En
las soledades de las sierras fue a vivir un gaucho con su
esposa en un ranchito humilde, pero que tenía la alegría de
los hogares bien constituidos.
La vida pasaba sin sobresaltos en total calma, hasta que una
tarde llega por el lugar un forastero de mala vida, que
aprovechando que el gaucho estaba en plena tarea del campo,
quiso conquistar el amor de la mujer, quien se resistió con
todas sus fuerzas y grito desesperadamente pidiendo ayuda a
su marido, el que al escucharla regreso presuroso en su
caballo.
Al llegar a su rancho ya era tarde, el mal hombre había
herido con su puñal de muerte a la mujer y caida en el suelo
se desangraba. El esposo busco a asesino, pero este al darse
cuenta del daño que había causado puso pies en polvorosa.
El pobre gaucho quedo allí acongojado, triste pensando en la
compañera que ya estaba con Dios, y así abrazo con ternura
el cuerpo de la mujer durante toda la noche hasta quedarse
dormido.
Dios se apiado de el y al otro día al despertarse, encontró
entre sus brazos un instrumento de cuerdas y con las formas
ondulantes del de las caderas de una mujer.
Desde ese momento el gaucho que esta solo, ya tiene una
compañera, la fiel guitarra criolla.