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JUAN MOREIRA - EL HOMBRE
Juan Moreira, el hombre  |  Juan Moreira, el mito  | Juan Moreira 130 años después
En esos tiempos, los partidos políticos tenían bases sólidas en personajes como el que nos ocupa, ya que para la convocatoria de votantes era casi indispensable contar con la figura de un hombre de agallas a la hora de “hacer formar fila” ante las mesas electorales donde se expresaba el “voto cantado” y, además, si era necesario, armar tumultos a fuerza de rebenque y cuchillo cuando la ocasión lo requiriera.
Ese servicio, además del de contener a punta de facón a cualquier envalentonado que intentara agredir al caudillo, era lo que convertía a “un hombre de la causa” en una persona de confianza del líder político al que se servía. A Juan Moreira le sobraron esas virtudes.

Luego de un pasaje de su vida en el trabajo rural y al servicio de reconocidos hacendados de Navarro, Juan Moreira se suma al apoyo del Partido Autonomista, liderado por Adolfo Alsina, sirviendo a éste como guardaespaldas durante los tiempos electorales del año 1866, año en que las fuerzas del autonomismo se habían enfrentado con sus naturales y antagónicos políticos del Partido Nacionalista liderado por Bartolomé Mitre.

Foto: Juan Moreira

En 1867, comprometido con las ideas de Alsina, y envalentonado por la supuesta protección de su gobierno, regresa a Navarro. Pero ya no era el mismo Moreira que el vecindario conocía.

Nunca se supieron –a ciencia cierta- los verdaderos motivos por los que tiempo después de su regreso a Navarro, Juan Moreira cambia sus preferencias políticas y rompe con el alsinismo para enrolarse en el Partido Nacionalista.

Eduardo Gutiérrez -su novelesco biógrafo- sostiene que el cambio de preferencias políticas de Moreira fue dado por el abuso de autoridad que el Teniente Alcalde de Navarro Juan Córdoba (alsinista), ejercía sobre Moreira a partir de un encono con orígenes pasionales.

En todas las razones expuestas se podrían hallar los fundamentos buscados, pero ellos han quedado perdidos en el tiempo y en su particular historia. Lo cierto es que la vida de Moreira toma un rumbo más delictivo a partir de una situación de manifiesta rivalidad política y tal vez por la competencia por una misma mujer con el Teniente Alcalde de Navarro, Juan Córdoba. En ese escenario y en esos enconos estribarían los primeros pasos del Moreira asesino, que en el año 1869 comenzarían a rastrearse.

 


Fotos: Pulpería de Ochoa. Pulpería de Crovetto

Sin que se detallen los motivos, se encuentra debidamente documentado que el 8 de julio de 1869, el Juez de Paz de Navarro remite a la Comisión que administra los recursos para la construcción del Templo Parroquial, la suma de 500 pesos fuertes, provenientes de una multa cobrada al vecino Juan Moreira.

No está documentada cual fue la causa de esa multa, pero sí se podría inferir que la misma, o las razones de ella, podría haber sido motivo de la muerte del Tte. Alcalde Juan Córdoba, en manos de Moreira en la pulpería de Crovetto.

Esta pulpería estaba ubicada en la Calle Real, camino al cementerio (actual calle 24), por entonces a pocas cuadras del pueblo, y fue allí donde Juan Moreira consuma el crimen que lo lanzaría a una incierta y perseguida vida, la que se prolongaría por casi cinco años más.
 


Foto: Andrea Santillán
Veintinueve puñaladas asestadas en distintas partes del cuerpo del asesinado Córdoba delatan la ferocidad del ataque y del atacante. Ese fue el principio del fin. Allí Juan Moreira comienza su camino desenfrenado de huidas, marginalidad y violencia.

Su perseguida carrera lo lleva por distintos distritos y en cada uno de ellos hace notar su presencia, dejando huellas de alborotos, peleas, heridos y muertos.

Durante cinco años, con ganada fama, Moreira tuvo a este Navarro como lugar preferido de residencia y refugio de sus andanzas; un refugio ganado por amistad, por proteccionismo político o por miedo a venganzas posteriores.

En Navarro varios fueron los hechos policiales que tuvieran a Moreira como protagonista; duelos criollos, alborotos, muertes y posteriores burlescas huidas de la policía local, comandada ésta –muchas veces- por amigos protectores del gaucho, íntimamente ligado al poder político y policial local.

Esa fama era esgrimida como su más preciado patrimonio, y ella hizo más grande su figura en éste y otros pueblos vecinos en los que deambulaba con nombre propio o con identidad falsa, hasta que la suma de delitos cometidos y los confrontados intereses partidarios que lo habían sostenido lo acorralaron.

