COSQUÍN: 6° ENCUENTRO DE POETAS CON LA GENTE
“Soy un encontrador de poemas porque me enseñaron a
ver con los ojos del alma”
Una
quejumbre su voz, callosas sus manos cortando el aire,
desvelada su mirada perdiéndose en el bermejo verso,
dejándonos atisbar retazos de su cielo puntano. Así es
Juan Miguel Bustos, poeta. Así de sencilla y profunda
es su palabra, a veces ruda y áspera, otras con la
frescura de la aloja y el candor de un jilguero en la
mañana.
-Vine a
Cosquín a decir algunos poemas de mi último libro
“Preludio de tonada”, un libro que contiene una serie
de poemas del cual uno de ellos de la el nombre, es un
esbozo del antes de la tonada… previo a la tonada. Se
me ocurrió a mí y esta es la ensoñación que tenemos y
somos libres de tomarla, de haber encontrado el pesebre
geográfico donde nació la tonada y entonces hablo de la
conformación de esa geografía, de ese pesebre de
encuentro a través de ese sueño. La voz de aquel que
clama en el desierto y venía a enderezar la senda
anunciando que ahí iba a nacer la tonada de Cuyo. Allí
cuento sobre el paisaje, la geografía, las costumbres,
invento un cantor que llega en un tiempo venido desde
vaya a saber donde a nutrirse de esa geografía, de esa
raíz a la que pertenecemos y que en algún momento iba a
tocar esa tonada que nosotros disfrutamos ahora. Eso es
“Preludio de tonada”, el libro que traje al “Encuentro
de poetas con la gente” de Cosquín.
-
¿Como sintió que era recibido por el público?
Lo
presenté con muy buena acogida pero esencialmente más
allá de la formalidad yo vine a disfrutar del otro
Cosquín, del visceral, del que se da en las noches con
los amigos, en el lugar donde estoy parando con David
Gatica, Oyola, me he dado el gusto de departir durante
horas con el mensú Ramón Ayala, encontrarme con Néstor
Soria, Lucía Carmona. Gente con la de vez en cuando se
nos cruzan los caminos. Y sucede lo que pasa siempre…
yo me voy con las alforjas llenas de sentimientos, de
ganas de vivir, porque uno viene a recomponer el
espíritu, a nutrirse de la voz de los otros. Esto es lo
importante. Porque si ellos no existirían tampoco lo
haríamos nosotros.
-¿El espejo donde mirarse?
-Sí.
Lo interesante es reconocernos en el otro y emocionarnos
hasta las lágrimas con las palabras de David Gatica por
ejemplo. Eso es lo que le da sentido. Cosquín se ha
transformado en un ruido, se ha olvidado de su raíz.
Cosquín ya es el Cosquín “for export”, el que ha dejado
de lado la sencillez, patrimonio de Atahualpa Yupanqui.
Se ha transformado en el ruido de instrumentos
eléctricos, en la multitud, en el anonimato. Cuando vas
por la calle te encontrás con amigos y te reconocés en
ellos. Sino sos un anónimo más. Y no estoy hablando
del reconocimiento, yo quiero seguir siendo un anónimo
pero con raíz. Por las noches cuando volvemos nos vamos
con don Gatica, mi hermano del alma, caminamos esos 50
metros que nos separan del río, y nos quedamos a
escuchar el canto del agua porque sabemos que ahí sigue
estando la raíz, lo fundamental, lo esencial. Lo demás
lamentablemente es ruido.
-¿Que número de libro es este?
-Son 4
o 5 libros nada más. Porque le tengo tanto respeto a
la poesía, tanto amor que por ahí me temo que lo
cuantitativo atente contra lo cualitativo. Lo que no
significa que sea un buen escritor de poemas. Pero cada
poema que hago es lo único que tengo mío y puedo
compartir sanamente con mis amigos. Soy muy cuidadoso
no logro el objetivo final, pero no me interesa
escribir mucho, me interesa darle sentido a la poesía.
-¿Cuándo nace el escritor?
