Es
una noche oscura que ni se ven las manos. Dos jinetes
atraviesan la llanura al galope.
De pronto una ráfaga de viento arrebata con violencia el
sombrero de Sofanor. Frena este su caballo. Pero al
contemplar el campo negro como inmensa heredad advierte una
luz que oscila.
El valiente mozo siente tambalear su cuerpo. Con rapidez
recoge su sombrero, monta de nuevo, castiga a su caballo y
una vez que se pone a la par de su aparcero, le dice con voz
temblorosa y advertida:
¡Rudecindo la luz mala!!
Persignándose los dos jinetes castigan a sus caballos. El
galope se apresura la veloz carrera se escucha a la legua.
¡Quien será el anima en pena!! Tal vez don Barrera, que
murió sin confesión.
Los dos gauchos castigan a las pobre bestias, hasta que al
fin llegan a su casa. Y dan gracias a Dios.
¿Qué misterioso encierra la luz mala?
Para nuestras mentes la explicación es fácil. Los huesos
producen en la oscuridad una luz particular la florescencia,
que con las corrientes de aire, parecen oscilar y moverse en
su lugar.-