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SUPERSTICIONES Y LEYENDAS - LOS HIJOS DEL TAT�


El viudo taro llam� a sus dos hijos varones y a su peque�a ni�a para invitarlos al monte a buscar miel. El padre carg� un hacha para partir los panales. Lejos de su casa encontraron varias colmenas y se alimentaron de aquel delicioso manjar. M�s tarde, los hijos se alejaron y la ni�a observ� una rubiecita8. Le avis� al tat� y este levant� el hacha y quebr� el panal. Les indic� a sus hijos que disfrutaran de la miel y que despu�s de acabar, lo llamasen. Antes de partir, les se�al� la direcci�n que �l tomar�a.

Una vez saboreada la miel, los hijos se encaminaron. Se alternaron para llevar en brazos a la ni�a y llamaron incansablemente al padre, pero no pudieron encontrarlo. Continuaron caminando sin rumbo. Uno de los hermanos le pregunt� al otro acerca de lo que deb�a hacer con el hacha. Le contest� que la cargar�an y siguieron llamando sin obtener ninguna respuesta.

Atravesaron todo el monte. Durante un tramo del camino la ni�a vio una palomita colorada y le pidi� a su hermano mayor que la atrapase. As� fue que se agach� y comenz� a acercarse lentamente hacia ella. A punto de tirarle con la onda, el ave le chist� y le pidi� que no la lastimase porque le tra�a un mensaje. El ni�o se detuvo y todos escucharon atentamente: les indic� que deb�an continuar en la misma direcci�n pero ten�an que prestar atenci�n cuando se encontraran con una anciana grande y fuerte. Les advirti� que la mujer se alegrar�a al imaginar que se los comer�a asados, pero si ellos hac�an lo que les explicaba no tendr�an problema alguno.

Cuando llegaran al patio, ella echar�a le�a al fuego y les pedir�a que soplaran para avivarlo: no deb�an hacerlo, la madera igual arder�a con rapidez. Llegado ese momento, arrojar�an a la anciana a la fogata para evitar que les hiciera da�o.

As� fue como se desarroll� el encuentro con la mujer, que termin� en las brasas.

La paloma continu� con el mensaje: les explic� que en uno de los senos de la se�ora habitaban unas peque�as v�boras que permanecer�an con vida aun despu�s de la fogata: ten�an que matarlas para sobrevivir. Les aclar� que en el otro seno hab�a unos perros diminutos, que deb�an cuidarlos y que crecer�an muy r�pido. La anciana' era un ser espiritual con apariencia de humano.

Cuando ella muri�, le seccionaron un seno, del cual salieron v�boras que los ni�os fueron matando una a una. Algunas le escaparon, pero no los lastimaron. Despu�s, le cortaron el otro y observaron dos peque�os perros. La ni�a levant� uno expresando el deseo de ser su due�a. Los ni�os tomaron el segundo y juntos avanzaron por el camino que les hab�a indicado la paloma, para buscar a su padre. Entretanto, los cachorros fueron creciendo hasta que el de la ni�a pudo cargarla en su lomo y continuar la marcha. Atravesaron el monte y alcanzaron el campo.

 

8- Rubiecita se denomina com�nmente al panal de avispas amarillas.

 

 

 

 

 


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