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EL ARRIERO ARGENTINO


Su aparente y simple tarea requiere una serie de condiciones que deben darse simultáneamente en el mismo individuo, para responder cabalmente a la exigencia del oficio. la palabra arriero se utiliza solamente con el gaucho que traslada hacienda gente y personas a través de la cordillera  no confundir con resero o tropero los cuales ejecutan un trabajo parecido pero en el campo normal no en la cordillera. esta aclaración la hace un investigador de los gauchos argentinos en cada región y pertenece al Sr: Mario Alvarez  de la ciudad de Rio Negro el cual es nieto de arriero cordillerano.

En primer lugar, el arriero debe ser consumado baquiano. del macizo cordillerano Si no conoce por dónde debe transitar con su tropa; a donde irá a abrevar su hacienda, o dónde debe buscar reparo y seguridad cuando así lo exija la hora; las necesidades de la marcha o las inclemencias del tiempo; evidentemente no puede ser buen arriero.

Para ahorrarse una jornada o dos debe saber cortar campo a través de treinta o cuarenta leguas por la pampa sin caminos, sin árboles, sin accidentes, y "caer" justito en la encrucijada de los caminos.

El arriero requiere, asimismo, condiciones de buen rastreador. Cuantas veces en las zonas boscosas de las altas montañas las bestias cargadas, el novillo mañero o la mula volvedora, se "cortan" de la tropa y se internan en laberintos del monte. De allí los saca solamente quien sabe descifrar en los accidentes del suelo, la historia de las idas y venidas.

Pero esto de ser buen baquiano y rastreador debe darse en un hombre paciente y sufrido, que soporte sin una queja la sed, el hambre, el frío, las grandes nevadas en la cordillera de los Andes la lluvia, el calor, la fatiga.

Además el arriero debe saber por intuición y por experiencia si la tormenta que se avecina traerá viento o piedra, o nieve para tomar las providencias del caso; si los signos de alarma en la tropa obedecen a la vecindad de un peligro cierto o a un simple papel o lona perdidos en el camino; si las mulas bufan porque son ariscas nomás o porque en la oscuridad de los chañarales han descubierto la presencia del puma en acecho.

Y en aquellos tiempos en que las indiadas amenazaban permanentemente el tránsito de los caminos, el arriero debía distinguir sin equivocarse si la polvareda que se levantaba en el horizonte era de gauchos que boleaban yeguas; de una galera que en el afán de devorar distancias avanzaba a los barquinazos; si se trataba de un regimiento de soldados o de los corredores del fortín que andaban por la pampa procurándose una picana de avestruz o una presa de guanaco.

Los que no murieron bajo las chuzas indias murieron de cansancio de pobreza y olvido. Por eso la tristeza criolla no es mera figura retórica y rastreando en la vida de un arriero se la puede encontrar sin necesidad de andar leguas.

Y acollarando con un dejo de nostalgia sus recuerdos Don Juan Quiroga exclamaba: "Qué vida triste es la del arriero: venga frío, venga viento, venga nieve; el arriero no puede desamparar la hacienda su gente y sus mulas porque la misma vida de arriero le a enseñado a respetar el derecho a la vida el propio y el de su gente no es digno de llamarse Gaucho arriero aquel que abandona a los suyos por el mal tiempo.

 

 Fuente: http://www.elfolklorecuyano.com.ar                                                       

 

 

 

 


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