Moreira regresó a Navarro y tiempo antes de las elecciones del 1° de febrero de 1874, recorre campos y pulperías para apoyar a los mitristas, hasta el punto de producir nuevas trifulcas y muertes.
Ya por entonces Moreira era buscado intensamente por las autoridades provinciales que encontraban no sólo incompetencia en la policía de Navarro sino sospechas de complicidad de parte de todas las autoridades de del pueblo.

Se encomiendan distintas fuerzas policiales para su captura, pero fracasan.

Si algo hacía falta para exasperar, más aún, al ambiente preelectoral de Navarro y a las fuerzas policiales de la provincia, se produjeron los asesinatos del pulpero Merquíades Ramallo y de su peón, el Vasco Garroche en manos de Moreira y sus amigos Julián Andrade y Simón Ardiles. Ante este hecho, los amigos mitristas que gobernaban Navarro ya no podían ayudar a Moreira.

Los alsinistas que en otrora iniciaron a Moreira en las cuestiones políticas querían de una vez y para siempre terminar con la amenaza que éste representaba.

Todos le sueltan la mano protectora y lo dejan solo con su realidad de criminal.

Los primeros ya no pueden ayudarlo, aunque le recomiendan que se vaya del pago por un tiempo; los segundos, antiguos beneficiarios de sus servicios, lo persiguen a muerte.

El 29 de abril de 1874 es destituido el Juez de Paz de Navarro, Don Manuel Marañón, por estar bajo sospecha de proteger a Moreira, a la vez que arriban al pueblo fuerzas policiales combinadas -provinciales y nacionales- resueltas a terminar con las andanzas y los reiterados papelones a los que el gaucho había sometido a la policía. No encuentran lo que buscaban, Moreira ya se había ido, y al no encontrarlo en nuestro pueblo se dirigen a Lobos guiados –tal vez- por certeras informaciones.

Al otro día, a treinta kilómetros de Navarro, en el prostíbulo “La Estrella” del pueblo de Lobos, en horas del mediodía el 30 de abril, luego de una cruenta y desigual lucha, las fuerzas policiales de la Policía de la Provincia conducidas por el Coronel Francisco Bosch y el Capitán Pedro Berthón, junto a la partida de policía de Lobos comandada por el Teniente Eulogio Varela, emboscan al malhechor.

Absolutamente acorralado y superado por el número de soldados y policías, Moreira no vaciló en enfrentar a cuantos se pusieron en el corto camino que tenía preparado para huir; el gaucho, conocedor de que en ese combate se jugaba la vida, entregó todo lo que tenía para ofrecer por ella, y en un despliegue de coraje sin igual, la vendió cara.
Detrás de él, y antes de su propia muerte, sembró de sangre y espanto aquel burdel lobense. La estratégica ubicación de uno de los policías, el Sargento Andrés Chirino, que estaba oculto detrás del brocal de jagüel, le permitió sorprender al gaucho mientras intentaba trepar el tapial para su huida, y perforar su espalda con la bayoneta de su fusil.

El importante número de policías en esa refriega enfrentando a la irracional valentía de un solo hombre fue, ciertamente, el broche de oro para completar los ingredientes para el amasado literario que luego idealizó su vida y su muerte.
 

JUAN MOREIRA - EL MITO

Aún habiendo pasado ciento treinta años de la muerte de Moreira, continúan los sentimientos contradictorios en relación con su persona. Es que los “dos” Moreira en cierta forma, existen. Uno es el real: el Moreira que mató y murió como vivió, y cuyos crímenes figuran en los expedientes policiales y judiciales de su época.



Foto: Moreira en el tapial, actor Rodolfo Bebán.

El otro, aunque irreal, existe enraizado en la cultura popular; y ella es la que se ha encargado de darle “vida propia” a ese personaje. Quedarán éstas y otras dudas, seguramente, al criterioso análisis de quienes deseen juzgar cada una de las posiciones. No obstante, en muchos hechos de su posterior novelada vida, se acercan y se separan la realidad y la ficción.

Transcurridos algunos años de su muerte, la realidad delictiva de Moreira fue transformada en una trágica y conmovedora historia novelada por el escritor Eduardo Gutiérrez quien comenzó a publicarla en folletines de gran tirada; pero si algo faltaba para completar la idealización de la figura del gaucho Juan Moreira en el seno de las masas populares, lo agregó –casi a fines del siglo XIX- la compañía circense de la familia Podestá, la que a través de uno de sus integrantes -José Podestá- convierte, primero en pantomima y luego en guión teatral a la historia de Gutiérrez, llevándola como novedad teatral al picadero del circo criollo.

