La
iguana tiene su historia.
Era una mujer pobre y haragana que tenía como único abrigo
para el invierno una frazada rota.
Por las noches tiritando de frío decía: "Mañana coseré mi
frazada". Al día siguiente salía con su cobija, y como le
parecía que el sol calentaba bien, pensaba que no era tan
urgente arreglar su prenda, y se entregaba al sueño
tranquilamente.
Esto sucedía
todos los días hasta que la frazada se destrozó por completo y
su dueña tuvo que ir durante la noche a buscar abrigo en las
cuevas de los animales. Dios, al comprobar su haraganería, la
convirtió en el feo reptil cuya piel recuerda la frazada sucia
y rota.
Tomado del libro: Antología Folklórica Argentina para las
Escuelas de Adultos - Consejo Nacional de Educación.(1940)