Desde la mañana del Domingo comenzaban
los partidos de fútbol, donde no faltaba la venta de carne, y el espeto
(carne ensartada en una madera apropiada). Las
guainitas, chuscas, luciendo nuevo vestuario, pues, era el sábado, por la
mañana, día ideal para cruzarse a Brasil y proveerse de
todo lo necesario, el puerto, un enjambre de autos, chatas, camiones, hasta
los bueyes con su jangada, en las carretas colmadas, la gente,
que dejaba
allí, su medio de transporte, para esperar la lanchita que los cruzaría
del otro lado del río, para tomar finalmente el colectivo que, los
llevaba al centro comercial de Brasil, los que
llegábamos después, sabíamos de acuerdo a los
vehículos estacionados quienes se hallaban en el vecino
país, era bastante divertido, luego de las compras, por lo general se
almorzaba, la comida era variada y económica.
Y
así pasábamos los días en la Colonia, novedad
para algunos, vivencias para otros, pues eran de
todos, los buenos y malos momentos, las
celebraciones y las tristes despedidas.
Vienen a mi mente recuerdos y anécdotas, como
lo que me sugirió alguno, cuando al vacunar, mi marido, una yegua de
nuestra propiedad, ésta lo pateó y le costó dos meses en silla de ruedas, -
.maestra, ¿Por qué no la alquila para patear
maridos?, seguro que alguna la andará necesitando.. Y el día de vacunación
de mascotas, que, año a año, se hacia en la plaza, mi mona Moni,
vestida con saquito, pañal y gorro aguardaba su turno,
no pudimos dejar de oír al veterinario decir, una y otra vez y a viva voz..¡Cómo
se llama el perro! Y una vocecita de niña responder varias veces;
preguntále, preguntále, y ante el enojo del médico decir; pero si Dr.
Preguntále, es el nombre de él.
Las cuadreras, matizaban
algún otro Domingo, siempre que el tiempo acompañase. Allí se jugaba, por
algún lechón, por una carreada de las distintas cosechas, el dinero nunca
se veía.
Los Sábados bailes, con
grabaciones, amenizado con conjuntos improvisados, integrados por los
mismos colonos, en los que se bailaban polcas,
chamamé, chotis y rancheros. Risueñamente, rememoro dichos y
comparaciones, al Francisco le dicen mayonesa,
porque no tiene a la Clara, (se había ido Clara, su mujer). iAhí van los
Cuestas!; cuesto pagar y cuesta cobrarle.
Y
las estadísticas de algunos colonos; la venta mensual, los litros de vino
superaba a las de gas-oil.
Y aquel conocido maderero, que tiempo antes de adjudicar esas
tierras, por su cuenta, desmontó buena parte, se lo llamó Caperucita Roja,
porque se perdió en el bosque.
Los
días de lluvia conglomeraba, en la plaza colonos, changarines tareferos,
que ante la imposibilidad de trabajar pasaban allí
gran parte del día, para llegar hasta la escuela, la cual estaba a metros
de la plaza, había que cruzar la ancha avenida, de barro
rojo y resbaladizo, semejante a una pista de patinaje, los que lo hacíamos
de a pié, de sobra sabíamos, que todos las miradas
de atención, estaban concentradas en nosotros, apostaban a nuestras caídas,
¡cuánto agradecí aquellos clases de patinaje que de niña aprendí!. Juro que
nunca me caí, aunque sobraron amagos, esos días, el alumnado era escaso,
entonces, los reuníamos en un aula, a la hora del almuerzo, se le agregaba
al postre, tortas fritas, que las mismas docentes cocinábamos y que
acompañaba al mate o tereré. los alumnos que traían sus viandas, se
llevaban muy buena porción a sus casas, regresaban con sus ropas secas, el
ropero escolar estaba abastecido, ante cualquier eventualidad.
Esto que rescato entre mis escritos y cartas
familiares, fue para mi novedoso, día a día
descubría o aprendía algo que me desbordaba y asombraba y me permitía a la vez superar los momentos en que añoraba al
resto de mi familia, las acostumbradas reuniones y celebraciones...
Los Km. era demasiados,
y el único teléfono que había, funcionaba cuando quería, o podía, siempre
que hubiese luz, las informaciones radiales se escuchaban por la noche, y
en principio la antena de TV sólo alcanzaba Brasil, si llovía el
parque se hacía intransitable, por consecuencia traía aparejada un sin
número de necesidades, gas-oil, garrafas, alimentación, correo, diarios,
hasta los sueldos se atrasaban, pero había algo que llenaba mi espíritu;
algo entrañable, esa paz y tranquilidad, respirar el aire selvático
inigualable, salir la calle sin mirar a ambos lados, mi seguridad, sin
miedos; la confianza de todos, la mutua ayuda ante cosas de importancia
verdadera. Apenas algo de éso quisiera tener
hoy, aquí: Capital de mi hermoso País, ¿Puede ser?
iY por qué no!