Había
una vez un hombre muy forzudo, pero muy jactancioso.
Una vez pasó
por el lugar donde se construía un templo de anchos muros y
fuertes columnas. Al verlo dijo, lleno de soberbia:
-¡Gran cosa es
esto, soy capaz de echarlo al suelo de una patada! - Y así lo
hizo, festejando su atrevimiento a carcajadas.
El juez mandó
prenderlo y engrillarlo, y de este modo lo condujeron a la
cárcel. El castigo de Dios fue más severo que el de los
hombres. Por su vanidad y por su profanación fue convertido en
chingolo (1)
Por eso este
pajarito conserva su bonete de presidiario, anda siempre
nervioso, y como aún lleva puestos los grillos, sólo puede
caminar a saltitos.
1) Chingolo - Zonotrichia capensis - Se le
llama también Chuschín en parte de la región andina y en la
norteña
Tomado del libro: Antología Folklórica Argentina para las
Escuelas de Adultos - Consejo Nacional de Educación.(1940)