Ritual
penado por la ley nacional 14.346", que contempla la
prohibición de todo tipo de actos que conlleven al
"sufrimiento de cualquier especie animal"
(1858-1861)
Pablo Mantegazza
Después de las carreras de caballos, que se realizan
en verano, la diversión predilecta de los argentinos,
en el invierno, es la riña, o pelea de gallos. Durante
esta estación, es ven en todos los patios y delante de
las casas, grandes jaulas de cañas, en las que está
encerrado el gladiador con la única compañía que se le
concede.
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"Riña de gallos"
Florencio Molina Campos
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El gallo es preparado para
la lucha con un régimen dietético, reglamentado por leyes
severas y principios científicos, y así como con la
castidad se intenta hacerlo más digno de los lauros
marciales, se procura, con alimentos suculentos,
fortificar su fibra muscular, en mengua de la gordura
linfática de los flojos.
De cuando en cuando, se
educa al gladiador en las luchas de la batalla, cubriendo
su espolón con una camisa de cuero para que no pueda
herir, y en estas pruebas se calcula el valor del campeón
y se forjan sueños más o menos dorados sobre el porvenir.
He visto a un gancho que durante muchas semanas había
empleado los cuidados más solícitos en la educación de
sus alumnos, quedar desilusionado de sus risueñas
esperanzas durante uno de estos simulacros, y destrozar
con rabia y furor al poltrón que se había retirado al
débil ataque de una gallina.
Cuando el gallo está
compuesto, se lo lleva al reñidero, verdadero teatro, que
paga un derecho al gobierno, y en el que se exhiben,
escritas sobre una gran tabla, las leyes de la guerra
gallesca. Depuesto el campeón en medio de la arena, se le
busca un rival, al que se pesa y confronta, para igualar
en lo posible a los combatientes en tamaño y peso. Las
armas son las espuelas naturales u otras postizas de
latón o de plata. Las de acero están prohibidas por
reglamento, porque se las cree venenosas.
La riña puede durar hasta
la muerte de uno de los gladiadores, o hasta que uno de
ellos cede el campo y huye por una pequeña salida que
está siempre abierta para los cobardes en una esquina de
la arena. También se considera derrotado el gallo que,
sangrando, bizco y tal vez caído el pico, canta, llamando
a su socorro a las gallinas de su harén. Este reclamo
supremo a las compañeras de sus placeres es para nosotros
los europeos muy conmovedor, y hace en cambio
desternillarse de risa a los argentinos, que lo
consideran como la más segura manifestación de cobardía
y, por consiguiente, de la más oprobiosa derrota.
Es sorprendente el
entusiasmo con que los argentinos asisten a este
espectáculo, en el que el silencio, inspirado por la
ávida curiosidad de la lucha, es interrumpido de cuando
en cuando por los gritos de las apuestas. Al valor de los
gallos, los más ricos juegan a veces sumas enormes,
mientras los pobres se contentan con llevar su óbolo de
unos cuantos reales al tapete sangriento de este juego
cruel. Las corridas de toros han sido prohibidas en
muchos países de la América meridional, y en esto los
hijos son mejores que los padres, pero la riña es una de
las diversiones predilectas de los americanos y durará
aún muchos años.
(1889)
- Alfredo Ebelot
Los conocía desde Buenos
Aires, en que no pasan de ser tolerados, y tienen un
edificio propio que recibe cada domingo un centenar de
aficionados, verificándose las riñas con una seriedad
escasamente pintoresca. ¡Qué distintas eran las cosas en
la Banda Oriental! El reñidero se instalaba en el patio
de una confitería, al pie de dos o tres raquíticos
naranjos. Bastaba al efecto un pequeño circo portátil de
lona, con tan liviana armazón de madera que podía
llevarse con una sola mano.
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"Riña ´e gallos"
Florencio Molina Campos
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En el fondo del patio
estaban en línea las jaulas de los callos de riña,
cuidados con tanto esmero como un stud de parejeros.
Cada habitante tenía su nombre y genealogía
—generalmente oral, sin duda-. Para que pueda llevarse
un studbook en regla, será preciso que el leer y
escribir se generalicen entre los apostadores.
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Apenas armado el circo y
guarnecido su interior con una capa de linda arena,
los jugadores acudieron. Cada uno llevaba debajo del
brazo su gallo tapado con un poncho, y se hicieron las
apuestas: "¿Cuánto pesa su gallo?" "Tantas libras".
