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Página declarada de Interés Cultural por la
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por
Resolución Nº 374/07 del 15/11/2007
Adherida a la Federación Argentina de Instituciones
Folklóricas F.A.I.F.
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OBJETOS
REPRESENTATIVOS
LA
PULPERIA |
La
pulpería, o casa de negocio del antiguo campo, vendía todas
aquellas cosas que los pobladores necesitaban: telas,
comestibles, remedios, ropas, artículos de talabartería
y los "vicios": tabaco, papel para armar cigarrillos,
yerba, etc. Allí se reunían a beber y a conversar los
gauchos de los alrededores y los forasteros que iban de
viaje; el pulpero los atendía desde atrás de una reja de
hierro o madera, reja que le servía de protección contra
los borrachos pendencieros y los asaltantes, de temer en
esas soledades. En las pulperías había siempre una o dos
guitarras, para que lucieran sus habilidades los
cantores; a veces se originaban amenas payadas; allí se
daban y se recibían toda clase de noticias, se jugaba a
los naipes, bochas, dados y taba; se realizaban riñas de
gallos y se concertaban y corrían carreras de caballos.
En estos negocios, a veces, también se vendía carne para
el consumo de los pobladores, los
que, a su vez, vendían al pulpero cueros de vacunos, de gamas,
tigres y zorros, así como la pluma de los avestruces que el
gaucho cazaba con la ayuda de las famosas boleadoras.
Eran frecuentes las discusiones
y las riñas; entonces los afilados facones salían a relucir,
se improvisaba un duelo criollo y la "fiesta" terminaba. Algunos atribuyen el origen del nombre a que los pulperos
(propietarios de estos establecimientos) eran verdaderos
"pulpos", (el mismísimo diccionario de la Real Academia
Española reconocer este origen). Para otros, viene de "pulquería" o lugar donde se toma pulque,
que es una bebida parecida al aguardiente. Tiene su origen en las primeras épocas de la colonia (En marzo
de 1600 el cabildo porteño impuso a un pulpero una multa de 8
pesos por haberle vendido vino a indios y negros). León Bouché en su obra "La Pulpería, mojón civilizador"
sintetiza: "… frente a su estaño confraternizó la gente. Fue el primer
techo cobijador que encontró el hombre en su difícil soledad
pampeana. Allí también sació su ardiente sed. Allí los hombres
se sintieron hermanados cada vez que la libertad del país
peligraba. Sarmiento las llamó ‘Club de gauchos’ y debió
agregar ‘Escuela de machos’…".
"Las pulperías. Lugar mítico, espacio real,
escenario común, institución y leyenda. Fue refugio de la
paisanada, encuentro obligado para el ocio y
el esparcimiento, alto en la huella, punto de
referencia social, reducto de los excluidos y provisión de
vidas no reclamadas para la "defensa" de la frontera. Pero
también fue el modo de vida elegido por el sencillo
comerciante español primero, el criollo después y finalmente
recurso del gringo".
¿Desde cuándo las pulperías?
La primeras referencias que quedaron
escritas son de cronistas y viajeros del S.
XVII. La más antigua delinca Garcilazo de la Vega,
refiriéndose al pulpero con esta denominación diciendo que
éste era un "...nombre impuesto a los más pobres
vendedores..." Quien primero legisló su actividad fue Felipe
IV en 1631 en la Ley XII las avala por"... Necesarias para el
abasto"..
¿Cómo eran?
Un documento del Archivo General de la
Nación, las describe como una ventana enrejada al exterior,
bajo una enramada, con los concurrentes a pie o a caballo
detrás de la tranquera. Otras descripciones, de viajeros del
sur de la provincia de Buenos Aires, las refieren como una
pieza muy larga, con "cielorraso" de paja, poca luz de
estrechas ventanas de vidrio polvoriento, o como choza
miserable despacho de aguardiente. El comandante Manuel Prado
en "La Guerra al Malón", dirá que..." Era un rancho largo,
sucio, revocado con estiércol, especie de fonda, prisión,
pulpería y fuerte..." En fin un enclave para todo en el confín
de la frontera con el indio. En general, coinciden en
describir una casa también de barro, cuadrada o larga, baja
rodeada de una zanjita para que corra el agua, cocinada por el
sol y como una isla en una mar de pastos duros. Un poco
mejores, por mayor acceso a materiales, como la piedra, la
madera o el hierro eran las de los suburbios de Buenos Aires o
Montevideo (hablando de las rioplatenses). Todas eran
parecidas. Un espacio mal iluminado con algún farol, de piso
de tierra, mesas y bancos de madera y cuero, siempre
deteriorados. En el fondo, algún estante rodeado de un amplio
mostrador, siempre enrejado, característica esencial y
peculiar de la pulpería, para defensa del dueño de posibles
ataques de gauchos "achispados" por la bebida,
o de ánimo matrero.
