Quod in inventute
non discitur, in
matura aetate
nescitur
("Lo que no se
aprende de joven se
ignora de viejo").
Casiodoro
………………………..
Vé a todos lados con
la verdad, y si no
la quieren aceptar,
tu valentía vale
mucho más, sabiendo
de todas formas que
has ganado.
“Esto no importa
necesariamente que
la zoncera sea
congénita; basta con
que la zoncera lo
agarre a uno desde
el "destete".
Tal es la situación,
no somos zonzos; nos
hacen zonzos.
El humorismo popular
ha acuñado aquello
de "¡Mama, haceme
grande que zonzo me
vengo solo!". Pero
esta es otra
zoncera, porque
ocurre a la inversa:
nos hacen zonzos
para que no nos
vengamos grandes,
como lo iremos
viendo.
Las zonceras de que
voy a tratar
consisten en
principios
introducidos en
nuestra formación
intelectual desde la
más tierna infancia
—y en dosis para
adultos— con la
apariencia de
axiomas, para
impedirnos pensar
las cosas del país
por la simple
aplicación del buen
sentido. Hay
zonceras políticas,
históricas,
geográficas,
económicas,
culturales, la mar
en coche. Algunas
son recientes, pero
las más tienen raíz
lejana y
generalmente un
prócer que las
respalda. A medida
que usted vaya
leyendo algunas, se
irá sorprendiendo,
como yo
oportunamente, de
haberlas oído, y
hasta repetido
innumerables veces,
sin reflexionar
sobre ellas y, lo
que es peor,
pensando desde
ellas.
Basta detenerse un
instante en su
análisis para que la
zoncera resulte
obvia, pero ocurre
que lo obvio pase
con frecuencia
inadvertido,
precisamente por
serlo”.
……………………
Falsificar la
historia, achicar la
extensión, dividir
ideológicamente con
planteos ajenos a la
realidad, crear
intereses vinculados
a la dependencia y
dotarlos de un
pensamiento acorde,
controlar el
periodismo y todos
los medios de
información,
enfrentar
proletariado y
burguesía cuando son
sólo incipientes
para impedir el
surgimiento de los
dos, manejar la
cátedra, elaborar o
destruir los
prestigios políticos
o intelectuales o
morales, y orientar
toda la enseñanza,
disminuir la fe en
el país y en sus
hombres, proponer
modelos imposibles y
ocultar los
posibles, son las
variadas técnicas de
esa colonización
para que la
semicolonia no se
independice y
construya su
economía en razón de
sus verdaderas
posibilidades que la
llevan a la
liberación.
Constituyen la
técnica de esa
"colonización
pedagógica" que
precisamente en
función de su
dominio económico
posee y maneja el
instrumental de la
cultura para que
necesariamente el
gobierno caiga en
manos de los equipos
técnicos y los
grupos de intereses
que cumplen la
función cipaya”[1]
Es indudable que el
cambio y la
permanente
fluctuación que se
opera en las
ciudades, entre lo
que es propio y lo
que viene de afuera,
suele dar paso a
efectos no siempre
queridos, pero el
pueblo tiene sus
amadores que
guardan, con su
cuidado y celo, de
las evoluciones
perniciosas, las
voces de la memoria
Folk [2].
...........................
[1]- "Los profetas
del odio y la yapa"
2ª parte - De Las
Zonceras En General
–Manual de Zonceras
Argentinas– Arturo
Jauretche- (NA: En
estos párrafos
tomados de escritos
de Arturo Jauretche,
genial observador de
la realidad y la
captación de las
falacias y mentiras
populares, explican
mucho mejor que yo y
más brevemente, lo
que quiero decir en
todos los ensayos de
los que soy autor.
No quiere decir que
estoy de acuerdo en
todo con Jauretche,
pero si tengo que
convenir que lo que
ha hecho poner un
poco de pensamiento
y sentido común a lo
que el liberalismo
nos ha ido
inculcando a través
de los años, y que
no se ha detenido
con la desaparición
física de este
personaje, sino todo
lo contrario: ni
quisiera pensar lo
que él escribiría en
el presente
(cualquiera sea
éste). Conclusión:
“estamos llamados a
creer en las
falacias, y somos
falaces sin
saberlo”)
[2] –Folklore o
Folklore – Revista
Sentir el Folklore –
Nº 1- pag. 5 –
Ed.Altaya
.........................................................................................................................
