“La tonada del pueblo es la
sonoridad que uno lleva adentro”
Un
tumulto de memorias, cenizas y sombras se agolpa en
su canto mientras una copla se acuna en su pecho,
repleta de ausencias de agua y harina, trepando
aleteante por los cerros, empantanada en la greda de
los huacos, se vuelve sueños, savia derramada, tan
solo una lágrima de rocío en el viento. Valentín
Chocobar , bagualero salteño es un hijo de la tierra
calchaquí que lleva por los escenarios el sentir de
su pueblo.
-Nací en Cafayate al sur
de Salta, me crié hasta los 6 años en una finca
ubicada al sudoeste del valle, en la zona de Loro-Huasi,
justo al pie del cerro. Allí, mi abuelo era peón de
una finca y mis viejos vivieron en un arriendo hasta
que consiguieron un terrenito en el pueblo. Tuve una
infancia interesante pese a la división de los
primeros años en el campo, con un afecto muy
particular por mis abuelos maternos, en torno de
quienes se reunía la familia muy numerosa. De parte
de mi papá es muy dispersa porque su padre falleció
cuando él tenia 13 años y sus hermanos debieron
emigrar en busca de trabajo, algunos como peones
golondrinas. De parte de madre, mi apellido es
Guantay y Vilte. No soy coplero de cuna,
curiosamente en mi familia más cercana no hay
cantores con caja. Cuando empecé a buscar los
orígenes de mi canto mi abuela me regaló una foto de
dos tátara tíos que eran cantores de alma., por eso
digo en mi copla:
Soy vallisto señores
mi apellido es Chocobar
llevo el canto de Vilte
y la estirpe de Guantay.
-¿Cuando comienza
esta vocación?
-En mi adolescencia. Me
crié en una zona donde en los carnavales se
escuchaba tuntunear las cajas por todos lados, los
que iban a caballo al pueblo o los que iban de a
pie cantando, por medio el campo a reunirse en las
carpas. Yo lo experimenté como un sonido natural
propio de esa época, representando la festividad,
en un sonido de alegría. Toda la familia concurría
a las carpas, mientras los mayores bailaban nosotros
escuchábamos algún cantor, festejábamos sus coplas.
En algún momento esas coplas empiezan a circular, se
comentaban en las mesas y al otro día en las casas,
cuales eran las graciosas, las extrañas, las
nuevas, todo eso fui incorporando mientras jugábamos
con harina y agua.
A los 13 años empecé a
tocar guitarra gracias a mi tío Ramón, quien me
enseñó algunos acordes, además de iniciar la
búsqueda de lo que quería cantar. En las radios
pasaban muchos discos de cumbias, no se estimulaba
el folklore. Solía escuchar algunos programas de
Radio Nacional Salta o de Tucumán donde sonaban Los
fronterizos, Cafrune, o Yupanqui. Solía copiar a las
apuradas las letras de las canciones y generalmente
debía esperar que las pasen de nuevo para tener la
letra completa.
-¿Cuando empezás a
mostrarte?
-A los 18 años tocaba
en las plazas, me presentaba en actos de la escuela,
armé grupos tocando otros ritmos. Mientras tocaba la
guitarra eléctrica en un grupo de cumbias que se
llamaba Vértigo, el trío Los de Cafayate, de larga
trayectoria, se quedaron sin segunda voz y me
invitaron a incorporarme. Un tiempo toqué en los dos
grupos simultáneamente pero luego se me produjo el
gran dilema y me decidí por el folklore. Compartí
cuatro años con el trío. Cuando terminé mis estudios
la música me ganó por completo.
-¿Tuviste otras
inquietudes?
