El
significado de estas fiestas
republicanas podía leerse en los
carteles que se fijaban alrededor de la
pirámide colocada en el centro de la
plaza. Ellos pedían honor y gloria para
los generales de los ejércitos que
habían defendido a la Confederación y
para el Gran Ciudadano Rosas; hablaban
sobre la ”salvación de la república”; de
los “derechos de los pueblos”, de la
invitación a los “ciudadanos de todas
las clases” y del “sistema federal”.
Las fiestas patrias servían al gobierno
de Rosas como un escenario donde se
representaban ante el pueblo los
principios del federalismo, la necesidad
de continuar el esfuerzo de guerra y la
gratitud del pueblo federal a Rosas y
sus jefes militares. El objeto de las
celebraciones eran: el recuerdo de la
Revolución de Mayo y de la
Independencia, el entusiasmo colectivo
por la victoria de los ejércitos
federales, la visita de un líder federal
de otra provincia o el fracaso de algún
atentado contra Rosas.
Las fiestas ponían a disposición de los
sectores de menores recursos, en su
mayoría analfabetos, noticias acerca de
la marcha de las guerras civiles, del
estado de las relaciones internacionales
y de las amenazas que se cernían sobre
la Confederación.
Se esperaba que todos de acuerdo con su
género y condición social, fueran
“federales de apariencia”. La vestimenta
incluía, para los hombres, la
obligatoriedad de usar la divisa en la
chaqueta y el cintillo en el sombrero y,
para las MUJERES, la necesidad de llevar
un moño federal color punzó (rojo) en el
cabello.
La cuestión de la apariencia y de los
colores, dio oportunidades a los
sectores populares para canalizar sus
resentimientos de clase. Las morenas
sirvientas podían acusar a sus señoras
de tener vestidos celestes en sus
armarios, los federales podía pegar
moños colorados a las mujeres que no los
usaran.
MUJERES EN EL ARTE
Lic. Susana Mabel Fandembure
Fuente: María Lía Munilla Lacasa
En: Nueva Historia Argentina – Arte
Sociedad y Política, Tomo I
Siglo XIX: 1810 – 1870 |
Retratos en miniatura o al óleo:
La
miniatura suponía la utilización de una
técnica consistente en la aplicación de
pigmentos en forma de diminutos puntos o
rayas sobre una superficie de marfil,
previamente tratada con goma arábiga. La
liviandad de ese material lo hacía
particularmente adecuado para la
fabricación de pequeños medallones que
las mujeres llevaban en el cuello o bien
guardaban en cajas especiales como
recuerdo. Las damas de la alta sociedad
porteña, por ejemplo, vieron
representadas sus efigies en pequeñas
dimensiones. En la delicada y paciente
ejecución de miniaturas se destacaron
algunas mujeres como Antonia Brunet de
Annat y Andrea Macaire de Bacle, esposa
del conocido litógrafo César Hipólito
Bacle, quién en 1828, creó la firma
Bacle y Cia. Impresores Litográficos del
Estado junto a su mujer y al artista
Arthur Onslow.
Además de retratar a las personalidades
históricas, en la época de Rosas,
Hipólito Bacle publicó un álbum titulado
“Trajes y costumbres de la provincia de
Buenos Aires” (1833-34), compuesto por
seis cuadernos con dibujos litográficos,
dedicado a describir los oficios y
trabajos de los sectores populares y las
vestimentas típicas de las damas
porteñas.
Un
ejemplo de este álbum es la litografía
coloreada “Peinetones en casa”, la cual
describe, de manera caricaturesca, la
costumbre de las señoras de usar
peinetones de desproporcionado tamaño
–que eran fabricados por el célebre
Manuel Masculino- , con las
incomodidades propias que esta moda
provocaba.
FIESTAS MAYAS - 1841
A partir del estallido de la Revolución
de 1810 se instauró en Buenos Aires una
nueva tradición festiva que, en
reemplazo de la colonial, ofreció a la
sociedad porteña un marco de
identificación y pertenencia al nuevo
orden emergente, a la vez que significó
un importante recurso de propaganda al
servicio del poder político.
