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OBJETOS REPRESENTATIVOS  
LAS BOLEADORAS


 

Las boleadoras fueron una enorme fuerza histórica que surcó el aire de los países americanos. En especial, durante la época del descubrimiento y la incorporación de éstos a la forma de vida europea. Potreras o avestruceras, de una, dos o tres bolas de piedra o de metal, constituyeron una de las más grandes sorpresas que halló el conquistador. Los primeros hombres blancos que se enfrentaron con los aborígenes las vieron surgir de entre los matorrales, como llovidas de los árboles, adelantándose a la primera línea de indígenas en combate. Parecían verdaderos meteoros de piedra caliza. Semejantes en esto a las armas que utilizara el hombre prehistórico, las primeras piedras conocidas en territorio de América por sus primeros habitantes, no eran propiamente boleadoras, ya que no jugaba en su manejo el boleo, esa prestidigitación rápida y certera del combate o de la caza, sino que eran objetos arrojadizos, balas cuya pólvora era la fuerza del brazo del hombre, que tanto servían para la defensa personal en las batallas, como para la caza de animales monte adentro.
No fue poca la sorpresa del hombre europeo, acostumbrado como estaba a otra suerte de combates, con armas e intenciones distintas a las que empleaba el indio boleador, quien, a diferencia de los artilleros que' arrojaban piedras desde sus obuses, podía situarse, si ello le placía, a escasos pasos de su víctima. e incluso otearla desde la altura de una copa

De las primitivas boleadoras, podemos saber con certeza que eran por lo general tientos de cuero o de tripa de animales, en cuyo extremo se suspendía una bola de piedra, y raramente dos. Menos aún, tres, si exceptuarnos el caso de los indios del Perú, quienes preparaban unos ramales de tres tientos, denominados por ellos ayllos, en cada uno de los cuales suspendían una pesada carga previamente trabajada y decorada por sus manos. Es lógico que fuese así, puesto que antes de utilizar la boleadora de una o dos bolas, atadas al extremo de un largo cordel, el indio americano al igual que el hombre primitivo, antiguo y medieval, utilizó la piedra de variadas formas como arma de defensa y de ataque a sus tolderías. En recuerdo de ellas, la boleadora de una sola piedra se llamó pérdida: puesto que aquellas trabajosos obras de artesanía bélica nunca volvían a las manos de quienes las arrojaban una vez.
La perdida fue la primera boleadora, queda dicho, instrumento de una sola bola ajustada al extremo de un tiento.

Dicho extremo estaba ocupado por una gran esfera de madera o de piedra y algunas veces de hueso de animal pampeano. Otras pocas más, de plomo, aún cuando este material es utilizado ya tiempo después, entre los gauchos que pueblan las casi desiertas pampas argentinas

Con la generalización de los combates entre los aborígenes, estos vieron que mucho más les convenía el trenzar un nervio largo, resistente, y atar una bola a cada una de sus extremos. Esa fue la boleadora pampa, arma temible y poderosa, puesto que mientras enlazaba con sus tentáculos en movimiento a su presa, ya fuese ésta un animal o un ser humano, lo iba sometiendo a su castigo y a sus repetidos golpes, que comenzaban por inmovilizarlo y terminaban matándolo.
Con todo, y a pesar de su poder, un inconveniente notorio ostentaban las boleadoras pampa, y era que, para manejarlas, había que tomar el nervio por su medio, agarrando el cuero mismo en la mano, con lo que se acortaba algo su dimensión y se perdía proporcionalmente la fuerza que las arrojaba. Para solucionar este problema, el indio ató al medio de la larga cuerda del nervio, una pequeña cuerda más, en cuyo extremo campeaba una bola de mucho menor tamaño que alcanzaba justamente para ser tomada en la palma de la mano, alzando esta hacia lo alto, mientras las otras dos, grades, pesadas, amenazantes, muchas veces, giraban sobre la cabeza de su dueño, cuando éste les imprimía el mismo ritmo que llevaba su pulso y al  arrojarlas parecía fijarlas en el cielo en esa misma bóveda constelada de estrellas, de las que tomaron su nombre dulce y poético: las tres marías.

Las tres Marías, dio origen a un tipo especial de gaucho: el boleador, perito en las artes del boleo. Cabalgaba por las pampas y por las praderas, y también entras las cuchillas entrerrianas, llevando atados a su cintura varios pares de estas boleadoras de tres ramas.
La bravura y el desprecio de la vida de estos gauchos fueron proverbiales, y en casi todas las gestas de los ejércitos libertadores figuraron con su adminículo fiel, inseparable, constelando de acciones heroicas la ruta de la libertad.
 

 

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