-Sí, otra de las
inquietudes fueron las coplas. A los 15 años iba a
bailar cumbias pero dos años después me empecé a
quedar en las carpas donde se suceden las coplas,
observaba atentamente para entender como funcionaba,
lentamente fui agarrando la caja y a sumarme primero
tímidamente a las ruedas. No sé porque legado algo
resonaba en mí y al poco tiempo empecé a encontrarle
sentido a las coplas. El haber cursado la
secundaria me dio la oportunidad de comprender su
sentido filosófico, gracias a la participación de
algunos profesores muy interesantes en su parte
pedagógica. Al poco tiempo vine a Buenos Aires,
donde hice todo el trabajo de aprendizaje a través
de mis recuerdos. Siempre volviendo a las carpas
para carnaval para cantar, grabar, recopilar
material de campo, quise hacer un serio trabajo
sobre la copla.
-¿Estudiaste
música?
-Sí, en el Conservatorio
Municipal Manuel de Falla. Ello me dio instrumentos
de análisis. Pude cursar hasta 4* año del
profesorado con especialización guitarra, porque mi
situación económica no me permitió terminar la
carrera, trabajaba lejos y muchas horas. También
fue un momento de aprender a adaptarme a la ciudad.
- ¿Fue difícil?
-Yo estimo que sí, cada
uno lo experimenta de distintas maneras. Yo traté
de tomarlo como una aventura, y cuando me sentí
agredido respondí de la misma forma. Para no
padecerlo como sufrimiento me rebelaba más todavía.
Aquí encontré gente que me ayudó mucho a
incorporarme rápidamente. Me instalé en la capital,
conseguí trabajo y al año siguiente ya estaba
estudiando en el conservatorio. Como venía con la
experiencia de tocar en distintos lugares, aparte de
ser un orejero nato, y haber aprendido por mis
propios medios a leer música estando en Salta, pude
dar los exámenes de ingreso libres. Eso me facilitó
las cosas. Tenía una gran necesidad de aprender,
siempre mirando allá lejos, tratar de saber que hay
detrás de lo que vemos, saber de donde vienen,
buscar otro tipo de expresiones. Pero con el tiempo
me di cuenta que extrañaba cosas de mi pueblo, no
terminaba de adaptarme con los tiempos de las
estaciones.
-¿Porqué?
-Porque en Buenos Aires
el invierno es…largísimo, lluvioso. Por ejemplo, yo
estaba acostumbrado a que en agosto florecieran los
duraznos, dejar de lado los abrigos al mediodía, en
septiembre ya está todo verde y olvidamos el
invierno.
La copla es una
paloma
-¿Cuando se suelta
tu voz para cantar la copla tan vallista?
-Cuando estudiaba en el
conservatorio empecé a experimentar poco a poco por
mi cuenta, buscando la tonada de mi pueblo que sin
duda iba a salir porque la tenía incorporada en mi
memoria, es la sonoridad que uno lleva adentro. Eso
es lo primero. Allá por los 80 tomé clases de
vocalización para cantar criollo y eso me ayudó con
la respiración, aunque la técnica del canto
bagualero no se aprende en el aula, pero ayuda.
- ¿Pasa por la
emoción?
-Toda la música andina
se sostiene desde la emoción. En muchos casos la
marcación rítmica de los temas están basados en los
tiempos de respiración del cantor, especialmente los
vientos y percusión se va apoyando en la marcación
que hace la respiración y no al revés. No hay un
compás preestablecido que ajustar como es en el
concepto occidental. En los años 90, muy motivado
por el tema del contra festejo de los 500 años me
incorporé a una agrupación quechua “Allui” cuyo
concepto significa ayuda mutua, de Salta y Jujuy.
Ahí me fui afirmando sobre la copla y aprendí otros
modos, a tocar la caja en distintos estilos, empecé
a conocer cantores de otros pueblos que me
enriquecieron mucho. Entonces la voz fue saliendo
poco a poco, a medida que la música andina me
atrapaba. Toqué la guitarra con Justina Oruro, una
cantante orureña, eso me permitió hacer el circuito
de la comunidad boliviana y adentrarme en sus
costumbres. En el año 92 conozco a Leda, quien me
invita a participar en los espectáculos llevados a
cabo en el teatro General San Martín “América en
cueros”, una hermosa experiencia.
-¿Hay muchos
copleros?