Origen
del Nombre
Hay dos corrientes explicativas: los
"americanistas" que hacen derivar el nombre de la voz mejicana
"pulque" o de la mapuche "pulcu", los "hispanistas" que se
apoyan en el latinismo "pulpa". En el primer caso, aunque no
nos guste, es poco probable, dado que el contacto con el indio
como para incorporar vocablos fue muy posterior al 1600,
cuando definimos que ya se conocían las pulperías. En cuanto a
la denominación española, "pulpear" era comer bien, por llamar
pulpa a la carne. Pero volviendo al vocablo mejicano, "pulquear"
era tomar aguardiente de maíz, que se elaboraba por la
fermentación de la pasta machacada del maíz, que llamaban
"pulpa". Así que probablemente, de lo conjunción de estas dos
voces derive el término "pulpería". De todas formas hay más
crónicas históricas que apoyarían a la génesis hispánica, dado
que en el 1600, no tenia el Río de la Plata casi contacto con
viajeros provenientes de Méjico.
La Noche de lo Mostradores rotos.
En el caluroso mediodía del 13 dé febrero
de 1788, Ramón Gadea, que ejercía el oficio de pregonero de la
ciudad de Buenos Aires, acompañado del escribano, tropas y
banda militar, leía a viva voz bando que emitiera el
Gobernador Intendente don Francisco de Paula Sanz: los
pulperos debían colocar un mostrador en la puerta o esquinas
de sus despachos, impidiendo así el paso de concurrentes al
interior, la intención era que compraran y se fueran, sin
reunirse a tocar la guitarra acompañada de abundante vino
carlón y aguardiente. Es que varios hechos delictivos, peleas
y muertes alarmaron a las autoridades. Pero el cumplimiento
del bando para el pulpero, no era negocio.
Encubiertos por las sombras de la noche, el
5 de Marzo, grupos recorrían las calles destruyendo los
mostradores que colocaban los pulperos obedientes al mando. El
sumario que se levantó para investigar el hecho, no arrojó
resultado positivo alguno. Comenzó una larguísima puja entre
el Gobierno defensor de las buenas costumbres y el orden y el
interés de los pulperos. El argumento más eficaz de éstos (que
debieron organizarse en gremio para su mejor defensa) era que
llovía muy seguido en Buenos Aires y no se podía atender la
clientela en la puerta. El extenso conflicto acompaño al
gobierno de la Colonia hasta el cambio de siglo a la
Revolución de 1810, las juntas y los triunviratos. Finalmente
el 15 de Junio de 1812, se cerró este largo capítulo entre las
autoridades españolas primero y nacionales después, merced al
escrito del Caballero Intendente de Policía, don Miguel de
Irigoyen que proponía al triunvirato:..." No saquen a la calle
los mostradores, pero sí que entre el camino de la puerta y el
mostrador haya una 1/2 vara para que las gentes puedan ser
bien atendidas a la vez que se impida la junta de borrachos".
Se recomienda también tener gente de confianza que ayude a
mantener el orden. Así fue como terminó de configurarse
oficialmente la fisonomía de estos locales, con su espacio
mostradores y rejas.
El breve lapso de las invasiones inglesas.
