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SUPERSTICIONES Y LEYENDAS - LA MUERTE DEL CHACO


 

Después de su última derrota en la provincia de San Juan, regresaba a La Rioja el General Ángel Vicente Peñaloza.

Había licenciado a sus soldados y sólo le acompañaban su esposa Victoria, y unos pocos de sus gauchos más leales que rehusaban abandonarle.

En Loma Blanca (cerca de Olta, General Belgrano), se alojó en la casa de Anastasio Luna, con el evidente propósito de deponer las armas, dando fin a sus guerrillas de montonero.

Una tarde, llegó hasta su retiro una viejecita que había venido a pie, desde Chimenea para hablarle.

Mi general, - dijo cuando estuvo en presencia del Cacho; - mañana llegarán Ricardo Vera y el coronel Irrazábal, comisionado del gobierno; traen orden de reducirlo a prisión, pero vienen a matarlo. Huya, sálvese, que los pobres lo necesitan.

El caudillo no creyó tal aviso, porque Vera era su oficial de confianza. Creyó más bien, que su informante le llevaba la noticia, esperando ganar una recompensa, y ordenó a su mujer que le diera dos pesos. La anciana rechazó el dinero y con lágrimas en los ojos, afirmaba la verdad de sus palabras, sosteniendo que sólo por salvarle había realizado a pie tan largo y penoso viaje.

El Chacho, incrédulo, valiente y enfermo, no pensó en huir; y alli lo venció, indefenso y desarmado, la traición. Al día siguiente, en medio de una lluvia torrencial, bajaban la cuesta de Olta, Irrazábal y Vera, al frente de una partida de hombres armados.

Fácil les fue apoderarse de las autoridades de la Villa. Después, a galope tendido, se dirigieron a Loma Blanca y rodearon la casa del Chacho.

Peñaloza, informado de la llegada de Vera, se sintió tranquilo y no salió a recibirlo por estar en cama.

La partida, “armada hastaa los dientes” entró en el corredor y adelantándose Irrazábal, preguntó a Vera dónde estaba el Chacho.

¡ Éste es¡, - contestó el traidor, indicando a su antiguo jefe.

¿éste?, - comprobó el corones, y a una señal suya, varios hombres penetraron en el rancho, y asesinaron con sus lanzas, en el lecho, al bravo riojano. Victoria, su valiente esposa, se arrojó sobre él como una leona, para defenderle, siendo también herida. Rojo de sangre quedó el viejo catre de algarrobo en el rancho humilde.

La bárbara noticia y el espectáculo horrendo de la cabeza del Chacho exhibida en una rústica pica en la plaza de Olta, llenaron de dolor a La Rioja entera.

La viuda del caudillo y los chachistas buscaron más tarde con afán, durante largo tiempo, el lugar donde fueron enterrados los restos del general, sin hallarlos jamás.

 

 








Diccionario Geográfico Argentino de Latzina da el suceso como ocurrido en Olta.

 

 

 

 

 


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