-Sí, y cantan muy bien,
pero acá no se presentan a cantar en ámbitos
naturales como puede ser Centro de residentes
salteños, o jujeños, las peñas del Centro kolla.
Cuando nos encontramos tal vez nos ponemos a cantar
en alguna mesa, de esa manera muchos paisanos me han
escuchado y me han dado su aprobación porque les
hice acordar a un tío o un abuelo. De alguna manera
eso es un certificado para mí.
-¿Podrías explicar
la técnica de la baguala?
- Desde lo técnico no
lo puedo expresar demasiado en palabras, es la
colocación de la voz, mientras se busca un sonido.
Yo creo que la música andina en general busca los
efectos tímbricos, más que la afinación o los
efectos armónicos, según los conceptos europeos. La
voz de un bagualero busca en alguna resonancia
interna de las cavidades. Cuando los paisanos
cantan para el carnaval no están pensando en la
respiración, solamente en lo que quieren expresar.
De tal manera que a veces no se le entiende la
copla, solo buscan el sonido sin preocuparse
demasiado si se está en el límite de la garganta o
no. A veces comienzan más abajo de lo que en
realidad pueden cantar y otras lo hacen más arriba y
se acomodan en el momento. Lo que ellos quieren es
vibrar con un sonido. Antes que llegara el español
se cantaba una melodía sin letra, de esto hay muchas
muestras que grabó don Pérez Bugallo, registros
donde una mujer canta una letra libremente, cuando
aparece la copla produce estructuras en la melodía,
eso es lo que marca la diferencia de cada pueblo,
Tafí, Amaicha, Cafayate o Tolombón. La diferencia la
hacen cuando cantan tonada o coplas y tonada.
-¿Qué quiere decir
“cantemos la tonada”?
-Tiene una melodía donde
correspondería estar la copla, no la cantan, hacen
joi-joi, solamente cantan el estribillo. Doña
Jerónima Sequeida hacía mucho eso que es el paso
intermedio a la copla. Otros hacen solo el joi-joi
y la copla la recitan y más arriba, en la parte
andina cuando tocan un instrumento de tropa como es
la tarca o las quenas -quenas no se cantan las
letras, la melodía se acompaña solo con la voz. En
la parte moderna ya son incorporadas las letras. No
es fácil explicar como se producen en la voz de un
coplero…solo lo sé hacer.
-Sin embargo en
tus recitales siempre está la explicación
Ciertos lugares se
prestan para explicar las diferencias que tenemos
culturalmente. Aunque hubo momentos en que la idea
circulante fue que todos somos iguales, porque la
identidad es una sola cosa, tiene un solo color
forma o discurso. Y yo pienso que no es así, lo más
interesante es la diferencia, por eso me gusta
remarcar lo diferente que es una copla de otra, y a
la vez hay como hilos que las unifica, puntos de
coincidencia, puntos de referencias, según el pueblo
de donde provenga. Cuando nos juntamos nosotros y
las coplas es importante que nos apoyemos sobre lo
que nos parecemos y nos estimulemos sobre lo que nos
diferenciamos.
-¿Esa diferencia
nos enriquece?
-Siempre, la uniformidad
no tiene caminos. Los procesos culturales-sociales
están muy intrincados en sí mismos y son muy
dinámicos. Lo que nos pasa como fenómeno
socio-económico, lo que produce la música folklórica
esta relacionado directamente con esta situación y
nos expresamos de acuerdo a como estamos
organizados social y culturalmente. Si eso se
modifica también cambian las expresiones culturales.
-¿Fue cambiando el
entorno de la copla?
-Cambió su paisaje, no
su pertenencia. Por ejemplo hoy no existe más como
tal, el paraje donde yo viví, al cambiar el dueño de
la finca, ya no existen los arriendos y la relación
existente entre patrón y los peones desapareció. Hoy
en día es una multinacional con campos alambrados y
guardias armados para evitar merodeadores sin
autorización para pasar. Es una realidad social que
modifica. ¿Dónde se fue esa gente? ¿Dónde se
expresan? ¿En que espacios? Eso va condicionándola.
