Otra jornada amaneció
con un temporal de lluvia que se prolongó por varios días y
provocó la escasez de alimentos. La oscuridad no les
permitía a los tobas conseguir comida. Les comenzaron a
crecer dientes muy filosos, como los de palometa7.
El hambre se hizo insoportable y las parejas atacaron a sus
hijos y se los comieron. Entre los adultos siguió la
desconfianza y entonces nadie se animaba a dormir. Pero
cuando uno caja vencido por el cansancio, los demás lo
consumían rápidamente gracias a sus filosos dientes.
Un día, una vieja
mujer se puso a moler. Para eso empleó un mortero y, de esa
manera, anticipó la llegada de la época de las frutas.
Salieron los rayos del sol y todo aclaró. Flacos y pálidos,
los hombres y las mujeres se encaminaron para conseguir
comida. Probaron las chauchas maduras, pero la carne humana
que habían comido anteriormente les provocó
náuseas. Se separaron en campamentos y retornaron a
la forma de vida anterior.
Finalmente, se
reprodujeron y tuvieron paz.