A MODO DE
INTRODUCCIÓN
El buen gusto es
arte está en el
justo medio, como la
virtud: entre la
necedad del vulgo y
la de los elegidos.
J. Rostand.
Este ensayo tiene su
génesis en las
reiteradas ocasiones
en que he escuchado
hablar sobre
Folklore mediante
las cuales se dan
interpretaciones
artificiosas sobre
esta ciencia, lo que
significa un grave
daño a la
inteligencia, sino a
la educación y la
cultura popular, y
particularmente
preocupante cuando
se observa a una
juventud que ya de
por sí se desarrolla
dentro de un círculo
cerrado de confusión
cada vez peor, y en
aumento, al decir de
Emmanuel Kant: "El
hombre no es más que
lo que la educación
hace de él.", y si
seguimos a este
paso, ya sabemos lo
que nos espera.
Por ello y dada
la importancia que
compromete el tema,
he sentido la
exigencia interior
de escribir este
Ensayo abordándolo
de una forma muy
breve, de manera
simple y concisa,
para una mejor
comprensión y
consecuente
valorización de qué
es Folklore,
aclarando que mucho
me hubiera gustado
hacer mayores
referencias, pero
sólo me limitaré a
ser escueto, y
recomendándoles a
quienes les interese
el tema, a
profundizar con los
innumerables autores
e historiadores muy
buenos que los hay
pero pocos conocen,
y algunos que los
conocen, solo saben
los títulos de las
obras. Dijera un
amigo: “son grandes
leedores de
solapas”.
Debo destacar, antes
de abordar el tema,
que resulta muy
evidente hoy en día,
el profundo
desinterés por la
historia en general,
hecho éste que se ve
agravado por
versiones e
interpretaciones que
se hacen al azar,
falaces o
distorsionadas, y
que lamentablemente
terminan siendo
asumidas como
verdades. La
ausencia de un
necesario y mínimo
conocimiento de la
Historia, cuyos
contenidos efímeros
se basan
exclusivamente sólo
en lo que se pudo
escuchar en la
escuela primaria,
impide básicamente
que se sepa que el
Folklore es una
Ciencia que forma
parte de la
Antropología Social
y que no es bueno
desconocer su
verdadero
significado.
Es de resaltar que
la Historia que se
enseña de ordinario
en los centros
educativos, se
estructura sobre
contenidos mínimos y
arbitrarios
resumidos de una
historia oficial de
facto, y que su
aprendizaje
básicamente resulta
de una memorización
de hechos o
acontecimientos
tomados de textos
excesivamente
sucintos, y que
luego son recitados
por alumnos
desinteresados ante
docentes que, en
muchos casos, sus
conocimientos no
suelen ir mucho más
allá del contenido
del mismo libro de
texto del cual
enseñan. Esto es
idéntico a es que un
alguien sea médico
sólo por leer el
prospecto del
remedio.
Una vez finalizado
este breve proceso
de enseñanza
aprendizaje (?), y
aprobado que fuera,
concluyó ipso facto
el conocimiento de
la Historia;
“sanseacabó”, sin
medirse, al menos
conscientemente las
gravísimas
consecuencias que
devendrán en el
tiempo esta
minusvalía de una
ciencia. Obviamente,
tan escasa formación
de la Historia en
general, hace que un
tema tan valioso
como es el Folklore,
resulte poco menos
que inútil, y por lo
que se ve, ES
inútil.
Esto no solo es
pernicioso para la
cultura, sino que es
funesto para el
orden social, porque
cuando gran parte de
un pueblo no tiene
acceso a la efectiva
cultura, queda
inerme en manos de
seudos comunicadores
sociales o del
proselitismo
educativo político
de turno, quienes se
transforman, por
error y omisión, en
las únicas voces
reconocidas y
aceptadas por el
común, otorgándose a
esas opiniones
estatus de válidas,
especialmente para
quienes no conocen y
no están
predispuestos a
verificar su
autenticidad.