-Creo
que es inmemorial. Yo presiento muchas veces que
después de compuestos los poemas alguien me los ha
dictado. El hombre es una recopilación de antiguas
memorias, que vamos recuperando y nos permite observar
cosas que en otro momento no observamos. Desde muy niño
he escuchado a mi padre recitar. El se crió en la
calle, había llegado hasta segundo grado, no sabía
escribir, solo firmar, pero sabía leer. Y de niño me
recitaba a Joaquín Castellanos, a Espronceda. Esto me
fue generando este casi vicio del ritmo de la palabra.
Y me fue haciendo. Pero hay cosas que están más allá, en
una memoria que nos comprende a todos. Siempre digo
que más que poeta soy un encontrador de poemas porque
por suerte me enseñaron a mirar con los ojos del
alma...Los encuentro y todo lo que hago es apelar a ese
oficio que tengo de juntar palabras, rimarlas, a lo que
he descubierto para que me permita contarlo. Seguro que
se me quedan en el tintero sensaciones, olores, momentos
que no logro contar del todo. Pero soy esto, con mis
límites y mi encarnadura ancestral. Hombre de carne y
hueso, con las limitaciones propias de un mortal.
-¿Cuándo nace el poema “El Patio de la casa”?
-Hace
mucho tiempo. Nací en San Luis, a los dos meses mis
padres se fueron a General Roca, Río Negro y volvimos
cuando yo tenía 5 años y dos hermanas. Al poco tiempo
mi padre compró un terreno en la periferia de la ciudad,
a pocas cuadras de lo que hoy es el centro. Allí
construyó dos piezas y un baño. En esa casa entré al
mundo de la poesía, porque el barrio estaba hecho de
poesía, su gente, las alamedas, las acequias. Cosas que
me marcaron a fuego. Los patios estaban marcados por
una línea imaginaria. Desde este poste al otro poste, o
por una enredadera o un tapial de adobe. Eso hacía que
los patios fueran más grandes, había más lugar para la
ensoñación de los juegos infantiles. Con el correr del
tiempo con esos patios y otros que conocí a lo largo de
mi vida, me formé un patio donde siempre regreso. Cuando
la vida me ataca por los cuatro costados necesito volver
a él, a recomponer el espíritu, a recuperar aquel que
fui, la niñez, la pureza, ese aroma a pan casero que mi
madre María Edith amasaba. Éramos siete hermanos y mi
padre pintor de brocha gorda, mi madre una modista que
cosía a mano porque siempre faltaba algo. Ella hacía el
amasijo, lo horneaba, siempre el número era 36 panes.
Todavía existe la casa, allí vive mi hermano. A unos
300 metros está el Río Seco, que en aquel tiempo eran
todos potreros. Cruzábamos el río para buscar leña para
la hornada de pan. ¡Que hermosos recuerdos! Lo comparo
con este tiempo. En el prólogo del libro digo algo que
llamó la atención a José Luis Pacheco, ministro de
Chávez, presidente de Venezuela, quien dijo –“Acá
tengo la respuesta, tenés que venir a mi país para que
lo conversemos”-
-
¿Que es lo que le llamó la atención?
Hablo
de recuperar las manos. Mi libro está hecho manuscrito
pasado a la serigrafía, y yo con un bastidor con seda
imprimo y los armo a mano. Porque quiero que
recuperemos la habilidad de hacer cosas con nuestras
manos. Va a ser el primer paso hacia nuestra libertad
en serio, cuando dejemos de depender del capitalismo de
la sociedad de consumo que te vende todo hecho. Lo que
ellos quieren no lo que queremos nosotros. Cuando
aprendamos a hacer nuestras cosas tendremos la práctica
de nuestros ancestros y vamos a volver al camino de la
libertad. No podemos olvidar nunca la enseñanza de
Gandhi -“hilar nuestros propios vestidos”. Yo no
inventé nada. Solo tomé cosas de la memoria de los que
pasaron y comparo. Estamos acostumbrados a comprar
cosas que no nos son útiles y nos venden a través de los
medios. Cuando entendamos que es más rico el pan
amasado por nuestras manos. Cuando redescubramos lo
comunal vamos a empezar a ser libres.
