Tarea
que consiste principalmente en marcar
los animales grandes de las estancias,
en especial vacunos y equinos.
"La
Yerra es el acto o acción de
marcación que se hace cada uno o dos
años, de la hacienda orejana que tienen
las estancias. Ésta se lleva a cabo de
mediados a fines de otoño, es decir
durante los meses de abril, mayo y
junio, cuando la benignidad de nuestro
clima aún no ha desplegado los rigores
del invierno. Esta operación implica uno
de los más grandes acontecimientos de la
vida del gaucho. Conocido el
establecimiento que está de yerra, todo
el vecindario se agita y se estremece
preparándose para el día señalado.
La noticia cunde con la celeridad del
rayo, y no será extraño que al principio
haya más de un centenar de paisanos que
vinieron de lejanos pagos.
Cuanta
pilcha lujosa compone el apero del
gaucho, sale a tomar el aire con ésta
circunstancia. Ponchos de vicuña,
chapeados de pura plata, calzoncillos
con flecos, botas de potro bordadas en
el empeine, lazos trenzados de
veinticuatro, en fin, todo aquello de
más rico, más caro y más preciado que
existe en el paisano, entra a desempeñar
su rol en aquellos días de algaraza.
La yerra
comienza por echar la hacienda al
corral, se mata una o las vaquillonas
que han de servir la carne con cuero,
las marcas están candentes en la
hoguera, todo el mundo ríe y charla que
es un primor.
Se designan
los enlazadores y los
pialadores con que se ha de abrir el
torneo, y un ¡vamos muchachos! lanzado
por el dueño de la estancia, es la señal
de que ha empezado la justa.
El corral
se ve de pronto invadido por un enjambre
de gente. El estanciero, un capataz, en
fin cualquiera, hace su armada, dirige
la vista sobre el animal que ha de ser
la primera victima, arremete contra
ella, la hacienda se arremolina,
levantando la primera nube de polvo de
la yerra y .... el lazo cae en las astas
del orejano (1) si es vacuno y si es
equinp en el cuello. Un hurra, un bravo,
un grito de alegría, un aplauso o lo que
se quiera, resuena entre los actores y
espectadores de la escena, y mientras
los ecos y las brisas pierden aquella
manifestación en la llanura, la víctima
brega pugnando por cortar la fuerte
polea que la aprisiona. La
contienda ha comenzado. Diez y hasta
veinte enlazadores y pialadores luchan
siempre con el mejor éxito contra el
creciente número de animales que hay que
tender en el suelo.
Pero lo
interesante de la Yerra no es
precisamente el acto de la marcación,
sino el lujo y destreza que despliegan
los enlazadores y los pialadores, los
unos a caballo, los otros a pie, y el
variado conjunto que presenta la escena.
Mientras en el corral se admira la
facilidad con que el gaucho maneja el
lazo y el caballo, bajo el ombú, en la
playa, en la cocina se desarrollan otros
cuadros de no menor interés. Aquí
se percibe un grupo en donde el mate, la
guitarra, la ginebra, contribuyen a
amenizar un gato, un triunfo u otra
pieza