EMBLEMA DEL FOLKLORE ARGENTINO

Muy poca gente sabe que el Folklore es una ciencia ver nota
como también muy poca gente sabe que el Folklore Argentino tiene un emblema, y este emblema ha sido aprobado por el Primer Congreso Nacional de Folklore, celebrado en Buenos Aires en el mes de Noviembre de 1949. Fue ideado por el poeta e investigador tucumano Rafael Jijena Sánchez, y llevado a la realidad por el pintor Guillermo Buitrago.
 


La explicación dada del emblema es la siguiente:
Se quiere representar la disciplina folklórica en un árbol por su antiguo y hondo simbolismo, como el árbol, el folklore hunde sus raíces en la tierra nutricia, es decir en la Tradición.
Extiende tres ramas hacia un lado y una hacia el otro. Las primeras representan el pensamiento, el sentimiento y la imaginación del pueblo, y la cuarta, la obra de sus manos. Una banda envuelve al tronco y las ramas, con la inscripción "Qué y cómo el pueblo piensa, siente, imagina y obra".
Las pocas hojas del árbol expresan la juventud de la ciencia.
Las palomas: la unión de lo espiritual y lo material en el amplio cuadro del folklore.


(Fuente: El Folclore en la Educación, de Rosita Barrera. Edic. Colihue, 366 pág. Bs. As., 1988) Nota de la Prof. Nilda Castellón †

CIENCIA FOLKLORE Y MODA - -

Quod in inventute non discitur, in matura aetate nescitur
("Lo que no se aprende de joven se ignora de viejo").
Casiodoro


………………………..


Vé a todos lados con la verdad, y si no la quieren aceptar, tu valentía vale mucho más, sabiendo de todas formas que has ganado.
“Esto no importa necesariamente que la zoncera sea congénita; basta con que la zoncera lo agarre a uno desde el "destete".

Tal es la situación, no somos zonzos; nos hacen zonzos.

El humorismo popular ha acuñado aquello de "¡Mama, haceme grande que zonzo me vengo solo!". Pero esta es otra zoncera, porque ocurre a la inversa: nos hacen zonzos para que no nos vengamos grandes, como lo iremos viendo.

Las zonceras de que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia —y en dosis para adultos— con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Hay zonceras políticas, históricas, geográficas, económicas, culturales, la mar en coche. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana y generalmente un prócer que las respalda. A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas oído, y hasta repetido innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas.

Basta detenerse un instante en su análisis para que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pase con frecuencia inadvertido, precisamente por serlo”.

……………………

Falsificar la historia, achicar la extensión, dividir ideológicamente con planteos ajenos a la realidad, crear intereses vinculados a la dependencia y dotarlos de un pensamiento acorde, controlar el periodismo y todos los medios de información, enfrentar proletariado y burguesía cuando son sólo incipientes para impedir el surgimiento de los dos, manejar la cátedra, elaborar o destruir los prestigios políticos o intelectuales o morales, y orientar toda la enseñanza, disminuir la fe en el país y en sus hombres, proponer modelos imposibles y ocultar los posibles, son las variadas técnicas de esa colonización para que la semicolonia no se independice y construya su economía en razón de sus verdaderas posibilidades que la llevan a la liberación.

Constituyen la técnica de esa "colonización pedagógica" que precisamente en función de su dominio económico posee y maneja el instrumental de la cultura para que necesariamente el gobierno caiga en manos de los equipos técnicos y los grupos de intereses que cumplen la función cipaya”[1]
 
Es indudable que el cambio y la permanente fluctuación que se opera en las ciudades, entre lo que es propio y lo que viene de afuera, suele dar paso a efectos no siempre queridos, pero el pueblo tiene sus amadores que guardan, con su cuidado y celo, de las evoluciones perniciosas, las voces de la memoria Folk [2].

