailes, con grabaciones, amenizado con conjuntos improvisados, integrados por los mismos colonos, en los que se bailaban polcas, chamamé, chotis y rancheros. Risueñamente, rememoro dichos y comparaciones, al Francisco le dicen mayonesa, porque no tiene a la Clara, (se había ido Clara, su mujer). iAhí van los Cuestas!; cuesto pagar y cuesta cobrarle.

Y las estadísticas de algunos colonos; la venta mensual, los litros de vino superaba a las de gas-oil.
Y
 aquel conocido maderero, que tiempo antes de adjudicar esas tierras, por su cuenta, desmontó buena parte, se lo llamó Caperucita Roja, porque se perdió en el bosque.

Los días de lluvia conglomeraba, en la plaza colonos, changarines tareferos, que ante la imposibilidad de trabajar pasaban allí gran parte del día, para llegar hasta la escuela, la cual estaba a metros de la plaza, había que cruzar la ancha avenida, de barro rojo y resbaladizo, semejante a una pista de patinaje, los que lo hacíamos de a pié, de sobra sabíamos, que todos las miradas de atención, estaban concentradas en nosotros, apostaban a nuestras caídas, ¡cuánto agradecí aquellos clases de patinaje que de niña aprendí!. Juro que nunca me caí, aunque sobraron amagos, esos días, el alumnado era escaso, entonces, los reuníamos en un aula, a la hora del almuerzo, se le agregaba al postre, tortas fritas, que las mismas docentes cocinábamos y que acompañaba al mate o tereré. los alumnos que traían sus viandas, se llevaban muy buena porción a sus casas, regresaban con sus ropas secas, el ropero escolar estaba abastecido, ante cualquier eventualidad.

Esto que rescato entre mis escritos y cartas familiares, fue para mi novedoso, día a día descubría o aprendía algo que me desbordaba y asombraba y me permitía a la vez superar los momentos en que añoraba al resto de mi familia, las acostumbradas reuniones y celebraciones...

Los Km. era demasiados, y el único teléfono que había, funcionaba cuando quería, o podía, siempre que hubiese luz, las informaciones radiales se escuchaban por la noche, y en principio la antena de TV sólo alcanzaba Brasil, si llovía el parque se hacía intransitable, por consecuencia traía aparejada un sin número de necesidades, gas-oil, garrafas, alimentación, correo, diarios, hasta los sueldos se atrasaban, pero había algo que llenaba mi espíritu; algo entrañable, esa paz y tranquilidad, respirar el aire selvático inigualable, salir la calle sin mirar a ambos lados, mi seguridad, sin miedos; la confianza de todos, la mutua ayuda ante cosas de importancia verdadera.  Apenas algo de éso quisiera tener hoy, aquí: Capital de mi hermoso País, ¿Puede ser? iY por qué no!

 

Esperando la lancha para cruzar el Río San Antonio para cruzar a Brasil a Puerto Lupion, de ahí tenían que hacer 40 km para llegar al Centro Comercial Capanema donde se abastecían de víveres.

Profesora Norma Ferretti

 

 

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