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SUPERSTICIONES Y LEYENDAS - EL CARBUNCLO-
ETERNO GUARDI�N


Cuenta la leyenda que los Andes a�n esconden el tesoro que los espa�oles no pudieron robarles a los incas. Desde la cumbre del Aconcagua hasta en la �ltima de las monta�as est� mimetizado, por nadie se dejar� ver. Es fiel a los quechuas, que, huyendo de la tiran�a, se dispersaron. La cordillera no tiene apuro, los espera para entregarles el oro y la plata que les fueron robados por los conquistadores.

Los dioses incas han dejado instrucciones: el carbunclo, obediente, espera quieto y silencioso pero con los ojos puestos en toda la l�nea del horizonte y en las cavernas de los abismos. Porque nunca debe cerrar los ojos, le han encomendado que vigile si regresan los que fueron humillados y masacrados por la codicia.

Cuando. un lugare�o de las monta�as acompa�a a alg�n viajero, debe advertirle sobre la posible presencia del carbunclo, porque el p�nico del extranjero al vislumbrar ese extra�o resplandor que mete miedo en los huesos y en la lengua es tal que deben volver al rancho a tomar un brebaje para los nervios.

Ese resplandor, que estalla en rojos, amarillos y azules plateados, suele verse muy bien en noches sin luna. Inevitablemente los viajeros sienten inter�s por el tesoro a cargo de ese ser extraordinario. Hay quien dice que en  verdad el carbunclo es un quechua enmascarado por los dioses, que esconde en alguna cueva de la cordillera la fortuna deslumbrante.

Los que lo han visto aseguran que el carbunclo es peque�o, tiene el tama�o y la forma de una tortuguita y su caparaz�n est� cubierta de piedras preciosas que a�n desconocen los mortales. Sus huesos son de oro y plata y, su sangre, de fuego. Es por eso que durante las noches debe salir a beber agua fresca de las cascadas y manantiales de los cerros, para aplacar la sed que le causan las llamaradas de sus venas-hechas con hilo de cobre sagrado.

La codicia de los conquistadores no logr� arrebatar todo. Los dioses se negaron a entregar los m�s ricos tesoros porque saben que un d�a servir�n para devolver la felicidad a los descendientes de todos los ind�genas que fueron humillados y muertos.

Dicen que el carbunclo no es de andar de d�a, cuando sale el sol se apresura a refugiarse en las grutas; que es muy bondadoso y puede, a simple vista, ver el alma de los hombres, por eso a los que tienen buen coraz�n les hace descubrir vetas de oro.

Cuenta una leyenda que una vez un conquistador quiso enga�ado y le prepar� una emboscada: su objetivo era quitarle todo, para luego asesinado. Muy lejano al de la riqueza fue el destino del hombre. El carbunclo, al saberse amenazado, no dud�: lo fulmin� con el resplandor de las piedras preciosas.

El resultado de la codicia fue la ceguera. El espa�ol, ciego, mientras hu�a trastabill� y termin� en un hoyo colmado de ratas hambrientas que lo devoraron. Por eso, aunque nadie sepa donde vive, todos conocen su custodia, atento para actuar cuando sea necesario, para obsequiar o para castigar, seg�n sea el caso.

 

 

 

 

 


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