Muchísima gente,
cuando escucha a
cualquier personaje
de moda de turno en
la TV o en la radio,
cree que éste tiene
razón por el sólo
hecho de ser
mediático y famoso,
creyendo que es
sinónimo de
‘sabedor’, aún
cuando opine
barbaridades sobre
cualquier tema que
se le antoje.
La promoción
permanente y
constante de
deformar o
“actualizar”
valores,
idiosincrasias,
costumbres, es muy
común hoy en día,
generalmente por
simple ignorancia y
a veces por sentidos
ideológicos, pero
nunca por la razón
pura. Al rival no le
conviene nunca la
historia, y hasta
lógico resulta, por
eso es que, si no
se puede destruir el
pasado, simplemente
se lo tergiversa
cuando no se lo hace
desaparecer lisa y
llanamente, y no es
porque lo ignoren
ellos, sino para que
lo ignoren los
otros. De ahí el
manifiesto
desinterés del
pueblo por la
Historia, del
conocimiento de su
pasado, y en tal
sentido, nos
encontramos
imposibilitados de
recuperar nuestros
valores de los
cuales tan
cínicamente se
requiere su rescate,
y se parte de una
cuestión simple: no
se puede valorar lo
que no se conoce.
Muchas veces la
misma Historia
oficial de facto
enseña falazmente,
escudada bajo la
pretensión de una
actualización
inexistente o de un
revisionismo
absurdo, que todas
estas formas de
tergiversación
convienen al poder
para mantener sumido
en la oscuridad el
conocimiento del
pueblo. Esta
situación no es
nueva, sino que
comienza hace casi
doscientos años
atrás, y se promueve
con mayor vigor en
Argentina desde
1853, con los
gobiernos de los
‘iluminados
educadores
liberales’, como
bien dice Félix
Luna, en su obra
Irigoyen, que a
partir del gobierno
de Avellaneda era
más que notorio “un
creciente desarraigo
de las expresiones
de cultura,
encandiladas con
temas y formas
ajenas”.
Por supuesto (y digo
por supuesto porque
siempre ha sido
así), esto fue
tolerado con la
aquiescencia de
organismos oficiales
y sus sistemas
educativos, los
cuales, salvo
algunos intentos de
maquillaje, siempre
dan el mismo
resultado, el
desinterés y
desconocimiento de
la vera Historia, y
una presunción
pedagógica que
minusválida a la
ciencia. Dice Félix
Luna al respecto
que, “...solo la
paciente mediocridad
oficial y sus
medallones escolares
han podido
infundir a los
argentinos desde su
infancia una
indiferencia tan
profunda hacia el
pasado de su pueblo
como el que se
advierte en la
enseñanza de la
historia
nacional”.[3] Y
Aníbal Röttjer
agrega en referencia
a la Historia
Oficial, que está
“escrita ad usum
liberalium y con
fines de política
inmediata; [...] y
aunque jamás hubo
gobierno alguno que
la aprobó, todos los
gobiernos la
toleraron, y así se
explica que ella
llegara a echar
raíces tan profundas
que es casi
imposible acabar con
la misma, a lo menos
en lo que tiene de
Paradiso y de
Inferno. [...].[4]
¿Cómo podemos
esperar entonces,
que conozcamos sobre
que es el Folklore,
considerado como
tema de costumbres
festivaleras, si
todavía nos falta
conocer algo de
Historia? El
Folklore forma
parte de la Historia
y de la Antropología
Social, al cual ni
siquiera se le
otorga un lugar,
aunque sea
pequeño, dentro de
la mediocre
Historia oficial que
se enseña,
habitualmente
desfigurada.