Desde el inicio del proceso
revolucionario, las celebraciones de las
Fiestas Mayas se caracterizaron por un
gran despliegue ornamental y gruesos
gastos de organización, recursos que las
luchas por la independencia se
encargaron de reducir al mínimo ante la
exigencia de concentrar todos los
esfuerzos económicos en el desarrollo de
la guerra. Las fiestas conmemorativas de
la década de 1820 retomaron el esplendor
de los primeros años, de acuerdo con la
voluntad –casi siempre explícita- de
Rivadavia de convertirlas en órganos de
difusión de su ideario político.
Convencido de las posibilidades
propagandísticas de la fiesta, Rivadavia
impulsó –entre sus múltiples reformas
administrativas- la creación del
Departamento de Ingenieros Arquitectos y
de la Policía, ambas dependencias
encargadas de la organización de los
eventos festivos, en reemplazo del
Cabildo de la ciudad, cuyas funciones
cesaron en 1821.
Pintores que pintan mujeres
Prilidiano Pueyrredón, autor del retrato
oficial de Manuela Rosas y Ezcurrade
Terrero (Manuelita) – 1851; Manuelita
tenía entonces 34 años.
El artista también pintó temas
históricos, de paisajes e incluso de
desnudos femeninos. El tratamiento que
él hizo de esta temática fue novedoso
para la plástica argentina de esos años.
Tanto en “El baño” (1865) como en “La
siesta” (1865), sus mujeres no
pertenecen al contexto mitológico o
literario que había justificado durante
siglos la presencia del desnudo en el
arte. Por el contrario, lejos de ser
ninfas o diosas mitológicas, las
protagonistas de sus cuadros parecen
muchachas comunes de la sociedad
captadas por el pincel en momentos de
gran intimidad.
León Palliere (francés) dedicó su
atención al costumbrismo, tal como lo
muestra su acuarela titulada “La
Tienda”. Allí se observan las
características de una típica tienda
porteña, con los artículos –paños,
máscaras, sombreros- expuestos en la
verada a la mirada de los transeúntes.
Describe las vestimentas de las mujeres
protagonistas de esta escena.
El gaucho viste los atuendos
particulares del mundo rural. La dama,
habitante de la ciudad, exhibe en su
vestido y accesorios el nuevo gusto por
lo europeo que también se imponía en la
moda.
Pirámide de Mayo
El poder político decide darle un nuevo
impulso a la empresa monumental que,
iniciada con la construcción de la
Pirámide de Mayo.
La Pirámide había sido levantada en 1811
a modo de homenaje al primer aniversario
de la empresa revolucionaria.
1811-1856
Durante más de cuarenta años, el
monumento había sufrido modificaciones
en su significado originario. La
aplicación sobre sus caras de diversas
leyendas, alusivas a cada hecho
histórico que se celebraba en la ciudad,
había provocado un desplazamiento de su
significación primera. Cuando en 1856
fue finalmente coronada por la imagen de
la libertad, la Pirámide abandonó su
sentido fluctuante y pasó a representar
a la República Argentina.
2010
En 1856, la recientemente creada
Municipalidad ordenó una transformación
global de la Plaza de Mayo que,
encargada a Prilidiano Pueyrredón,
suponía una restauración completa del
monumento. Sus dimensiones originales
fueron modificadas al ser incluido
dentro de otra pirámide de mayores
proporciones; en los ángulos del
pedestal fueron ubicadas cuatro estatuas
de bulto que representaban el Comercio,
la Agricultura, las Artes y las
Ciencias. En reemplazo de la esfera que
coronaba la aguja fue colocada una
figura femenina de pie, tocada con el
gorro frigio, sosteniendo en su mano
derecha una lanza y en la izquierda el
escudo nacional. Todas las estatuas
fueron obra del escultor francés Joseph
Dubourdieu, quien también diseñó los
relieves del friso de la Catedral
metropolitana.
La fuerza de la imagen de la
Libertad-República convierte a la
Pirámide en un monumento conmemorativo
de significado cerrado, permanente y
único: la República Argentina, liberada
a partir del movimiento revolucionario
de 1810.
Lic. Susana Mabel Fandembure
Fuente: María Lía Munilla Lacasa
En: Nueva Historia Argentina – Arte
Sociedad y Política, Tomo I |