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Página declarada de Interés Cultural por la
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por
Resolución Nº 374/07 del 15/11/2007
Adherida a la Federación Argentina de Instituciones
Folklóricas F.A.I.F.
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SUPERSTICIONES Y
LEYENDAS - MBURUCUYÁ |
Aconteció
esto en las cálidas tierras de Tupí, hace muchísimos años.
Tupán no había creado todavía en aquel entonces ni el
guayacán, ni el curupay, ni el canambí, ni muchas otras
plantas prodigiosas, obra de sus milagros...
Había sobre la costa
del Paraná una tribu feliz, muy feliz... Su cacique se
llamaba Irnndi y la vida era una bendición de paz y
felicidad. Para dicha mayor Irnndi tenía una hija cuyos ojos
rivalizaban en esplendor con el Sol, a quien adoraba y
adoraba su gente. Como era tradicional, antes de morir,
Irnndi expresó que era su voluntad que su hija Isapi (rocío)
se casara con el cacique Acaviray...
Y
aquí comenzó la tragedia. Isapi no amaba y no podía amar a
ese hombre in humano
con su gente, sensual y desenfrenado... .
Y
cuando su padre murió, antes que Acaviray pudiera tomarla,
huyó por el bosque, resuelta a morir antes que caer en sus
manos. Anduvo muchos días y muchas noches, hasta que sus
fuerzas se agotaron y cayó rendida en la selva. Mientras la
fiebre la consumía veía pasar en sueños las aguas del
Paraná, al alcance de sus manos, deslizándose
suaves y rumorosas, para darle en sus hilos cristalinos el
precioso líquido para apagar su sed.
Y ella bebía.. .bebía. .. hasta que las sombras de la
inconsciencia más completa se apoderaron de su frágil y
delicado ser.
Quiso Tupán que un
sacerdote que vivía con sus indios en las inmediaciones, la
encontrara en la selva moribunda. Calmó su sed, sació su
hambre y la llevó a su Misión.
Ahí Mburucuyá aprendió
la lengua de aquel hombre blanco, y de sus palabras dulces,
conoció al Dios cristiano, infinitamente bueno, todo amor y
misericordia.
Nunca
había soñado con un Dios tan
bueno y grande que brindó hasta su sangre para salvar a los
hombres. Que no conoce ni el odio, ni la venganza, ni la
maldad. ¡ Un Dios que llama a los
hombres para salvarlos !
! Que los ama!... !
Oh; infinito misterio de las cosas! ¡Nunca lo había soñado,
nunca
¡. . .
Los indios convertidos
que no conocían su nombre la llamaron Mburucuyá. En el
silencio de las noches ella prometió a ese Dios bueno
ofrendar algo en su honor. Y lo propuso al misionero: ir a
la tribu que fue de su padre y ofrecerle en la Cruz el
camino de la salvación. Y así lo hicieron. Caminaron largos
días por la selva y sendas noches. Mburucuyá iba eufórica a
cumplir con aquel deber de gratitud. . .
Llegaron por fin, y
ella, la Isapi, la hija del cacique
Irundi, explicó el alcance de la visita y el mensaje de Amor
en nombre de Aquel ser infinitamente bueno, que había
llenado de amor su corazón.
Acaviray, el taimado,
escuchó atento a la desertora y, finalmente, con toda frialdad
y cinismo, ordenó el lanceamiento de ambos. Misionero y
sierva cayeron bajo las flechas arteras en la quietud de la
selva, y la cortina de la noche se extendió sobre un drama
más...
Pero al día siguiente
en el preciso lugar de la ejecución había brotado una planta
nueva. Era el Mburucuyá. Su
flor era una cruz y Dios puso en ella los atributos de. su
pasión: los tres clavos que horadaron sus manos y pies, la
corona de espinas que ciñó su frente; las cinco llagas de
luz y en el corazón de su corola, una a una las gotas de su
sangre preciosa. Y fué desde entonces la eterna Mburucuyá,
símbolo del sacrificio por amor a su Dios... .
Y
Acaviray, al morir, se convirtió en pájaro agorero del mal,
cuyo graznido anuncia el odio, y anda
por los montes sin. reposo,
despreciado de todos, llevando aún en sus ojos
sanguinolentos todo el rencor que lo incitó al crimen... Es
el cuervo o pitá cumpliendo su condena interminable. en la
soledad de los bosques umbríos por los siglos de los
siglos....
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