Un pueblo necesita
de un territorio para poder desarrollarse.
Quiero aclarar que en este artículo entiendo tierra por
territorio. Los hermanos mapuches del Neuquén cuando hablan de
territorio hablan de todo lo que constituyen los aires y el
subsuelo de una región además por supuesto de su superficie.
El sistema judicial de tierras en América es totalmente ambiguo,
pues es producido por una infamia: la conquista.
Dice el diccionario: conquistar es apoderarse de lo ajeno.
Adquirir algo por la fuerza...para mi eso se conoce también con
el verbo de robar. La conquista de América es un hecho nunca
justificado, y además no otorga derecho legítimo sobre la tierra
conquistada, si así fuese, los argentinos no podríamos decir que
las Islas Malvinas son nuestras, cosa que duele tan solo con
pensarlo.
Dicho sistema de tierras debe buscar otros argumentos,
posiblemente en la fuerza de la tradición. Pero en esa tradición
aunque no quisieron incluirnos estuvimos siempre nosotros, por
ello hoy, en el presente las comunidades originarias
representamos un interrogante.
Pero mucho mas que un interrogante representamos un clamor. El
clamor firme y contundente que recuerda al Estado y a la
sociedad toda y que expresa EL DERECHO A LA TIERRA.
Un derecho que no puede ser tomado como dádiva, es decir un
favor que el gobierno realiza en pro de la comunidades, sino
como un acto de justicia.
Un derecho que no puede ser tratado en un concepción occidental
de propiedad privada individual de loteos, sino en la concepción
de nuestras comunidades de propiedad comunitarias de las
tierras.
Una vez mas lo decimos: la tierra no nos pertenece, somos
nosotros los que pertenecemos a la tierra, y exigimos que nos
devuelvan a ella. Fuera de ella, nos han discriminado, y
explotado, y nuestras comunidades se trasformaron en la
industria exportadora de sirvientas y changarines para Buenos
Aires.
Somos parte de la tierra y al robarnos han comenzado el
genocidio cultural mas tremendo.
Un pueblo, cualquiera sea, necesita de un mínimo de tierra para
poder subsistir, por ello se entienden organizaciones como "los
sin tierra" del Brasil.
No es que no tengamos donde caernos muertos ya que la muerte es
lo suficientemente digna como para no pedir permiso a nadie. El
tema de nuestras comunidades es que no tienen donde ponerse de
pie para vivir.
La pachamama, la ñuque mapu, la tierra en todos los idiomas
aborígenes, son la expresión de una lucha inclaudicable.
Además de un robo, desde el siglo XVI hubo un sacrificio
sacrílego. Como en todo sacrificio hay por lo menos cuatro
elementos: los sacerdotes, el altar, la ofrenda y el dios. En
América hicieron de sacerdotes todas las Instituciones que
permitieron el saqueo. Ni siquiera fue necesario que se
apoderaran de la ofrenda, pero fueron capaces de presentarla
sobre el altar. El altar fue el mercado como espacio de una
nueva economía que aquí no se conocía. La Economía de mercado
tomó nuestras tierras las catastró, las loteó las dividió y las
repartió sin considerarnos a nosotros. Nosotros fuimos la
ofrenda, o mejor dicho nuestra madre, la tierra, la que contenía
riquezas y culturas, la que contenía pueblos y comunidades, la
que nos contenía a nosotros. Y fue sacrificada a un dios vil, el
dios metal, el dios dinero. En fin un dios sin dignidad para una
ofrenda tan sublime.
La protesta socialista se reducía al concepto de tiranía de
mercado frente a la prepotencia liberal que exigía la soberanía
del mercado. Vista desde nuestra concepción, esta soberanía
tirana se transformó en absoluto, se transformó en dios. Hoy hay
que hablar de la idolatría del mercado.
Nos resistimos a semejante idolatría, la rechazamos, y nos
transformamos ante ella en impíos, en blasfemos porque no
aceptamos al dios mercado, no aceptamos al dios metal.
Aceptamos y amamos intensamente a nuestra Pachamama y exigimos
su restitución. El derecho que muy pocos osarían a negarnos
intelectualmente no es un mero clamor de nuestras comunidades
excluidas, es el mismo grito de la tierra.
Fuente:
http://ica.org.ar/revistaica/tierra.htm
Revista PachaMama- escrito por Teresita Saravia
La frase de
Josefina Vargas, miembro de una Comunidad Mapuche de Neuquén,
resonó en el Salón de las Mujeres del Bicentenario de la Casa
Rosada.
“Todavía estamos vivos, no nos han terminado de matar”
Sonó como un cuchillo, que corta el silencio.
Sentada a muy pocos metros, la observaba con gesto concentrado
la Presidenta Cristina Fernandez de Kirchner.
Son doscientos años, pero yo no puedo decir que estoy
festejando, advirtió Josefina mientras las pantallas gigantes
del salón reproducían su imagen con el poncho y la vincha de
plata y cuero llamada “trarûlonko”, en su idioma original.
En el estrado la escuchaban Cristina Fernandez de Kirchner, la
Ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner y el Ministro de
Educación Alberto Sileoni.
El acto había sido organizado con motivo de la llegada a Buenos
Aires de varias delegaciones.
“Me gustó mucho que ustedes dijeran que se sienten Argentinos”,
comenzó su discurso Cristina Fernandez de Kirchner.
En el acto se anunció la firma de los Decretos 700/ 2010 y 701/
2010, que establecen las nuevas atribuciones del INAI (Instituto
Nacional de Asuntos Indígenas), y crean una comisión en la que
estarán representados: La Nación, Gobiernos Provinciales y los
Pueblos Originarios, para analizar el “reclamo” más sensible del
sector:
”La tenencia de la Tierra”
La medida más aplaudida fue la creación de la “Comisión de
Análisis é Instrumentación de la propiedad Comunitaria
Indígena”, ente descentralizado de Desarrollo Social que debería
encargarse de garantizar el derecho constitucional a que las
tierras en que viven los Pueblos Originarios, sean reconocidas
como “Propiedad Comunitaria”.
Fuente: Nota de
Página 12 del 21 de Mayo de 2010 Por: Martín Piqué.
ENRIQUE WEISSENBOCK
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