...........................
[1]- "Los profetas del odio y la yapa" 2ª parte - De Las Zonceras En General –Manual de Zonceras Argentinas– Arturo Jauretche- (NA: En estos párrafos tomados de escritos de Arturo Jauretche, genial observador de la realidad y la captación de las falacias y mentiras populares, explican mucho mejor que yo y más brevemente, lo que quiero decir en todos los ensayos de los que soy autor. No quiere decir que estoy de acuerdo en todo con Jauretche, pero si tengo que convenir que lo que ha hecho poner un poco de pensamiento y sentido común a lo que el liberalismo nos ha ido inculcando a través de los años, y que no se ha detenido con la desaparición física de este personaje, sino todo lo contrario: ni quisiera pensar lo que él escribiría en el presente (cualquiera sea éste). Conclusión: “estamos llamados a creer en las falacias, y somos falaces sin saberlo”)
[2] –Folklore o Folklore – Revista Sentir el Folklore – Nº 1- pag. 5 – Ed.Altaya

 .........................................................................................................................
 A MODO DE INTRODUCCIÓN
 
El buen gusto es arte está en el justo medio, como la virtud: entre la necedad del vulgo y la de los elegidos.
J. Rostand.
 
Este ensayo tiene su génesis en las reiteradas ocasiones en que he escuchado hablar sobre Folklore mediante las cuales se dan interpretaciones artificiosas  sobre esta ciencia, lo que significa un grave daño a la inteligencia, sino a la educación y la cultura popular,  y particularmente preocupante cuando se observa a una juventud que ya de por sí se desarrolla dentro de un círculo cerrado de confusión cada vez peor, y en aumento, al decir de Emmanuel Kant: "El hombre no es más que lo que la educación hace de él.", y si seguimos a este paso, ya sabemos lo que nos espera.    

Por ello y dada la importancia que  compromete el tema, he sentido la  exigencia interior de escribir este Ensayo abordándolo de una forma muy breve, de manera simple y concisa, para una mejor comprensión y consecuente valorización de qué es Folklore, aclarando que mucho me hubiera gustado hacer mayores referencias, pero sólo me limitaré a ser escueto, y recomendándoles a quienes les interese el tema, a profundizar con los innumerables autores e historiadores muy buenos que los hay pero pocos conocen, y algunos que los conocen, solo saben los títulos de las obras. Dijera un amigo: “son grandes leedores de solapas”. 

Debo destacar, antes de abordar el tema, que  resulta muy evidente hoy en día, el profundo desinterés  por la historia en general, hecho éste que se ve agravado por versiones e interpretaciones que se hacen al azar, falaces o distorsionadas, y que lamentablemente terminan siendo  asumidas  como  verdades. La ausencia de un necesario y mínimo conocimiento de la Historia, cuyos contenidos efímeros se  basan exclusivamente  sólo en lo que se pudo escuchar en la escuela primaria, impide básicamente que se  sepa que el Folklore  es  una Ciencia que forma parte de la Antropología Social y que no es bueno desconocer su verdadero significado.

Es de resaltar que la Historia que se enseña de ordinario en los centros educativos, se estructura sobre contenidos mínimos y arbitrarios resumidos de una historia oficial de facto, y que su aprendizaje básicamente resulta de una memorización de hechos o acontecimientos tomados de textos excesivamente sucintos, y que luego son recitados por alumnos desinteresados ante docentes que, en muchos casos, sus conocimientos no suelen ir mucho más allá del contenido del mismo libro de texto del cual enseñan. Esto es idéntico a es que un alguien sea médico sólo por leer el prospecto del remedio.

Una vez finalizado este breve proceso de enseñanza aprendizaje (?), y aprobado que fuera, concluyó ipso facto el conocimiento de la Historia; “sanseacabó”,  sin medirse, al menos conscientemente las gravísimas consecuencias que devendrán en el tiempo esta minusvalía de una ciencia. Obviamente, tan escasa formación de la Historia en general, hace que un tema tan valioso como es el Folklore, resulte poco menos que inútil, y por lo que se ve, ES inútil.