Esta historia de Juan Moreira allí abandona el folletín escrito y accede en forma más directa al pueblo, convirtiéndose en paradigma de la injusta persecución de las leyes de los más poderosos.

En las postrimerías del siglo XIX, las características sociales de los sectores más populares fueron excelente caldo de cultivo para que el nombre JUAN MOREIRA se identificara prontamente con las penas, rebeldías y frustraciones de los más pobres; y así, a partir de una impecable y novedosa puesta en escena, el sainete JUAN MOREIRA se convierte en la primera obra teatral argentina, y el gaucho que había sido perseguido por sus crímenes y que fuera matado en Lobos por las fuerzas policiales de la Provincia, fue adoptado por el gauchaje como ejemplo de idealismo, de justicia popular y de sacrificio del desposeído.

En el año 1884, en el teatro Politeama, ubicado en Corrientes y Paraná, se había presentado con gran éxito el circo internacional de los Hermanos Carlo, qué, como casi todas las compañías circenses de la época, presentaban en su número final una pantomima o representación teatral que excluyentemente trataba sobre temas y epopeyas grandilocuentes desconocidas para el gran público argentino.

La compañía, ese año 1884, había tenido un resultado óptimo en sus presentaciones, por lo que se dispuso
a despedirse del público porteño regalando un espectáculo con argumentos novedosos y de neto
corte local.

Es entonces cuando los hermanos Carlo se ponen en contacto con Eduardo Gutiérrez para adaptar su folletín JUAN MOREIRA a la representación pantomímica del circo.

Foto: Pepe Podestá personificando a Moreira.
 

Gutiérrez da conformidad al proyecto, pero condiciona a los empresarios a que el personaje debía ser representado por un criollo verdadero a efectos de evitar los riesgos de la ridiculización del gaucho.

Con esa premisa los empresarios circenses comienzan a recorrer las distintas compañías en busca de su actor, hasta que encuentran la de los hermanos Podestá y en ella a José “Pepe” Podestá, acróbata de condiciones físicas suficientes para representar al más ágil de los gauchos, según lo relataba Gutiérrez en su folletín, y dúctil actor que con su personaje “Pepino el 88” cautivaba vivamente a los espectadores. A partir de ese momento, Pepe Podestá comienza a ser “el Moreira del circo”.

Esta pantomima de Juan Moreira finaliza exitosamente con la temporada de los Carlo en el Politeama, y no es sino hasta el año 1886, que los Hermanos Podestá deciden incorporar la obra a su espectáculo.

Ese año, en el pueblo de Arrecifes exhiben la pantomima, pero el público entusiasmado y habido de una mayor acción le propone a Podestá incorporar diálogos a las escenas. Pepe, percibiendo que esto podría ser sumamente novedoso, toma los diálogos escritos por Gutiérrez y los adapta a los movimientos de su pantomima e incorpora mayor acción en la pista, sumando al escenario a caballos y jinetes, asados que se cuecen a las brazas mientras desarrolla la acción, payadores, bailarines y un pericón nacional bailado por numerosas parejas.

El 10 de abril de 1886, el sainete JUAN MOREIRA, con parlamentos, música de payadores y un inusitado despliegue escénico se estrena en el pueblo de Chivilcoy, sembrando allí la primera semilla de lo que luego será el teatro criollo. Como resultado de esto, la idealización del perseguido gaucho continuaba creciendo en las masas populares, y su nombre se transforma en una curiosidad artística en todos los niveles sociales de la época.

Con el advenimiento de la radiofonía, y con ella, el género artístico del radioteatro, JUAN MOREIRA ocupa un lugar de privilegio durante muchos años en los receptores que comienzan a multiplicarse en todos los hogares urbanos, suburbanos y rurales, multiplicando por miles a los seguidores de las andanzas del pícaro gaucho.

Cada uno de estos géneros artísticos agregaba condimentos pintorescos que hacían mas mítico y atractivo a este personaje que había azolado a Navarro en los años ’70 del siglo XIX, y junto al radioteatro, el cine, también comenzó a poner imágenes a un argumento auténticamente argentino.

En el año 1913 se filma la primera película “Juan Moreira”, años después (1924) “El último centauro: La epopeya del gaucho Juan Moreira”. Luego sobrevendrían dos más: Juan Moreira (1936) y Juan Moreira (1948).

