El
zorro se presentó un día en la casa de una pareja de tigres y
se hizo pasar por un sobrino que venía desde lejos a
visitarlos. Fue recibido y hospedado como pariente.
Los tíos lo trataban muy bien, pero eran tan avaros, que si el
pobre zorro pasaba hambre cuando vagaba por los campos, no lo
sufría menos en familia.
Un
día el tío y el sobrino fueron a buscar una buena res a la
orilla del arroyo. El zorro trepó a un árbol para anunciar las
presas posibles, y el tigre se escondió para cazar
cómodamente.
-
Allá viene una majada de cabras con unos cabritos gordos, -
dijo el zorro, pensando que uno de estos últimos le podía
tocar a él.
-
No me gusta la carne con pelos largos, -dijo el tigre.
Las dejaron pasar.
-
Allá viene una majada de ovejas con unos corderitos que están
como para chuparse los dedos.
-
No me gusta la carne con lana.
Pasaron también.
-
Allá viene una tropilla de potros.
-
No me gusta la carne hedionda. a tropilla siguió sin ser
molestada.
-
Allá viene una tropa de vacas.
-
Esa carne me gusta, - dijo por fin el tigre y, en cuanto
llegaron, saltó sobre una vaquillona gorda y la mató.
Mientras el tigre la carneaba, el sobrino le ayudaba en lo que
podía.
Sentía tanta hambre el zorro, que comenzó a pedir algo para
comer, pero el tigre se lo negaba.
-
¿Tío tigre, por qué no me da un pedazo de matambre para asar?
-
No, ésa es la achura
(1) de su tía tigra
(2).
-
¿Me da los ojos, entonces?
-
No, los ojos son para cuentas del collar de tu tía tigra.
-
Déme la panza, que es puerquita.
(3)
-
No, la panza es para mate de tu tía tigra.
-
Déme las tripas.
-
No, las tripas son para bombilla de tu tía tigra.
-
Me podría dar el guano, siquiera.
-
No, el guano es para yerba del mate de tu tía tigra.
-
Pero, tío tigre, Ud. nunca me da nada, déme por lo menos la
vejiga.
-
Te la daré, pero la vejiga era para tabaquera de su tía
tigra.
El
zorro lavó la vejiga en el arroyo y comenzó a soplarla a modo
de globo, como suelen hacerlo los niños campesinos.
Luego el tigre cargó al sobrino con un espléndido costillar, y
le dijo:
-
Llévalo a tu tía tigra. Dile que lo ase al asador y que
me espere a comer. En cuanto termine de carnear, iré.
El
zorro llegó a la casa y le dijo a la tigre:
-
Tía, manda decir mi tío que ase este costillar y me lo sirva
en cuanto esté.
La
tigre lo hizo así, y el zorro se comió todo el asado. Como
sabía lo que le esperaba, huyó al campo.
Cuando llegó el tigre cansado, y se encontró sin su almuerzo,
se enojó tanto que salió a buscar al zorro para matarlo.
Se
escondió en la bajada del arroyo, por donde forzosamente debía
arrimarse a beber.
Llegó el zorro, y como sospechara que podía esperarlo allí su
tío, desde lejos, dijo:
-
Agüita, ¿te dejas beber?
-
Sí, puedes beberme, - contestó el tigre desfigurando la voz.
-
Agüita que habla no bebo yo, - dijo el zorro y echó a correr.
Al
día siguiente, el tigre se escondió allí mismo dispuesto a no
hablar. Como había aguardado mucho, le dio sueño, y se acostó
a dormir en medio del camino.
El
zorro, que se aproximaba en punta de uñas, lo vio y, como no
podía pasar, resolvió darle una broma. Llenó con piedrecillas
la vejiga de la vaquillona, que ya estaba medio seca, y se la
ató a la cola del tigre. Se escondió entre unos juncos y desde
allí observó.
Al
rato, el tigre movió la cola, y se asustó tanto del ruido que
las piedras producían dentro del pellejo, que huyó
desesperado, creyendo que se trataba de algún cazador que con
sus perros lo perseguía.
El
zorro bajó al arroyo y bebió.
El
tigre iba ya muy lejos, cuando una rama rompió la vejiga, y
comprendió entonces, que se trataba de una broma del zorro.
Furioso, se volvió jurando no dejarlo con vida.
Al
otro día se escondió nuevamente en la bajada del arroyo.
Llegó el zorro y preguntó:
-Agüita, ¿te dejas beber? - y como nadie contestaba bajó al
agua.
El
tigre le saltó encima, pero el zorro alcanzó a meterse en una
cueva que había en la barranca. El tigre metió la mano y
consiguió asirlo de la cola.
El
susto tremendo no le hizo perder el tino al zorro que comenzó
a gritar:
-
¡Tire, tío tigre, que es una mata de paja! ¡Tire, tío tigre,
que es una mata de paja!
La
abundante cola peluda del zorro le pareció al tigre que era
una mata de paja y la soltó.
El
zorro se deslizó cueva adentro y desde allá, riéndose a
carcajadas, le decía:
-
¡Bah, que había sido tonto mi tío! Era mi cola la que tiraba.
¡Que la inocencia le valga!
El
tigre, cada vez más furioso, le aseguró que no saldría de allí
con vida, y se echó en la puerta de la cueva. Estuvo así casi
todo el día. Cansado, llamó a un carancho (4), lo dejó de
centinela y se fue a comer.
El
zorro trató repetidas veces de entrar en amistad con su
cuidador, pero el carancho había tomado tan en serio su papel
que no lo atendía. Tanto insistió el zorro y tanto se aburrió
el carancho, que comenzaron a conversar. Cuando tomaron cierta
confianza, el zorro le propuso que jugaran a quién permanecía
más tiempo con los ojos muy abiertos y fijos. Jugaron un rato,
y una de las veces en que le tocó al carancho abrir los ojos,
el zorro se los tapó con un puñado de tierra y huyó.
El
zorro, con su ingenio, burló el poder del tigre y castigó su
avaricia.
(1) Aparte de la significación que trae el
Diccionario de la Academia, tiene el de "parte de la res que
cada persona prefiere".
(2) Arcaísmo que aun persiste en le habla
rural argentina.
(3) "Sucia".
Tomado del
libro: Antología Folklórica Argentina para las Escuelas de
Adultos - Consejo Nacional de Educación.(1940)