Los
tobas denominan cosakait al árbol conocido con el
nombre vulgar de palo santo.
Una de las leyendas
más antiguas que lo menciona se refiere a épocas remotas;
cuando de la pequeña minoría que constituían los seres
humanos surgió el más hermoso y virtuoso de los jóvenes:
Cosakait.
Apuesto y ejemplar,
estas virtudes no le alcanzaron para enamorar a la joven
doncella que tanto amaba. Su tristeza y desventura lo
condujeron por el sendero de la enfermedad, de la que nunca
regresó.
Aquellos que
presenciaron sus últimos momentos en el lecho de muene
aseguraron que no dejó de pedir por su amada: ella nunca se
presentó. Sus póstumas palabras sostenían que no deseaba
morir pero que su dios Yago así lo quería. Se comprometió a
estar por siempre con ella: adornando su cabellera con
fragantes flores, ahuyentando insectos de su lado y
perfumando el agua. Confirmó también su panicipación en la
ceremonia del nareg, dirigiéndose al cielo en el
aromatizado humo de su ruego.
Finalmente, tomó la responsabilidad de permanecer cerca y
brindJp:le todo lo necesario. Tanta temperatura, tanta
fiebre, terminó por consumir los suspiros finales...
La tierra que lo
sepultó engendró el árbol cosakait, apreciado por sus
aromáticas flores y perfumada madera. Apenado por su dolor,
su dios le dio vida eterna en la forma de aquel árbol que
luego se expandió por toda la selva, cumpliendo con las
promesas del virtuoso joven enamorado.
Los tobas consideraron al palo santo
como un árbol venerable por su nobleza y le concedieron el
honor de llamado cosakait