En el año 1972, -a casi cien años de su muerte- cuando el mundo del espectáculo estaba olvidando la figura del legendario personaje, el actor, cantante y director de cine Leonardo Favio, recrea al personaje en una memorable versión protagonizada por el actor Rodolfo Bebán

 
Artículo tomado de www.navarropueblo.com.ar
Agradecemos al Sr. Raúl Lambert toda su colaboración y autorización para subir este material
Moreira, 130 años después

A 130 años de la muerte del gaucho Juan Moreira, un hombre cuya vida ha sido marcada por una serie de acontecimientos íntimamente ligados con nuestro pueblo y que todavía no han sido investigados en su debida forma, encontramos este párrafo en un libro denominado “Navarro, Pago de Juan Moreira” de Martín J. Duhalde, que resulta sumamente interesante no sólo por su contenido histórico, sino también por el anecdotario que de su lectura resulta, en donde famosos nombres de la historia Argentina y de Lobos, se encadenan para preservar una reliquia museológica.
Transcribimos a continuación, el párrafo de marras

“... del día de hoy por la fuerza pública de este partido se expide el presente previa concesión de la autoridad local...”
Firmado:
El cura de la parroquia Pedro Corceiro, la licencia para la sepultura la otorga la Municipalidad de Lobos y la constancia correspondiente dice: Cementerio municipal de Lobos Nro. 609- Lobos, abril 30 de 1874. Don Juan Moreira ha sido sepultado, sección B tablón cuarto Nro. 37 concesión por 5 años derechos gratis.

Schoo Martínez
Secretario Presidente

Al dorso dice.: Argentino, criminal, muerto por la policía de Lobos en lucha legal. El original de esta licencia fue remitido al museo histórico de Lujan por el Senador Enrique A. Ratti con fecha 19 de diciembre de 1929. Todo había concluído y Moreira vuelto a la generosa tierra de donde había salido.
En el entierro la gente se retiró silenciosamente pero su perrito seguía allí, después de la muerte del amo se hizo tan bravo que murió peleando con los perros que rondaban el cementerio. En el lugar que mataron a Moreira, donde hoy se encuentra el Sanatorio Lobos, no hay ningún vestigio que recuerde la famosa abatida, en cambio en la propiedad lindera que tiene un viejo portón de entrada, en el contrafrente, donde los gauchos habían dejado sus caballos. Hay dos objetos que indican el lugar exacto donde Moreira intentó trepar el tapial para saltar hacia su salvación. La vieja cruz de madera dura y una centenaria planta de tuna. La cruz de palo la colocó Domingo Donatelli, propietario del corralón, la tuna nació silvestre un mes después de la muerte del gaucho, en el lugar exacto en que cayó su daga que la tenía entre los dientes al saltar el muro. La superstición se adueñó de los hijos de esa tierra y cuando las hijas del antiguo propietario vendieron el terreno a Donatelli, lo hicieron con el compromiso formal de no talar la misteriosa planta, que fue el ruego de la madre de ambas antes de morir. El Sr. Donatelli respetó el compromiso y el árbol aún se encuentra.


El Dr. Eulogio del Mármol que llegó a ser Intendente de Lobos 13 años después de la muerte de Moreira, como dijimos, obsequió la calavera al Dr. Tomás Perón, abuelo del ex presidente de la Nación. De las Actuaciones que atesora el riquísimo Museo de Luján, nos encontramos con una carta que el Sr. Mario Perón, padre del líder del pueblo argentino le hace llegar en 1928 al Dr. Enrique Udaondo, fundador del Museo de Luján: “...en el año 1887 en circunstancias que se efectuaba una reducción de restos en el antiguo cementerio de Lobos y siendo Intendente de esa Ciudad el Dr. Eulogio del Mármol, íntimo amigo de mi padre, fueron extraídos los restos de Juan Moreira, a los que el referido Sr. Intendente le sacó el cráneo que trajo posterior y personalmente de regalo a mi padre con el objeto de hacer estudios profesionales”...

El Director Honorario del Museo le hace llegar una nota al Sr. Mario Perón donde acusa recibo de la donación y le agradece la misma en nombre del gobierno
”Luján, 14 de enero de 1928
Sr. Don Mario Perón
Capital.
Distinguido Señor:
Nos es grato acusar recibo de su atenta del 10 del corriente en la cual se comunica que dona para este Museo el cráneo del famoso gaucho Juan Moreira, muerto en Lobos el 30 de abril de 1874 ...”
Hasta aquí, el Fragmento del libro de Martin J Dualde, “Navarro pago de Juan Moreira”
La citada tuna, juntamente con la cruz se conservan aún en la propiedad de Daniel Telesco, Manuel Caminos Nro. 261; a quien agradecemos su disposición para permitirnos fotografiar el lugar, junto a la pared en la que el célebre Moreira fue muerto por una partida policial al mando del Comandante Bosch (ver nota “Juan Moreira”en la Sección Lobos, Historias y Personajes), pared cuyas cinco primera filas son las originales de aquel histórico muro, según puede verse claramente en las fotografías tomadas.

Fuente: Infolobos 30 de julio del 2004  
 
 
 

 

 


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