P�gina declarada de Inter�s Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por Resoluci�n N� 374/07 del 15/11/2007
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SUPERSTICIONES Y LEYENDAS - EL CHAJ�
VIG�A DE LOS GUARAN�ES


 

El anciano Aguar� era el cacique de una de las tribus guaran�es. En su juventud, el valor y la fortaleza lo distinguieron entre todos, pero ahora, d�bil y enfermo, buscaba el consejo y el apo�yo de su �nica hija, Taca, que con decisi�n lo acompa�aba en sus tareas de jefe.
 

La muchacha manejaba el arco con toda maestr�a, y en las partidas de caza, a ella correspond�an las mejores piezas. Todos la admiraban por su destreza y la quer�an por su bondad. Muchas veces habia salvado a la tribu en momentos de peligro, reemplazando al padre que, por la edad y por la salud resentida, estaba incapacitado para hacerlo.
 

Adem�s de todas estas condiciones, Taca era muy bella: de ojos negros  y expresivos, en su boca de gesto decidido y en�rgico siempre habia una sonrisa. Dos largas trenzas negras le ca�an a los lados del rostro; un tipoy cubr�a su cuerpo hasta los tobillos y lo ce��a a la cintura con una hermosa chumb�.
 

Las madres de la tribu recurr�an a ella como la protectora dispuesta siempre a sacrificarse en beneficio de los otros, seguras de encontrar el remedio salvador cuando sus hijos se hallaban en peligro.
 

Los jovenes la admiraban por su bondad y por su belleza, y la mayor�a la hab�a enamorado secretamente; muchos, incluso solicitaron al cacique el honor de casarse con tan hermosa doncella. Pero Taca los rechazaba: su coraz�n ya ten�a un due�o.
 

Ar�-�ar�, un valiente guerrero que por aquella �poca andaba cazando en las selvas del norte, era su novio. Con �l pensaba casarse cuando regresara. Entonces, el viejo cacique encontrar�a en su nuevo hijo quien lo reemplazase en las tareas de jefe.
 

La vida de la tribu transcurr�a tranquila, hasta que Carumb� y Pind�, que hab�an salido con Petig en busca de miel de lechiguana, volvieron azorados trayendo una horrible noticia. Al llegar al bosque en busca de panales, cada uno de ellos tom� una direcci�n distinta. Mientras cumpl�an su faena, oyeron unos gritos aterradores. Se trataba de Petig, que, sin tiempo ni armas para defenderse, hab�a sido atacado por un jaguar cebado carne humana y nada pudieron hacer sus compa�eros para salvarlo. El animal mat� al indio, lo destroz� con sus garras. Casi ni rastros quedaron de �l...
 

Carumb� y Pind� no tuvieron m�s remedio que huir y ponerse a salvo Llegaron jadeantes y sudorosos y contaron lo sucedido.

La noticia caus� consternaci�n y miedo en la tribu, porque hasta entonces ning�n animal salvaje se hab�a acercado al bosque donde ellos iban a buscar frutos de banano, de algarrobo y de burucuy�, que les serv�an de alimento.
 

Desde ese d�a todos perdieron la serenidad: por eso guardaron precauciones, aunque resultaba imposible impedir que el jaguar merodeara continuamente. Muchas fueron las v�ctimas del sanguinario animal.
 

El Consejo de Ancianos se reuni� para tomar una determinaci�n que pusiera fin a semejante amenaza. Decidieron que ser�a necesario asesinar a quien tantas muertes produc�a. Para conseguirlo, un grupo de valientes deb�a buscar y hacer frente a la terrible fiera, hasta terminar con ella.
 

El cacique aprob� la determinaci�n de los Ancianos. Pidi� que se presentaran ante �l los j�venes de la tribu listos para llevar a cabo esta empresa.
 

Grande fue la sorpresa del jefe cuando comprob� que solo se acerc� un solo muchacho: Pir�-U.
 

De los dem�s, ninguno quiso exponer su vida.

