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SUPERSTICIONES Y LEYENDAS - EL CHOVI CHOVI


Chouí era un indiecito que viva e una tribu, con sus padres, en la selva misionera.
Su cuerpo estaba tostado por el sol ardiente de es zona y sus ojos inteligentes, eran negro y rasgados, como los indios de su raza. Pero Chouí no era un indio como todos.
En lugar de jugar con otros niño se internaban la selva para hablar con los pájaros los cuales el consideraba sus mejores amigos.
Muchas veces, sentado sobre el tronco de un viejo timbó, tomaba su flauta y tocaba dulces melodías que las aves respondían con armoniosos trinos.
Casi siempre, al atardecer se veía en un claro del bosque, al niño con su flauta, rodeado de pájaros que revoloteaban alrededor de el.
El sonido de la flauta de Chouí, mezclado al murmullo misterioso de la selva, era respondido por el trino de las aves.
En los días calurosos, Chouí, se bañaba en las aguas de algún manantial, junto a el chapoteaban los pájaros que alegremente hundían sus picos y patitas en el agua fresca.
Otras veces, Chouí, seguía sigilosamente a los cazadores de pájaros y desarmaban sus Ñuhas, para que no pudieran atraparlos. El cacique, enojado por esto, lo reprendía y no lo dejaba salir por algunos días de la tribu.
Entonces, Chouí, era visitado por los pájaros con los que compartía los granos de Abata-í.
Estos le devolvían su generosidad, trayéndole en sus picos jugos de naranja y miel de Yete-í, que al goloso niño le gustaban mucho. Un día que Chouí estaba en un claro del bosque tocando su flauta, un picaflor se acerco desesperado.
Sus pichones estaban en un árbol que había sido invadido por las hormigas.
Las hormigas "asesinas de la selva", pueden atacar a una planta y dejarla en pocos minutos simplemente desnuda.
La madre picaflor que sabia esto lloraba por la suerte que correrían sus hijitos.
Chouí no lo pensó dos veces.
Subió al árbol inmediatamente. Pero al trepar fue atado por las hormigas que aguijonearon su cuerpo.
A pesar de los dolores que las picaduras le producían Chouí llego hasta la rama donde estaba el nido.
Rápidamente lo tiro sobre la hierba, salvando así a los pichones.
Atontado y dolorido por las picaduras, perdió pie, cayendo al vació.
El golpe fue tan grande que Chouí quedo en el suelo, con los ojos cerrados y sin moverse.
Los pájaros sorprendidos primero y desesperados después, lo rodearon.
Con sus picos le echaron agua para reanimarlo.
Poco a poco comprendieron que Chouí había muerto
Entonces un inmenso gemido de dolor recorrió la selva ¡ Chouí ah muerto!
Las ardillas, los sapos y los venados también se conmovieron.
Ellos habían conocido a Chouí y lo querían.
Al intenso dolor siguio una gran quietud, la selva tan poblada de animales y plantas callo.
El sol se oculto en el horizonte dorando suavemente las hojas de los árboles en un atardecer tristísimo.
Una a una, las aves levantaron vuelo y al cabo de un largo rato volvieron trayendo en sus picos una flor color azul.
Las había de todas formas y tamaños y de extraños aromas. Pero todas eran azules. Las flores azules eran las preferidas de Chouí. Los pájaros lo recordaban bien. Y ese seria el homenaje a su mejor amigo.
Lentamente, en la roja tierra misionera apareció, una gran mancha azul. Sobre ella revoloteaban cientos de pájaros, que con sus alas multicolores formaban un arco iris de plumas.
Las aves con encantadores trinos le pidieron a Tupa que hiciera un milagro. Que convirtiera al indiecito en pájaro, como el lo había soñado.
Cuenta la leyenda que desde ese momento la montaña de flores salió un pájaro azul cantando ¡ Chouí, Chouí! , se perdió en el cielo seguido de miles de pájaros.
Y desde ese día se puede encontrar en la selva misionera, sobre todo en los naranjales, un bello pájaro azul cuyo canto dice
Chouí, Chouí 

 

 

 

 

 


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