Viajemos hacia Los Andes, busquemos
los ásperos y coloridos cerros jujeños y elijamos
uno en la Quebrada de Humahuaca. Tomemos por un
sendero pedregoso e iniciemos la marcha. Respiremos
el aire puro que se nos ofrece. Comencemos el
ascenso. Trepemos sin titubeos bajo un cielo siempre
azul. Hallemos, entre erguidos cardones centenarios,
el sitio que habitaron nuestros ancestros. Una vez
allí, el esfuerzo de la trepada será ampliamente
recompensado, cuando el tiempo y el espacio se
conjuguen para hacernos comprender, en “retumbos
de antigales”, nuestras raíces…
Acaso el silbido del viento entre las
gruesas espinas o el repiqueteo de una cabra sobre
las piedras, quizás el eco de antiguas ceremonias
sobre las pircas, continúen honrando a la Tierra y
al Sol. Escuchemos. Son los sonidos de la
naturaleza, y los signos de nuestra verdadera
historia. Escuchemos… Es la música de Vilca.
Vayamos hacia el Altiplano, caminemos
bajo un sol vital e imperturbable; detengámonos para
apreciar el paisaje, tan pleno como despojado;
sintámonos a un mismo tiempo ser todo y ser nada en
la inmensidad de La Puna. Ahondemos en la siesta.
Tal vez ruede alguna piedra o un hilo de agua corra
furtivamente. Acaso cruja el pasto seco bajo las
pisadas de un pastor o una vicuña, quizás alcancemos
el chasquido opaco de un telar que anuncia la prenda
terminada. Esperemos los silencios de la noche en la
altiplanicie. Una luna perfecta nos convoca.
Atrevámonos a aceptar su invitación. Descubramos que
es en ese cielo y no en otros donde se refugian
todas las estrellas que la ciudad espanta.
Agudicemos el oído y escuchemos… Es la música de
Vilca.
Recorramos parte por parte Humahuaca,
caminemos los pueblos quebradeños, alleguémonos a
los vecindarios más apartados. Oigamos nuestros
pasos sobre las calles de piedra, sintamos la
tierra. Sepamos andar compartiendo el saludo, el
vino, el sol, el pan y las palabras. Experimentemos
la espiritualidad de su gente. Descansemos en una
vieja estación abandonada y esperemos “el último
tren”. Ahí vuelven, en eco, la locomotora y el
rítmico traqueteo. Soñemos que un sikus es el
silbato que anuncia el retorno de todos los trenes.
Viajemos. El oído atento… Escuchemos…
Es la música de Vilca.
Ricardo Vilca fue bendecido con un
talento indescriptible y un alma profundamente
conmovedora, absolutamente amable. Humahuaca no es
la misma sin la ilusión de volver a encontrarlo,
pero confiamos en que está brindando el mejor de los
conciertos en un escenario supremo. Extrañamos su
presencia. Pero lo recuperamos desde su obra o…
esperamos atentamente los sonidos que el viento nos
trae cuando Dios silba desde Los Andes.
¡Te buscaremos, maestro!
¡Nos reencontraremos en la armonía de
música y de vida que nos enseñaste!