Antes yo llegaba a las carpas desde Buenos Aires
buscando los copleros que conocía, ese canto que
había tomado desde mi infancia, pero ya no es lo
mismo, ahora se pone bafles para amplificar sonido,
se pasa música grabada, se van achicando los
espacios, en algunos casos desaparecen, a veces se
van generando otros.
-Nunca mayores que
los primeros.
- No, todo
eso me hizo pensar en lo dinámica que es la
tradición. Mi generación no comparte lo mismo de
mis padres, así como mis hijos usan expresiones
distintas. Lo que nos une es la historia.
-Y los
padecimientos
- Claro
ella nos unifica y nos da una pertenencia. Siempre
se está reprocesando. Eso es lo que quiero expresar
en el disco tanto en el significado del título como
en la música concreta.
-¿Que experiencia
te dejó formar parte del espectáculo “El patio de
Vitillo Abalos”?
-Muchísima. Comienzo a
participar como invitado especial en septiembre del
2003 y formé parte de un ciclo que se hizo en peña
“La señalada”, y desde entonces me quedo como cantor
permanente. Vitillo es una persona muy generosa, mi
participación en el espectáculo no es como
cesionista sino que me presenta y me deja solo en el
escenario, es decir me da la palabra para
proyectarme. Es muy raro ver ese gesto entre los
artistas. Me deja el espacio necesario y después de
a poco vamos cerrando con el grupo pasando a la
parte más rítmica. Esa generosidad se la voy a
agradecer siempre.
El brote en la
leña
-Dos discos
grabados con nombres muy significativos
-Sí, el primero “El
brote en la leña” es un nombre que alude a una idea.
Yo presenté el disco en el 2001, en medio de la
crisis. Fue más una necesidad de la gente que mía,
porque no tenía un proyecto artístico definido. Si
bien he venido a Buenos Aires con la intención de
estudiar y armarlo la ciudad me llevó de un lado a
otro haciendo activismo indigenista acompañado por
la música, y la cuestión económica no me dejaba
terminar de planteármelo. Ante la demanda del
público que me iba a ver organizo un poco los temas
que cantaba. De esa manera “El brote en la leña”
responde a esta copla:
Yo soy como el
urundel
que no morirse se empeña
si lo han hachado en el monte
Igual brota cuando es leña
Toda
una metáfora de lo que está sucediendo, los valores
y las músicas indígenas reverdecen. La baguala
antes no se la planteaba como canto indígena, se
decía que era un canto gaucho, lo que también es
cierto, al ser hijo de los indios como tal la
heredaron, pero tiene una raíz más profunda. Lo
grabé solo, toqué la guitarra, y solo tuve como
invitados a Moncho Miérez en una zamba, a Joaquín
Schwitay con su charango en un bailecito y Verónica
Carrasco en la copleada vallista, tomada en la carpa
de la familia Carpanchay en Cafayate, donde se
destaca el bandoneón de “Pajarito” Cansino, hombre
sencillo sin especulaciones artísticas, verdadero
músico popular, quien anima el baile criollo entre
mesas y ruedas de copleros manteniendo entre todos
el espíritu de los viejos carnavales
La piedra y el
viento
En el disco “La piedra y
el viento” planteo la idea que la piedra parece que
está siempre igual sin embargo al pensar en el
paisaje de la Quebrada de Cafayate, reflejado en la
portada no debe haber sido siempre así. Es
modificada constantemente por el viento que a su vez
en cambiado de dirección al encontrarla en su
camino, y de acuerdo al desgaste sufrido, la piedra
le varía la fuerza y el destino. A mi entender es lo
mismo que nos sucede a nosotros con las influencias
de los avatares sociales. De acuerdo hacia donde
vayamos como sociedad va a ser nuestro derrotero. En
este disco hay un trabajo interesante en arreglos,
cuenta como base instrumental la guitarra de Lionel
Iglesias, Pablo Rodríguez en percusión, Adriana
Leguizamón en acordeón y yo toco vientos, charango,
guitarra y canto. Hay invitados: el Dúo Ensamble,
Adriana Lubiz y Marcelo Meza, Pablo Fraguela,
Roberto Segret, y Sara Mamaní en su doble función de
cantora y directora artística. Este disco tiene una
mayor apertura. El principal es la copla tratando
de abarcar desde los estilos tradicionales pasando
por la Quebrada con carnavalitos y bailecitos,
sumada a instrumentales, aparece la faceta andina
con los vientos. El resultado es una búsqueda nueva
de sonidos que aparecen generándose en la evolución
de los tiempos
Encuentro
mundial de las culturas del desierto
-Has sido premiado
recientemente contanos de que se trata.