Para los pulperos resultó una novedad la aparición de
ingleses en el Río de la Plata, a pesar del asombro y la
exasperación que causó la incursión, no dejaron de atender sus
comercios. Iniciada la organización de la defensa de la cuidad
a cargo de don Santiago de Liniers, se restringió el horario y
la permanencia de gente en la pulpería y cafés a fin de que se
ocupen de la obligación civil de instrucción militar para la
defensa y fabricación de pertrechos. Esta restricción continuó
a posteriori, dado que el gobierno patriota detectó a estos
lugares sociales como propicios para la confabulación contra
las aspiraciones independentistas. En la medida que los
comercios, por el paso de lo años, pasaron de dueños españoles
a criollos, este peligro disminuyó. Hay registros de coplas,
nunca editadas que ilustran la costumbre que surgió de arengar
las corrientes políticas del momento mediante el canto.
El Canto y la Paya da Política.
Aparición de los Cielitos. Las primeras coplas registradas
son alusivas a la lealtad a Fernando VII, con marcado tinte
político adverso a lo franceses: "para libertarnos de las
anarquías y lo Francmasones de la Francia impía, La
Provisional y Gubernativa Junta que ha formado Buenos Ayres
viva". Éste es solo el estribillo de una extensa composición
que ilustra la puja surgida en la junta de Buenos Aires, ante
la situación en España. Pero luego aparecieron las
composiciones que exaltaban el espíritu de la independencia.
El exponente más conocido de esta expresión, realidad
literaria de la época fue Bartolomé Hidalgo, sus cielitos cuya
aparición se registra en el Río de la
Plata entre 1810y 1816, compuestos por él o recogidos en sus
viajes pampeanos, transmiten el estado emocional de los
criollos de la época. "Paisanos, los maturrangos. Quieren
venir a pelear. Preparemos los lazos. Para echarles un buen
pial, Cielito, cielo que si, Cielito de mi consuelo". Como
sigue la historia. A pesar de las continuas penalidades a
las reuniones en las pulperías, éstas continuaron dado que
estaban integradas en el alma del pueblo, que heredó del
espíritu Hispánico el gozo por las reuniones en las posadas.
Además, con distintos nombres, estos comercios existían desde
Lima hasta los confines fronterizos con el indio. En la medida
en que la Gran Aldea fue creciendo y derivando en ciudad, sus
distintos gobiernos (Martín Rodríguez y sobre todo Rivadavia)
legislaron para desarraigar esta costumbre que consideraban
anacrónica para una sociedad civilizada. Después, cuando el
criollo de la Pampa sea perseguido y reclutado en las levas de
gauchos para la frontera, dirá en sus versos el Martín Fierro:
"De carta de más me viá, sin saber a
donde dirme, más dijeron que era vago,
y entraron a perseguirme". Es que el gaucho perseguido se
acercaba a las pulperías y ahí caía la
Partida con el Juez de Paz que hacía una arriada en montón".
La leva también fue una vieja costumbre
hispana trasladada a nuestras tierra
Del
Apogeo a
la Marginación. Desde el mismo momento de la
fundación de Buenos Aires por parte de Juan de Garay, hay
leyes que determinaron la aparición de las luego llamadas
pulperías, para la provisión como medio de vida. Luego se
legisló, como vimos, sobre su forma, también sobre el
funcionamiento y sobre todo, todos lo impuestos que debían
abordar. Los nuevos siglos, las nuevas
Ideas, las concepciones políticas, sociales y culturales,
hicieron que, junto a las nuevas leyes
que regían su existencia, las llevaran lentamente a la
marginación y la
desaparición. En las ciudades, se fueron transformando en
almacenes, luego tiendas, y el
despacho de bebidas y comidas quedó de a poco a cargo
de cafés. confiterías y casas de comidas. En los suburbios fue donde más sobrevivieron, y
también en el campo, ya que con la forma y designación de
almacén de ramos generales. La pulpería y el pulpero, como
toda creación humana conllevan en sí
como tal, con toda la carga de imperfección y de necesidad del
momento histórico en que le toca ser. Fueron un período
destacado de la historia nacional y mantienen la aureola vernácula
que recubre la inmensidad anónima de hombres hechos e
instituciones que nos precedieron en el entramado complejo de
nuestra identidad.
Extracto de "Historia de las Pulperías".
Autor Jorge A. Bossio. Ed. Plus Ultra.
Este libro es producto de una profunda Investigación
y consulta del autor en los archivos, documentos
y leyes desde la Fundación, pasando por el Virreinato
y los Gobiernos Nacionales posteriores.
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