Era el: hijo
de un cacique cainguá. De
niño era bueno, ,pero de
pronto su carácter se tornó irascible y malvado. La hechicera
sentenció que" una araña le había picado en el costado
izquierdo envenenándole el corazón".
Entretanto las
crueldades del niño superaban todos los límites de la
tolerancia. :Miriñay, el consejero,
previno que el Dios de la selva no dejaría impune tantas
víctimas inocentes y que se vengaría en la gente de su
tribu. Quería, pues, convencerlo de las consecuencias de su
maldad. Pero mientras se acercaba,
Coendú, temiendo ser atacado, le disparó sus flechas
envenenadas y lo hirió de muerte. Sorprendido de su propia
acción, vaciló mi instante, luego echó
a correr perdiéndose en la espesura.
Las sombras de la
noche lo sorprendieron fugitivo.
Sudoroso y fatigado se acurrucó
contra un árbol, mientras un sentimiento extraño se iba
apoderando de su ser. Y por primera vez su cuerpo tembló de
arrepentimiento, pensando en todas las inocentes víctimas de
sus flechas envenenadas. "Las primeras luces del alba lo
sorprendieron en la misma posición, encogido, agarrotado de
terror".
Quiso separarse del
árbol pero no pudo; una alfombra de
zarzas se había adherido a sus carnes. Recordó las palabras
de Miriñay y comprendió que era el castigo del Dios de la
selva. De pronto, sus pies se convirtieron en patas
pequeñísimas y sus manos en alas toscas y cortas. Su cuerpo
encogido se llenó de espinas.
"Cuando apareció el
Sol, Coendú, arrastrando su manto verdoso, fue a internarse
en lo más oscuro de la maraña. Una fuerza misteriosa lo
empujaba a la penitencia...
Y
aun hoy, después de tantos años, apartado siempre de los
otros habitantes de la selva misionera, el coendú,
arrepentido de sus maldades, permanece largas horas del
día de espaldas a la luz del Sol, sentado "obre sus
patas traseras y con la cara entre manos, haciendo
penitencia". . .