Así vemos que en el
ciclo primario,
cuando los niños se
avienen más
fácilmente a
participar en
eventos festivos, se
les enseña que
Folklore es, ni más
ni menos, hacer
giros y revoloteos,
o simples rasgueados
de guitarra o
golpear atrozmente
un bombo, para
lucimiento de padres
y docentes, y a
veces de los alumnos
(porque interés no
tienen), los cuales
son disfrazados
absurdamente cual
desfiguración y
falta de respeto a
nuestros ancestros,
creyendo que han
encontrado la
panacea del rescate
de nuestros valores
tradicionales, no
percatándose que es
todo lo contrario. Y
luego en el ciclo
secundario, ante la
mera pretensión de
hacer algo en este
sentido, además de
las mismas falencias
del conocimiento, se
le suman las
‘vergüenzas
adolescentes’. Y
aquí se produce un
hecho tragicómico:
es muy probable que
los adolescentes del
secundario, al menos
durante algunos
meses, sepan quienes
fueron los
polinesios,
melanesios o los
hunos (no el número
anterior al dos,
según cree más de
uno de ellos), pero
ni idea tienen de
quien fue el gaucho
y el paisano. Esto
es insólito y
demostrable, basta
mirar los contenidos
curriculares, o
preguntarle a
cualquier muchacho
de secundaria.
A este respecto, y
vaya como simple
referencia, lo que
dice Enrique Rapela
en Conozcamos lo
Nuestro: “El rojo
actual del poncho
salteño es el color
que corresponde a
los ‘Infernales’,
pero la guarda negra
que ahora lleva el
poncho típico
salteño representa
el luto por la
muerte del
legendario Güemes.
No todos los
argentinos saben
esto, pero duele
oír a compatriotas
que sí saben que el
corbatín negro que
lucen nuestros
marineros en su
uniforme es el luto
en homenaje al
almirante Nelson,
maravilloso
personaje de la
historia de
Inglaterra, al que
no debemos rendir
homenajes que se le
niegan a hombres de
nuestra patria que
tuvieron el valor de
oponerse a todo tipo
de invasores”.[5]
Se advierte con
claridad que
actualmente se asume
que la Historia es
considerada de
escaso provecho y
conveniencia -y el
Folklore forma
parte de la
Historia-; sólo
resulta un
conocimiento para
curiosos que
disponen de tiempo,
y no como parte de
una necesaria e
imprescindible
cultura general;
-“¿Para qué quiere
saber Historia mi
hijo si él quiere
ser informático?”-,
dicen los papás
apoyados por un coro
numerosísimo de
partidarios a esa
idea, incluyendo a
muchos docentes
(digo “muchos” para
que no se enojen
todos, “al que le
quepa el sayo que se
lo ponga”)
Aunque algo de
Historia en general
se llega a estudiar
o al menos se
pretende enseñar[6],
queda plenamente
demostrado que el
Folklore como
ciencia no está
incluida; de ella no
se enseña y menos se
aprende
absolutamente nada,
ya sea por
ignorancia o porque
se cree que es
definición de
“conocimiento
menor”, sólo útil
para festejos y
lucimientos. Pero
hacerlo resulta aún
más grave cuando al
Folklore se lo
distorsiona
presentándolo como
un conglomerado de
‘acciones y
actitudes’ que han
sido ‘inventadas’
exclusivamente para
ser puestas de
manifiesto en
festividades o
espectáculos
públicos, llenos de
parafernalias y
parodias, lo cual
puede resultar de
gusto colectivo pero
que no tiene nada de
Folklore y de nulo
valor educativo, y
además, que quiere
que le diga, “total
falta de respeto”.
Final para este
prólogo, y dirigido
para aquél que
tenga interés, es
dable mencionar que
es mucha la
literatura existente
sobre este tema -
tan pública pero tan
desconocida-, y que
autores de gran
prestigio ya han
escrito con
muchísimo mayor
rigor científico, y
que de otra forma
resulta de una
manipulación mental
de esas personas
que, como público,
van a comer “choripán”,
que era lo “que
comían los indios
pehuenches”.
Por Prof. Rafael E.
Stahlschmidt
Córdoba, Agosto
de 2013
[3] - Félix Luna
–“Irigoyen” –
Biblioteca Argentina
de Historia y
Política – Ed.
Hyspamerica
[4] - Rosas, prócer
argentino - Aníbal
Atilio Röttjer –
Ediciones Theoría.
[5] - "Conozcamos lo
Nuestro" – E. Rapela
- Cielosur Edit SA.-
Bs.As. 1977
[6] – Sobre este
tema se abunda en la
obra “El ser gaucho
es un delito”, por
el autor.
SI DESEA EL TRABAJO
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