La
Quereminca era una bella imilla cuyos encantos
enamoraban a los jóvenes. Ella encendía el fuego (miná)
de la pasión en ellos, para luego desdeñarlos. Desesperados,
algunos de ellos se suicidaron.
Pero un joven llamado Sumajkaig se sintió capaz de
hacerse amar (wiñapaig) y así pareció en principio,
pero pronto quereminca se cansó y comenzó a mirar a otros.
Su enamorado, triste y desesperado, lloró su pena, la que se
convirtió en odio y sed de venganza. Invocó a Illaepa
y a todas las fuerzas ocultas para vengar su amor.
Y el
castigo se hizo realidad: Quereminca fue convertida
en ave, tan canora como bella había sido y con un poder de
imitación especial, pues imitan las queremincas el
canto de todos los pájaros y todos los rumores de la selva.
Cuentan los amautas que hay un yahuar Kucha en el
fondo de un precipicio, cerca de una montaña. El lago es
color rojo como la pasión que la imilla despertaba en los
hombres.
El viento llevaba hasta Quemirinca las voces
de los suicidas que reclamaban su presencia pero a cada
queja de amor ella responde: Hutam, hutam, istita