El carancho les
anunció que la tierra iba a ser quemada porque un gran
fuego, originado por un obrar divino, se acercaba. Tiempo
después, y ante la urgencia de la catástrofe, les comunicó
que por desgracias no tenían escapatoria porque aunque
poseyeran alas, no habían sido hechos para entrar al cielo,
y además, aseguraba que las llamas también alcanzarían el
firmamento.
Los tobas lloraron. De
noche, el fuego fulgurante encandilaba la vista.
Estaba cerca pero
nadie sabía cuándo llegaría a la tierra toba.
Pasaron varios años y,
finalmente, el ardiente calor arribó por la aparición de
tigres y aguará
guazúes 6,cerca
del caserío. Un jabalí
huía entonando estrofas de una canción de lamento:
"Ya estoy cerca de
aquella orilla, ya estoy cerca, ya estoy cerca, cerquita
estoy."
Y cuando arribó al
poblado les comunicó que estaba tratando de escapar pero que
era muy difícil, y continuó su marcha. Lo siguió un
aguará-guazú, y más tarde un ciervo, lamentándose con una
canción. El mensaje se reiteraba: no había salida de aquel
desastre.
De repente, alguien
llegó con un plan de supervivencia: debían cargar bolsos con
tierra para refugiarse bajo la superficie y cubrirse antes
de que el fuego los alcanzara. Así lo hicieron varios, pero
los que permanecieron en la superficie, sin resguardo,
murieron quemados.
La catástrofe pasó,
pero de inmediato se inició una fuerte lluvia. El agua
aprisionó la tierra y, atrapados, permanecieron ocultos. El
carancho se aventuró a averiguar qué pasaba arriba,
imaginando que el monte había desaparecido. Lentamente se
asomó sin atreverse a mirar. Unos momentos después abrió los
ojos y comprobó que todo era uno: cielo y tierra se
confundían por la ceniza acumulada.
Al bajar, les advirtió
a todos los sobrevivientes que no debían levantar la vista
ni observar enseguida, para evitar ser víctimas del dolor y
transformarse en animales. Los que no obedecieron sufrieron
los augurios: fueron convertidos en ciervos, avestruces y
otras especies pequeñas. Dos mujeres solteras abandonaron el
pueblo bajo el aspecto de osos hormigueros y perpetuaron su
género exclusivo en ellos.
Al carancho no le pasó
nada malo, no obstante, no lograba tener descendencia. Pensó
en la bondad del creador y la capacidad de brindarle hijos.
Entonces recibió una mujer y un pequeño varón del creador,
quien le advirtió que debía enseñarle a ella a no temer por
sus futuros dos hijos. Chiiquí calló hasta que su mujer
quedó embarazada: dio a luz dos mellizos de diferente sexo y
aprendió a cuidarlos sin miedo.
Las familias fueron
creciendo y dispersándose en comunidades. Cierto tiempo
después, se repitió el anuncio del fuego. Cerca de la
catástrofe, un hombre inició una excavación para salvar
al
pueblo, pero pocos podían
comprender el sentido de sus actos. Solo algunos, los
entendidos, confiarían en el refugio que estaba
construyendo. Los demás, incrédulos, sufrirían.
La tierra, dos veces
quemada, volvió a recobrar vida. Las parejas siguieron
reproduciéndose y su número aumentó.
6-
Mamífero parecido al zorro