El
desapego que la muchacha tuvo siempre para con su
hermano se convirtió en provocación. Amasaba el
pan y preparaba la comida para ella sola. Cuando
el hermano regresaba después de todo el día de
andanzas y fatigas, no tenía que comer. Cuando él
lo llevaba todo con resignación, ella inventaba
pretextos para herirlo y hacerlo sufrir. Tomó el
hábito de mortificarlo y no disimulaba su
satisfacción cuando lo conseguía.
El
hermano trató por todos los medios de cambiar el
carácter y los sentimientos de la hermana, pero no
lo consiguió. Agotadas su bondad y su paciencia, y
amargado por su vida, resolvió darle un castigo
tan grande como su crueldad.
Un
día le pidió que le ayudara a sacar de un árbol
muy alto un panal que acababa de descubrir. Ella
era muy aficionada a la miel y aceptó. Cruzaron el
bosque y treparon a un árbol gigantesco. Cuando
llegaron a la copa, se cubrieron la cabeza para
evitar el aguijón de las abejas. La niña se sentó
en una horqueta y esperó las órdenes del hermano
que debía buscar el panal. El muchacho fingió
abrirse paso entre el ramaje hacia el enjambre,
pero bajó, y al bajar fúe cortando a uno todos los
gajos del tronco.
- ¡
Sabrás, ahora, lo que es tener hambre! - le gritó
desde abajo.
La
niña se desembozó y vió el tronco desgajado y
altísimo. Rompió a llorar y le pidió al hermano
que la bajara; le prometió que sería buena, que
cumpliría sus órdenes y lo ayudaría; pero él no se
ablandó, y marchándose la dejó abandonada.
En
su desesperación, la muchacha lo llamó por su
nombre tantas veces como le alcanzó la voz.
-¡Caco, huy!.... ¡Caco, huy!....¡Caco,
huy!....¡Caco, huy!....¡Caco, huy!....(1)
Cuando cayó la noche sobre el bosque, su grito de
horror y de arrepentimiento se hacía cada vez más
lastimero, pero nadie podía oirla, su hermano
estaba muy lejos.
Sobre aquel castigo cayó otro castigo superior: la
hermana cruel se transformó en ave y echó a volar
en busca del hermano. Desde entonces, cuando
llega la noche, con la cabeza tendida hacia la
altura, los ojos cerrados y en rara actitud de
espera, llama angustiada al hermano que nunca
volverá.
¡Cacuy!...¡Cacuy!...¡Cacuy!....
Los
lugareños de los cerros y las selvas del norte,
que conocen la historia del ave solitaria y
huraña, se estremecen al oírla.
1) Voz onomatopéyica. Cacuy o
urutaú. Nictibus griseus cornutus. (Veillot) . Ave
nocturana. Habita Panamá, Centro y Sudamérica. En
la Argentina, el Norte y el Nordeste. Es singular
su aspecto, por su vida nocturna y oculta y por su
raro grito.
Tomado del libro: Antología Folklórica Argentina
para las Escuelas de Adultos - Consejo Nacional de
Educación.(1940)