En
la provincia de Río Grande del Sur, la Caá Porá es también
una mujer , la dueña de todos los animales del monte, una
especie de Diana que, cuando el cazador le cae en gracia, le
facilita los medios de encontrar la presa, y cuando no,
detiene los perros que garrotea invisiblemente, haciéndolos
revolcar de dolor
(1) y dando tiempo así
a que la caza se ponga a salvo.
En
la provincia del Paraná, la Caá Porá es un hombre velludo,
gigantesco, de gran cabeza que vive en los montes, comiendo
crudos los animales que el hombre mata y luego no encuentra.
La
imaginación exaltada de los montaraces ha de dar formas
humanas a troncos de árboles retorcidos, secos, cargados de
musgo y parásitos, que colocados en ciertas condiciones de
luz, favorecen a la fantasía, como sucede en muchas leyendas
europeas y asiáticas, en particular del Japón, donde también
se transforman los árboles en seres fantásticos.
En Goyaz, los
indios también tienen su leyenda sobre la Caá Porá. Cuando
encuentran una piara de cerdos silvestres y los exterminan,
se les aparece, montado en el último cerdo, el Caá Porá de
la figura del anterior, a cuya vista los matadores quedan
idiotizados para toda la vida, de modo que se guardan muy
bien de acabar las piaras, y siempre dejan algunos vivos.
Esta última leyenda es muy sabia, porque trata de un animal
que les proporciona abundante alimento.
Para otros el
Caá Porá es también un hombre velludo que fuma en una pipa
formada por un cráneo humano y una tibia, y devora a la
gente chupándola, menos los intestinos, que deja
desparramados.
En otras
personas, el Caá Porá se transforma en simple Porá, o
fantasma que se aparece en el monte ya sea en forma de cerdo
o perro, y lanzando llamas por la boca, asustando así a los
animales.
(1) los perros, al correr dentro del
monte, persiguiendo la caza, suelen a veces pisar un isipó
rastrero espinoso, medio oculto entre las otras hierbas, que
causa unas heridas muy dolorosas que les hacen lanzar agudos
gritos. Tal vez sea ésta la explicación de la garroteadura
invisible.