"El mío pesa solamente tantas". Tratan de oponer uno a
otro dos gallos del mismo peso, cuando sus demás
condiciones son análogas. Pero tal gallito todo
nervios podrá competir ventajosamente con un gallo
grande todo huesos. Esto depende de la casta, de la
preparación, de la destreza en la esgrima de la púa,
de los antecedentes del padre, de gloriosa memoria.
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Son otras tantas
cuestiones que se discuten horas enteras entre dueños de
gallos. Los que quieren apostar miran, escuchan, toman
apuntes mentales, palpan sus pesos de plata en el
bolsillo, al establecer el cálculo de sus pollas, sin
juego de palabras, absorto el pensamiento y relucientes
los ojos.
En fin, se pusieron dos
gallos en presencia.
Uno era viejo, pelado y
tuerto. Su dueño era un gaucho ya entrado en años que se
le parecía bajo varios conceptos. Por lo demás bien en
punto, nada cargado en carnes, superiormente preparado
—el gallo, se entiende—, y diestro, según se decía, como
el diablo para pegar en plena garganta al adversario.
El otro era un gallo
nuevito que se estrenaba. Su padre había sido célebre, su
madre era cualquier cosa. Le faltaba, aseguraba su
propietario, cuatro o cinco días de preparación. Un
criador serio de gallos avalúa esto con una aproximación
de horas. Pero el gaucho viejo sostenía que esta aserción
no pasaba de un ardid, que se hallaba en el estado
preciso.
El gallito arrancó bien.
Tenía furia. Abusaba tal vez del pico, ensangrentando la
cabeza de su contrario; pero si no consiguen hendir el
cráneo, tales golpes no son decisivos. Dos o tres puazos
que dirigió el viejo, y que me parecieron firmes,
determinaron, a pesar de esto, una baja en sus acciones.
"Es torpe", decían los entendidos, y el viejo gaucho
aumentaba sus apuestas, jugaba contra todo el mundo.
Su gallo, chorreando
sangre, erizadas las plumas, se cansaba visiblemente. El
gallo nuevito adquiría mayor fijeza a medida que se le
apagaban los bríos. Los últimos cinco minutos —el asalto
duró unos veinte— fueron palpitaciones. El gallo viejo,
con su único ojo tapado por la sangre, ocultó su cabeza,
que laceraba el terrible pico, debajo del ala del otro, y
ambos dieron vueltas algún tiempo sin que hubiese forma
que la sacase. Las apuestas se multiplicaban rápida y
gravemente, en voz baja. Cuanto más impresionado y
ansioso está el gaucho, tanto más impasibilidad demuestra
su fisonomía.
El combate se armó de
nuevo, con mayor encarnizamiento. De repente el gallo
viejo dio con la coyuntura que buscaba, y le asestó su
golpe de gracia, su estocada secreta. El otro siguió
peleando un ratito. A veces le silbaba la garganta, a
veces se sentía un glu-glu sordo. Lo ahogaba la sangre.
En fin, no pudo más, disparó pidiendo merced.
¿A qué decir que no, si
así es? Pidió merced, el desgraciado. Emitió dos o tres
quejidos inarticulados. Esto se llama cacarear. Es la
vergüenza de las vergüenzas. El viejo, mientras tanto,
victorioso, ensangrentado, horroroso y soberbio, lo miró
con desprecio e hizo sonar su canto triunfal.
Extracto de nota
relacionada de la Provincia de Santiago del Estero -
10/02/2007
........Este
ritual, tan antiguo como sangriento, moviliza a miles de
personas cada fin de semana, en un negocio que produce
más de un millón de pesos al año y que, a contramano de
las leyes nacionales, que penalizan la actividad, en
esta provincia funciona bajo la protección de una ley
provincial dictada hace dos décadas, durante el gobierno
de Carlos Juárez.
Pero ese
amparo provincial, al parecer, no durará mucho tiempo
más. La Asociación Vida Animal obtuvo de los
legisladores locales el compromiso de que pronto esa ley
será derogada. Esta misma organización proteccionista
había conseguido que el juez del crimen de La Banda,
Néstor Migueles, decretara la suspensión de un torneo
internacional de riña de gallos que debería haberse
realizado aquí a fines del año pasado, con el argumento
de que la ley provincial 5574 "se contrapone a la ley
nacional 14.346", que contempla la prohibición de todo
tipo de actos que conlleven al "sufrimiento de cualquier
especie animal".........
Fuente:
http://www.relinchando.com/didacticos/Gaucho/Biblioteca_Digital/RINA_DE_GALLOS.htm
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=882402