-El trampero de la poesía ¿Existió?
-Sí.
Mi barrio estaba compuesto por gente de los muchos
oficios, había carpinteros, tomeros, podadores,
albañiles y entre ellos varios que tenían el oscuro
oficio de entrampador de pájaros. Es casi como un mea
culpa es poema. Con estas manos tejí muchas redes para
entrampar pájaros. Felizmente la vida me dio la
oportunidad de reivindicarme y de reconocer ese mea
culpa porque estaba equivocado.
-¿Cómo es su tarea como director de cultura?
-Por
esas cuestiones muy fortuitas, actualmente soy el
director de cultura de la Municipalidad de la ciudad de
San Luis. Hace poco más de un año que cumplo esa
función… y no sé si lograré sostenerme un año más.,
porque estoy resultando para algunos.
Pero estoy haciendo cosas, yo gasto la poca plata que se
destina a Cultura a la organización de talleres para
recuperar el uso de las manos.
No
debemos confundir cultura con fiesta, esta debe ser una
consecuencia de un estado cultural. Mal que nos pese lo
que sucede en Cosquín, su ruido, es consecuencia de una
cultura impuesta que nos impuso la ruptura con nuestra
raíz, porque esto es un hecho cultural.
-Tiene que ver con el hombre.
-Claro,
la cultura no es ni buena ni mala, si el hombre es malo
la cultura es mala. Este hecho cultural en que se ha
transformado Cosquín tiene que ver con el facilismo, con
el aturdimiento tanto físico como intelectual. Es más
fácil vender de esa manera. Mi lucha en la dirección de
cultura es esa. Yo no quiero comprar fiestas. Yo quiero
gastar la poca plata de que dispongo (que es de la
gente, no mía) para que vuelva a ella a través de
talleres, que les ayuden a encontrar el camino. Si no
lo encontramos todo está perdido. Yo ya tengo mi vida
vivida, de acá para adelante siempre digo que es yapa
pero ¿Y mi hijo?
-Su poesía tiene que ver con la emoción.
-A mí
no sé si me alcanza para la otra poesía…la grande. Pero
si estoy seguro que mis versos tienen que ver con la
gente, con el ser cotidiano que lo encuentro todos los
días en la calle. Con los que tratamos de caminar por
el mismo rumbo aún cuando nos equivocan y hay
desencuentros pero esencialmente yo quiero mi poesía
como simple expresión de deseo. Me gusta la poesía de
Gatica que te conecta con la gente, que te conmueve y te
produce una conmoción. Eso es lo bello. Vos sabés que
con David nos hablamos regularmente cada 15 o 20 días
porque nos necesitamos, coincidimos. Su origen, su raíz
en Villa Nidia queda al otro lado del alambre de San
Luis, y “Preludio de tonada” tiene que ver con esa
geografía. Cuando la escribí yo estaba trabajando de
este lado del alambre, a la orilla de la Pampa de las
Salinas Grandes que es igual, mismos espinillos y
algarrobos. Por eso yo lo comprendo tanto como el a mí,
lo admiro tanto que como quisiera que mi poesía alguna
vez se parezca a la suya. Como decía Armando- “Cada
uno tiene su lado pájaro”-
-¿Cuantos poemas hay musicalizados?
-Muchos, pero el que más ha trascendido es “Ay, si la
viera” que le puso música Damián Sánchez. Doñita Luisa
tiene que ver con este vicio del cigarro, con el que me
vanaglorio aunque me está matando. Decía Boris Elkins-“Deje
nomás que me mate que por el estoy viviendo”-
-Cuéntenos su historia.