Pir�-U sent�a gran admiraci�n por el viejo cacique. En cierta ocasi�n, hac�a muchos a�os, Aguar� hab�a salvado la vida de su padre, de quien era gran amigo. Fue un verdadero acto de hero�s�mo, el cacique hab�a puesto en peligro su propia vida. �l, en ese entonces un ni�o, qued� agradecido para siempre y esta resultaba la �nica oportunidad para demostrarlo. Ser�a el encargado de librar a la tribu de tan terrible amenaza.
 

Sin ayuda de nadie, confiando en su valor y en la fuerza que le prestaba la gratitud, parti� a cumplir tan temeraria empresa. Gran ansiedad rein� en la tribu al siguiente d�a. Todos esperaron al valiente muchacho, deseosos de verlo llegar con la piel del feroz enemigo.
 

Las esperanzas se desvanecian. Pir�-U no regresaba y hubo una nueva victima del jaguar.

    Se reuni� el Consejo y se pidi� la ayuda de los j�venes guerreros. Pero esta vez nadie respondi�... el miedo resultaba demasiado poderoso. Era incre�ble que justo ellos, que hab�an dado tantas veces pruebas de valor y de audacia, se mostraran tan cobardes.
 

Taca, furiosa, reuni� al pueblo y grit�:

 

-Me averg�enzo de pertenecer a esta tribu de cobardes. Estoy segura de que si Ar�- �ar� estuviera entre nosotros, se encargar�a de matar al sanguinario animal. Pero en vista de que ninguno de ustedes es capaz de hacerlo, yo ir� al bosque y volver� con su piel. Deshonor les traer� reconocer que una mujer tuvo m�s osad�a: �Cobardes!
 

El padre se opuso a que Taca llevara a cabo una empresa tan peligrosa. �Qu� har�a el pueblo sin ella? �Qu� ser�a de �l si a ella le pasaba algo?
 

 -Hija m�a -le dijo- tu decisi�n me honra y me demuestra una vez m�s que eres digna de tus antepasados. Mi orgullo de padre es muy grande. Te quiero y te admiro, pero la tribu te necesita. Mi salud no me permite ser como antes y sin tu apoyo no podr�a gobernar.
 

-Padre, cuento con la ayuda de los dioses, volver� con mi presa -dijo muy segura-o Si permitimos que el sanguinario animal contin�e con sus desmanes no podremos llegar al bosquecito en busca de alimentos, y la vida aqu� ser� imposible.
 

Fue talla resoluci�n de la joven que el anciano tuvo que acceder. Las razones que le daba su hija eran justas y claras, y no hab�a otra manera de librarse de enemigo tan cruel.
 

Taca empez� con los preparativos para ponerse en viaje ese mismo d�a al atardecer.

A punto de partir, varios j�venes trajeron la noticia de que los cazadores que hab�an ido a las selvas del norte se acercaban, que estaban a corta distancia de los toldos.
 

Fue para Taca una noticia que la llen� de placer y de esperanza. Entre los cazadores ven�a Ar�-�ar�, su novio, y Taca abrig� la esperanza de que �l podr�a acompa�arla para matar al jaguar. Impacientes, aguardaron la llegada de los bravos cazadores, los que se presentaron cargados de innumerables animales muer�tos, pieles y plumas, obtenidos despu�s de tantos sacrificios y peligros.
 

La tribu los recibi� con gritos de alegr�a y de entusiasmo. Delante de todos se hallaba el cacique y su hija Taca, rodeados por los ancianos del Consejo. El viejo Aguar� salud� a los va�lientes muchachos, que se apresuraron en mostrarle las piezas m�s hermosas.
 

Ar�-�ar�, despu�s de agasajar al jefe, como una prueba de su gran amor, le ofreci� a Taca un presente: una colecci�n de las m�s vistosas y brillantes plumas de aves del para�so, de tuc�n, de cisne, de garza y de flamenco. El gozo y la satisfacci�n se notaron en el rostro de la doncella, que con una apretada sonrisa le agradeci�.
 

Despu�s... cada uno volvi� a su toldo. Aguar�, Taca y Ar��ar� quedaron solos. El sol se hab�a ocultado detr�s de los �rboles del bosque cercano. Las nubes fueron te�idas por un reflejo rojo y oro; desde lejos, se oy� el grito lastimero del uruta�.
 

