Se dice que un cacique
famoso llamado Saguáa, adoraba a su hija bella como el
sol, llamada Tacuarée. Vivía por ella
y para ella. Pero he aquí que un día Tacuarée se enamora de
un cacique de una tribu lejana. Llevada por ese
amor irresistible abandona a su padre para unirse al hombre
amado. Sagnáa, desesperado, sale a
buscada. Anda días y días entre la selva afrontando miles de
peligros. Nada le arredra. Quiere encontrar a su hija amada.
En el delirio de la desesperación
cree escuchar sus pasos en la selva y aplica sus oídos sobre
la tierra. Ese oído capaz de escuchar los más
recónditos murmullos de la selva y descifrarlos. Pero nada
puede escuchar y sigue andando y apoyando su oído a la
tierra, con la esperanza postrera de oír los pasos de
Tacuarée. Cuando ya sus fuerzas están agotadas, cae rendido,
presa de una fiebre mortal. Y muere con el oído pegado a la
tierra.. .
Mucho tiempo después,
dos hombres de su tribu lo
encuentran, pero cuando quieren
levantar su cuerpo, notan que tiene una
oreja. unida a la tierra donde ha echado.
raíces. Para arrancar el cuerpo deben cercenar la
oreja; pero ésta ha echado raíces y da origen a una nueva
planta que crece y se levanta
majestuosa en la selva, y todas las
primaveras brinda unas bayas negras en forma de oreja
humana, recordando las orejas de indio. Es el timbó (cambá
nambí) que simboliza el amor paternal.