Esto no solo es pernicioso para la cultura, sino que es funesto para el orden social, porque cuando gran parte de un pueblo no  tiene acceso a la efectiva cultura, queda inerme en manos de seudos comunicadores sociales o del proselitismo educativo político de turno, quienes se transforman, por error y omisión, en las únicas voces reconocidas y aceptadas por el común, otorgándose a esas opiniones estatus de válidas, especialmente para quienes no conocen y no están predispuestos a verificar su autenticidad. Muchísima gente, cuando escucha a cualquier personaje de moda de turno en la TV o en la radio, cree que éste tiene razón por el sólo hecho de ser mediático y famoso, creyendo que es sinónimo de ‘sabedor’, aún cuando opine barbaridades sobre cualquier tema que se le antoje.

La promoción permanente y constante de  deformar o  “actualizar” valores, idiosincrasias, costumbres, es muy común hoy en día, generalmente por simple ignorancia y a veces por sentidos ideológicos, pero nunca por la razón pura. Al rival no le conviene nunca la historia, y hasta lógico resulta, por eso es que,  si no se puede destruir el pasado, simplemente se lo tergiversa cuando no se lo hace desaparecer lisa y llanamente, y no es porque lo ignoren ellos, sino para que lo ignoren los otros.   De ahí el manifiesto  desinterés del pueblo por la Historia, del conocimiento de su pasado, y en tal sentido, nos encontramos imposibilitados de recuperar nuestros valores de los cuales tan cínicamente se requiere su rescate,  y se parte de una cuestión simple: no se puede valorar lo que no se conoce.

Muchas veces la misma Historia oficial de facto enseña falazmente, escudada bajo la pretensión de una actualización inexistente o de un revisionismo absurdo, que todas estas formas de tergiversación convienen al poder para mantener sumido en la oscuridad el  conocimiento del pueblo. Esta situación no es nueva, sino que comienza hace casi doscientos años atrás, y se promueve con mayor vigor en Argentina desde 1853, con los gobiernos de los ‘iluminados educadores liberales’, como bien dice Félix Luna, en su obra Irigoyen, que a partir del gobierno de Avellaneda era más que notorio “un creciente desarraigo de las expresiones de cultura, encandiladas con temas y formas ajenas”.

Por supuesto (y digo por supuesto porque siempre ha sido así),  esto fue tolerado con la aquiescencia de organismos oficiales y sus sistemas educativos, los cuales, salvo algunos intentos de maquillaje, siempre dan el mismo resultado, el desinterés y desconocimiento de la vera Historia, y una presunción pedagógica que minusválida a la ciencia. Dice Félix Luna al respecto que, “...solo la paciente mediocridad oficial y  sus medallones escolares  han  podido infundir a  los argentinos  desde su infancia una indiferencia tan profunda hacia el pasado de su pueblo como el que se advierte en la enseñanza de la historia nacional”.[3] Y Aníbal Röttjer agrega en referencia a la Historia Oficial, que está  “escrita ad usum liberalium y con  fines  de política inmediata;  [...] y aunque jamás hubo gobierno alguno que la aprobó, todos los gobiernos la toleraron,  y así se explica que ella llegara a echar raíces tan profundas que es casi imposible acabar con la misma, a lo menos en lo que tiene de Paradiso y de Inferno. [...].[4] 

¿Cómo podemos esperar entonces, que conozcamos sobre que  es el Folklore, considerado como tema de costumbres festivaleras, si todavía nos falta conocer algo de Historia? El  Folklore  forma parte de la Historia y de la Antropología Social, al cual   ni  siquiera  se   le  otorga un lugar,   aunque sea pequeño,  dentro de  la mediocre Historia oficial que se enseña, habitualmente desfigurada.

