EDITORIAL

 

       
 
 

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 Recuentos de la Selva

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  EN UN LUGAR DE MISIONES

CAPÍTULO Nº 20

Quiero dedicar esta leyenda a todos los colonos que allá por los “80 “llegaron a ANDRESITO bajo un régimen de gobierno, con sus propias exigencias, que obligó a muchos, venidos desde muchos puntos del país,  cargados de ilusiones, mucha fe, dejando cosas y entregándose a esa difícil empresa, con lo único que tenían, algunos quedaron en le camino….pero los que los lograron, conforman hoy esa creciente Colonia. 

-Me lo contó un niño, para que se lo contara a los más pequeños, de allí a los más chiquitos, a su vez a los que aún no habían nacido.

En un lugar de Misiones de cuyo nombre no quiero acordarme, existió una vez una Colonia…. habitada exclusivamente por niños, a ellos se le sumaron otros venidos de todas partes de la república, ¿Saben porqué?, a ellos se les había prometido un lugar, en que podían colocar todos sus juguetes e inclusive de acuerdo a su comportamiento, conseguir más, muchos más, imagínese la alegría, pues varios de ellos habían  dejado todo lo suyo y algunos se contentaban pensando que tal vez obtendrían más.

Comenzaron a jugar, al principio estaban muy contentos, tenían un amplio lugar, se entretenían bastante: pero los Señores Mayores habían impuestos sus leyes, éstas debían cumplirse al pie de la letra. Algunos de ellos por el uso y el juego, comenzaron a romperse sus juguetes: a mi auto le falta una rueda, ¡un soldadito quebró una pierna!, mi oso no grita, entonces varios del ellos comenzaron a tomar los juguetes de los otros, muchos quitaron los del vecino, algunos tocaron del lugar que no estaba permitido hacerlo.

Los Señores Mayores se enojaron mucho, los niños casi no podían jugar en ése, el lugar se les había otorgado.

Llegó a tanto su tristeza  que comenzaron a llorar, ¡Tanto, tanto!....que con sus lágrimas desbordaron el gran arroyo que dividía la colonia.

Pero un día se enteraron que un hada nueva los venía a visitar, llegó en envuelta en tules y gasas, el hada  Teocracia. 

Caminaba casi sin tocar con sus pies la roja tierra, todos la miraban y hasta algunos quedaron con la boca tan abierta, que se les  llenaron de pequeños bichitos voladores.

Piensen en el alborozo del los niños, imaginaron que volverían a jugar y cumplir las leyes de los Señores, obteniendo así más y más juguetes.

Y el  hada Teocracia se fue alejando lentamente llenando de lucecitas de colores cada vez que agitaba su varita de esperanza para saludarlos.

….Pasaron cinco años, los niños ya no jugaban, ni siquiera con los juguetes que construían los indiecitos del lugar, desesperaron todos suplicaron un milagro, era lo único que podía salvarlos, apareció el gran Dios de la selva, aunque estaba muy ocupado pregunto ¿Qué les ocurre que están tan deprimidos, no saben que en las alturas también hay burocracia?, pero puedo atenderlos, les fueron  contando sus cosa, ¡Qué tristeza la del supremo que todo lo sabe y puede! Y….queriendo hacer justicia, con sabio gesto, llamó a cada uno y los fue convirtiendo de acuerdo a su cumplimiento y comportamiento, en distintos árboles que salpicaban con su especie la variedad de la selva.

En un lugar de Misiones de cuyo nombre no quiero acordarme, algunas veces regreso, surge el temor que aquellos que fueron pequeños arbolitos, comiencen a llorar y el conjunto de sus lágrimas inunden el camino, por donde me lleva a verlos y yo esperanza e ilusión quede convertida: ¡en el árbol más grande de toda la región!...

                                                                                                                                                           Profesora Norma Ferretti

 

 

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