En ese momento, el viejo cacique le comunic� a Ar�-�ar� el mal que amenazaba a su pueblo y la decisi�n de su hija. El joven guerrero no daba cr�dito a lo que escuchaba �C�mo era posible que solo un indio se hubiera atrevido a enfrentar al animal? �Qu� clase de hombres compon�an la tribu si aceptaban que la peligrosa empresa la llevara a cabo una mujer?
 

-Todos le temen al jaguar, creen que es un enviado de A�� imposible de vencer -fue la respuesta de Aguar�.

Sin poder cambiar la decisi�n de la joven, Ar�-�ar� resolvi� acompa�ada, y cuando la luna envi� sus primeros destellos sobre la tierra, marcharon en pos del enemigo.
 

La esperanza de terminar con �l los alentaba. Cuando llegaron al bosque, Ar�- � ar� aconsej� prudencia a su compa�era, pero ella, con el deseo de acabar de una vez por todas con el carn�voro, adelant�ndose, lo animaba:

-iYah�!... iYah�!... (iVamos! �Vamos!).

 

Cerca de un �andubay, se detuvieron. Hab�an o�do un rozamiento en la hierba. Supusieron que el jaguar estaba cerca. Y no se equivo�caban...

Al salir del matorral vieron dos puntos luminosos que parec�an despedir fuego. Creyeron que se trataba de los ojos de la fiera, que buscaba a quienes pretend�an hacerle frente. y al acercarse un poco m�s, lo confirmaron.
 

Ar�-� ar� apart� a su novia y la oblig� a permanecer detr�s de un

a�oso �rbol. Casi de improviso, se le abalanz�.

Fueron momentos tr�gicos. �El hombre y la fiera luchaban por su vidas!
Ar�-�ar� era valiente, pero el jaguar contaba con demasiada fuerza salvaje.
Taca, que desde su escondite segu�a con ansiedad una lucha tan desigual, se estremeci�: un zarpazo desgarr� el cuello del indio, al mismo tiempo que her�a con su cuchillo al animal. Juntos rodaron, mancharon la tierra de sangre.

 

Taca corri� hasta la bestia agonizante, que con sus �ltimas fuerzas la atac� en un nuevo combate.

 

Todo fue en vano. En esa prueba de valientes, ninguno sali� victorioso.

Taca, Ar�-�ar� y el jaguar pagaron su hero�smo con la vida...

En la tribu intu�an la muerte de los j�venes. El viejo cacique, cuya tristeza era cada vez mayor, fue consumi�ndose, hasta que Tup�, condolido de su desventura, lo mat�.
 

Todos lloraron al anciano Aguar�, que hab�a sido bueno y va�liente, y de quien la tribu recibiera tantos beneficios.
 

Entonces prepararon una gran urna de barro y, despu�s de colocar en ella el cuerpo del cacique, pusieron sus prendas y, como era cos-' tumbre, provisiones de comida y bebida. En el momento de enterrar�lo, en el lugar q.le le hab�a servido de vivienda, una pareja de aves, hasta entonces desconocidas, apareci� gritando: iYah�!... iYah�!...
 

Taca y Ar�- � ar�, convertidos en aves por Tup�, volv�an a la tribu de sus hermanos.
 

Justamente ellos los hab�an librado del feroz enemigo y, desde ese momento, ser�an sus eternos guardianes, encargados de vigilar y avisar cuando vieran acercarse alg�n peligro.
 

Por eso, el chaj�, como lo llamamos ahora, sigue cumpliendo el designio que le impusiera Tup�, y cuando advierte algo extra�o, levanta el vuelo y da el grito de alerta: iYah�!... iYah�!...

 

Fuente: Tomado del libro Leyendas Ind�genas de Lautaro Parodi. 1� Edicion 2005-
Agradecemos al Sr. Carlos Alberto Samonta de Ediciones Andr�meda por permitirnos publicar este material

 

 

 

 

 


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