Así vemos que en el ciclo primario,  cuando los niños se avienen más fácilmente a participar  en eventos festivos, se les enseña que Folklore es, ni más ni menos, hacer giros y revoloteos, o simples rasgueados de guitarra o golpear atrozmente un bombo, para lucimiento de padres y docentes, y a veces de los alumnos (porque interés no tienen), los cuales son disfrazados absurdamente cual desfiguración y falta de respeto a nuestros ancestros, creyendo que han encontrado la panacea del rescate de nuestros valores tradicionales, no percatándose que es todo lo contrario. Y  luego en el ciclo secundario, ante la mera pretensión de hacer algo en este sentido, además de las mismas falencias del conocimiento, se le suman las ‘vergüenzas adolescentes’.  Y aquí se produce un hecho tragicómico: es muy probable que los adolescentes del secundario, al menos durante algunos meses, sepan quienes fueron los polinesios, melanesios o los hunos (no el número anterior al dos, según cree más de uno de ellos), pero ni idea tienen de quien fue el gaucho y el paisano. Esto es insólito y demostrable, basta mirar los contenidos curriculares, o preguntarle a cualquier muchacho de secundaria.

A este respecto, y vaya como simple referencia, lo que dice Enrique Rapela en Conozcamos lo Nuestro: “El rojo actual del poncho salteño es el color que corresponde a los ‘Infernales’, pero la guarda negra que ahora lleva el poncho típico salteño representa el luto por la muerte del legendario Güemes.   No  todos  los argentinos saben esto, pero duele oír a compatriotas que sí saben que el corbatín negro que lucen nuestros marineros en su uniforme es el luto en homenaje al almirante Nelson, maravilloso  personaje  de  la  historia  de  Inglaterra,  al que  no debemos  rendir homenajes que se le niegan a hombres de nuestra patria que tuvieron el valor de oponerse a todo tipo de invasores”.[5]
 
Se advierte  con claridad que actualmente se asume que la Historia es considerada de escaso provecho y conveniencia -y el Folklore  forma  parte de la  Historia-; sólo resulta un conocimiento para curiosos que disponen de tiempo, y no como parte de una necesaria  e imprescindible  cultura  general; -“¿Para qué  quiere saber Historia mi hijo si él quiere ser informático?”-, dicen los papás apoyados por un coro numerosísimo de  partidarios a esa idea, incluyendo a muchos docentes (digo “muchos” para que no se enojen todos, “al que le quepa el sayo que se lo ponga”) 

Aunque algo de Historia en general se llega a estudiar o al menos se pretende enseñar[6], queda plenamente demostrado que el Folklore como ciencia no está incluida; de ella no se enseña y menos se  aprende absolutamente nada, ya sea por ignorancia o porque se cree que es definición de “conocimiento menor”,  sólo útil para festejos y lucimientos. Pero hacerlo resulta aún más grave cuando al Folklore se lo distorsiona presentándolo como un conglomerado de ‘acciones y actitudes’ que han sido  ‘inventadas’ exclusivamente para ser  puestas de manifiesto en festividades o espectáculos públicos, llenos de parafernalias y parodias, lo cual puede resultar de gusto colectivo pero que no tiene nada de  Folklore  y de nulo valor educativo, y además, que quiere que le diga, “total falta de respeto”.

Final para este prólogo, y dirigido  para aquél que tenga interés, es dable mencionar que es mucha la literatura existente sobre este tema - tan pública pero tan desconocida-, y que autores de gran prestigio ya han escrito con muchísimo mayor rigor científico, y que de otra forma resulta de una manipulación mental de esas personas que, como público, van a comer “choripán”, que era lo “que comían los indios pehuenches”.
                                                                         Por Prof. Rafael E. Stahlschmidt

                                                                               Córdoba, Agosto de 2013


[3] - Félix Luna –“Irigoyen” – Biblioteca Argentina de Historia y Política – Ed. Hyspamerica
[4] - Rosas, prócer argentino - Aníbal Atilio Röttjer – Ediciones Theoría.
[5] - "Conozcamos lo Nuestro" – E. Rapela - Cielosur Edit SA.- Bs.As. 1977
[6] – Sobre este tema se abunda en la obra “El ser gaucho es un delito”, por el autor.

SI DESEA EL TRABAJO COMPLETO DE "CIENCIA FOLKLORE Y MODA
ingrese
aquí:

 

 OTRAS BIBLIOGRAFÍAS


Burla, credo, culpa en la creación anónima. Sociología, etnología y psicología en el Folklore