-Silvia Barrios me ha
invitado a participar junto de Ricardo Vilca y
Bicho Díaz en un proyecto hermoso “Argentina
indígena”. Viajamos a Argelia para cantar en el
“Encuentro mundial de las culturas del desierto” en
un marco de la cumbre del medio ambiente organizado
por este país. El espectáculo estaba formado por un
video sobre la pelada de altura, una muestra
fotográfica, y una parte musical que Silvia realiza
con los tobas y nosotros como invitados para
presentar la parte andina. Fue muy bueno, había
representaciones de todo el mundo como China,
Estados Unidos, Canadá, Brasil, India, varios países
de África etc. Duró más de 10 días y actuamos en
distintos teatros de Argel, capital del país, en un
predio gigante por donde desfilaron las distintas
delegaciones. Por esta participación fuimos
distinguidos y el premio nos fue entregado en la
Embajada de Argelia en Buenos Aires ante muchos
representantes de los diferentes países que
compartieron el evento.
¿Encontraste algo
parecido a nuestra música o bailes?
- Escuché un ritmo muy
parecido a nuestra chacarera en las radios que
sintonizaban los chóferes de las combis, en el
escenario vi la percusión que usaban los argelinos
muy parecida a nuestra caja, solo que es una especie
de tambor, de un solo parche hecho de cuero de
oveja y atrás un bordón que nosotros llamamos la
chirlera, y cumple el mismo efecto, un leve
ronquido. En cuanto a la danza ellos bailan en
ronda, como baile colectivo, y solamente los
hombres, algo muy parecido a la chacarera,
levantando los brazos pero sin castañetas.
-Recién llegado
de otro encuentro.
-Sí, esta vez más cerca.
Vengo desde Bahía Blanca del “6*Encuentro de músicos
independientes “, me gustó mucho por la calidez que
me llevó a un estado de sensibilidad muy particular,
además de tener la posibilidad de intercambiar
impresiones e información con colegas, hablar sobre
los problemas que plantea la profesión. Todo eso me
pareció muy enriquecedor recibir inquietudes de
parte del público. Los artistas encarnamos un poco
el sentir de la gente. Si al cantar una copla
alguien se conmueve, ese artista está haciendo de
emergente de ese sentimiento, por eso es necesario
asistir a encuentros para tener una conexión directa
con ellos. Me pareció excelente el nivel y la
seriedad con que se acercan los artistas a presentar
sus propuestas, directamente relacionado con la
seriedad de la organización. La familia Pacheco ha
sabido hacernos sentir muy atendidos pese a todo el
trabajo que los ocupaba.
La estación de
los deseos
-¿Cuando comienzan
tus clases de talleres?
-Este mes comienzan mis
talleres, donde enseño sikus, zampoña, charango y
guitarra y percusión de música andina, los días
viernes a partir de las 19 horas. Van a funcionar en
la Estación de los deseos Bacacay y Donato Álvarez,
Capital Federal. Allí hay una cantidad de
emprendimientos. No hace falta que se tenga
conocimiento musical ni experiencia. El resultado
es un ensamble, todos aprendemos el mismo tema, en
un momento nos juntamos y tocamos todos juntos
Las coplitas
que les canto
no son casualidad,
me las enseñó la tierra
yo soy mensaje nomás…
Graciela Arancibi