-Doñita
Luisa era una mujer que vivía frente a la casa de mis
padres cuando yo era un niño de 13 años. Esta viejita
fumaba tabaco que guardaba en una caja de lata del viejo
té Tigre junto al papel. Enfrente cruzaba una acequia,
donde crecían descuidadamente hinojos de los que yo
sacaba las semillas y se las daba a ella como regalo
para que le dé sabor a anís a sus cigarros. Ella las
aceptaba porque era un niño y me quería, porque las
semillas estaban al alcance de su mano. Yo le llevaba
interesadamente estas semillas, le decía “Doñita, armeme
un cigarrito”. Y desde aquel entonces hasta ahora una
caja de tabaco me acompaña para armar mis propios
cigarros, cada uno de ellos tiene el sabor de los de
doña Luisa Cucuruto ¿La edad? En aquel tiempo debe haber
tenido unos 70años. Cuando digo “Que tiempo el tiempo
cuando volvía” de debe a que se iba a la pesebrera de su
hijo, donde criaba caballos de carrera , de tan aldeana
que era, y allí dormía, tal vez a los 2 o 3 meses
volvía. Para mí era una alegría volver a verla, tan
chiquita de vestido, rebozo, pañuelo negro, voz
cascada. Y digo que era una carrada de ripio su voz y a
la vez era una caricia para el oído y para el alma poder
charlar con ella durante horas, tomando mate, había algo
que me pegaba a ella.
-¿Cuando la escribió?
-Mucho
tiempo después que murió porque hubo un disparador.
Ahora en San Luis hay muchos cementerios privados pero
en aquel entonces había solo dos que siguen existiendo:
el de los ricos, San José, que está en el centro y el de
los pobres Del rosario. Después de muchos años, estando
en el entierro de un amigo, alguien me dijo-“Vení que
te voy a mostrar algo “- Y me llevó a la tumba de
doña Luisa marcada con una cruz de palo. Poco después
salió la cueca.
-¿Cómo llegó la música?
-Durante un encuentro de folklore cuyano en Mendoza yo
estaba diciendo algunos poemas y alguien me dice -“Che,
dice Damián si tenés algún libro escrito”- Y le di
“De cantos y de rostros”. Dos años después Ede Yacanti
viene cantando la cueca a que Damián le había puesto
música. Primero la grabó Torres Vila en un longplay. Lo
original de todo esto es que con Damián no nos conocemos
personalmente, nos mandamos mensajes nomás. Algún día
el camino nos va a juntar como nos lo hemos prometido
infinidad de veces. Va a llegar ese día.
-
Puntano de cuerpo y alma
- Yo
nací y me crié en San Luis capital. Mi primera
profesión fue herencia de mi padre y mis tíos. Fui
pintor de brocha gorda. Después hice otro montón de
cosas y la vida me llevó a vincularme con el Ingeniero
Eloy Bonal, al que siempre agradezco por haberme puesto
a hacer acueductos, trabajé muchos años en la campaña
llevando el agua a través de tuberías generando vidas.
Como en estos últimos años el físico ya no me acompaña
estoy en la dirección de cultura aunque sé que será por
corto tiempo, después me ocuparé como antes de hacer mis
libros y venderlos en la esquina de la plaza. No me
preocupa, tengo amigos, emociones…Tengo esto que estoy
haciendo con ustedes revitalizar el recuerdo.
DOÑITA LUISA
Cueca Ay si la vieras
Letra Juan M Bustos
Música Damián Sánchez
Cuando
la tarde, lenta se iba
allí a la sombra de la alameda
brasero y pava; mate y cigarro
Doñita Luisa, Ay si la vieras!
Canal
abierto. Matas de hinojos.
Yo le juntaba, si vos me vieras,
semillas secas para el tabaco
De los cigarros que armaba ella.
A veces
iba, cuando la siesta
pequeña y frágil, paloma negra,
puro silencio, quién sabe dónde,
Doñita Luisa, Ay si la vieras!
Que
tiempo el tiempo cuando volvía;
Doñita Luisa, si yo pudiera
le cebaría mates de vida
Allí a la sombra de la alameda.
¡Pucha!,
que pena, Doñita Luisa.
Quién sabe dónde se ha ido.
No sé qué gusto tiene este mate,
vieras qué triste, sabe distinto…
Pucha que pena, Doñita Luisa,
tabaco y mate ya son olvido.
Fuente: Graciela Arancibia |