La
espuela es, por lo menos desde la Edad Media, desde los
tiempos de la Caballería, atributo fundamental del jinete o
caballero, mucho más que simple instrumento para accionar
o
comandar el caballo.
Nuestro gaucho, sin conocer las tradiciones de la antigua
caballería, con su idea tan particular de altivez y machismo,
armó, como el gallo, sus talones con aquellos poderosos
espolones de hierro o de plata, que recibieron los nombres de
"chilenas", "nazarenas" y "lloronas", según distintos detalles
de su forma. Estas enormes espuelas, de gran rodaja y casi
todas con poderoso rodete, no son de origen árabe o de la
original escuela española de equitación, sino heredadas de la
caballería alto-alemana que participó de la conquista de estas
regiones en tiempos de D. Carlos V (Primero de España).
Están formadas las espuelas de las
siguientes partes: el cuerpo o arco, que forma las piernas; el
pihuelo o pigüelo, sujeto al centro del arco por medio de un
redondel metálico llamado rodete, de cuyo borde superior, a su
vez, se sujetan las cadenillas y alzaprimas para sostener la
espuela unida al pie y tobillo. En el extremo libre del
pigüelo la rodaja o estrella, rueda dentada que sirve para
acicatear al caballo
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