Quiero dedicar esta leyenda a todos los colonos que
allá por los “80 “llegaron a ANDRESITO bajo un régimen de gobierno, con
sus propias exigencias, que obligó a muchos, venidos desde muchos puntos
del país, cargados de ilusiones, mucha fe, dejando cosas y entregándose
a esa difícil empresa, con lo único que tenían, algunos quedaron en le
camino….pero los que los lograron, conforman hoy esa creciente Colonia.
-Me lo contó un niño, para que se lo contara a los
más pequeños, de allí a los más chiquitos, a su vez a los que aún no
habían nacido.
En un lugar de Misiones de cuyo nombre no quiero
acordarme, existió una vez una Colonia…. habitada exclusivamente por
niños, a ellos se le sumaron otros venidos de todas partes de la
república, ¿Saben porqué?, a ellos se les había prometido un lugar, en
que podían colocar todos sus juguetes e inclusive de acuerdo a su
comportamiento, conseguir más, muchos más, imagínese la alegría, pues
varios de ellos habían dejado todo lo suyo y algunos se contentaban
pensando que tal vez obtendrían más.
Comenzaron a jugar, al principio estaban muy
contentos, tenían un amplio lugar, se entretenían bastante: pero los
Señores Mayores habían impuestos sus leyes, éstas debían cumplirse al
pie de la letra. Algunos de ellos por el uso y el juego, comenzaron a
romperse sus juguetes: a mi auto le falta una rueda, ¡un soldadito
quebró una pierna!, mi oso no grita, entonces varios del ellos
comenzaron a tomar los juguetes de los otros, muchos quitaron los del
vecino, algunos tocaron del lugar que no estaba permitido hacerlo.
Los Señores Mayores se enojaron mucho, los niños
casi no podían jugar en ése, el lugar se les había otorgado.
Llegó a tanto su tristeza que comenzaron a llorar,
¡Tanto, tanto!....que con sus lágrimas desbordaron el gran arroyo que
dividía la colonia.
Pero un día se enteraron que un hada nueva los
venía a visitar, llegó en envuelta en tules y gasas, el hada
Teocracia.
Caminaba casi sin tocar con sus pies la roja
tierra, todos la miraban y hasta algunos quedaron con la boca tan
abierta, que se les llenaron de pequeños bichitos voladores.
Piensen en el alborozo del los niños, imaginaron
que volverían a jugar y cumplir las leyes de los Señores, obteniendo así
más y más juguetes.
Y el hada Teocracia se fue alejando lentamente
llenando de lucecitas de colores cada vez que agitaba su varita de
esperanza para saludarlos.
….Pasaron cinco años, los niños ya no jugaban, ni
siquiera con los juguetes que construían los indiecitos del lugar,
desesperaron todos suplicaron un milagro, era lo único que podía
salvarlos, apareció el gran Dios de la selva, aunque estaba muy ocupado
pregunto ¿Qué les ocurre que están tan deprimidos, no saben que en las
alturas también hay burocracia?, pero puedo atenderlos, les fueron
contando sus cosa, ¡Qué tristeza la del supremo que todo lo sabe y
puede! Y….queriendo hacer justicia, con sabio gesto, llamó a cada uno y
los fue convirtiendo de acuerdo a su cumplimiento y comportamiento, en
distintos árboles que salpicaban con su especie la variedad de la selva.
En un lugar de Misiones de cuyo nombre no quiero
acordarme, algunas veces regreso, surge el temor que aquellos que fueron
pequeños arbolitos, comiencen a llorar y el conjunto de sus lágrimas
inunden el camino, por donde me lleva a verlos y yo esperanza e ilusión
quede convertida: ¡en el árbol más grande de toda la región!...
Profesora
Norma Ferretti