Página declarada de Interés Cultural por la
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por
Resolución Nº 374/07 del 15/11/2007
Adherida a la Federación Argentina de Instituciones
Folklóricas F.A.I.F.
CULTURAS
DEL CHACO
Guaycurúes
Los Guaycurúes eran un
grupo de pueblos indígenas de origen patagónido. Ellos se
dividen en: Abipones, Mbayaes, Payaguaes, Mocovíes, Tobas
y Pilagaes. De estos grupos actualmente sobreviven los
Mocovíes, Tobas y Pilagaes: en Chaco y Formosa
Abipones: se
ubicaron en las riberas norte del curso inferior del río
Bermejo. Según el padre Dobrizhoffer los Abipones se
dividieron en 3 grupos:
Rikahé: gente de campo
Nakaigeeterhé: gente
del bosque
Jaaukanigá o
Yaaukanigá: gente del agua.
La llegada de caballos
cambió los hábitos de los abipones, en especial
incrementó sus instintos guerreros. Primero atacaron los
indígenas vecinos y luego los asentamientos blancos.
Guerreros mocovíes: habitaron
la zona de Santiago del Estero y fueron igual de
belicosos que los abipones. Entre los ataques a las
colonias españolas, sufrieron sus embates Salta, San
Miguel de Tucumán y hasta Córdoba. A comienzos del siglo
XVII se radicaron en el sur del Gran Chaco y fue Santa Fe
su blanco predilecto.
Los Tobas: ocuparon
casi toda la provincia de Formosa. Como los otros pueblos
Guaycurúes, adoptaron el caballo a lo largo del siglo
XVII.
Dejaron sus hábitos sedentarios y se convirtieron en
nómades montados.
Según el lugar en que se encontraban los Tobas adoptaron
diferentes nombres:
Tobasminí (pequeños
tobas): habitaron el Chaco Paraguayo.
Tobas-Guazú (grandes
tobas): habitaron la región argentina
Pilagaes: continúan
viviendo en la parte central de Formosa, sobre la
margen derecha del río Pilcomayo, en la anegadiza
región del estero Patiño.
Otros pueblos fueron:
los Takshik, Lañagashik y los Shiuwik.
Datos generales: eran
de gran estatura y de fuerte complexión física, tal los
grupos patagónidos.
Las distintas se organizaban en grupos o bandas, de unas
cien personas, dirigidas por un cacique; este cacique era
colaborado por un consejo de ancianos. El cacique sólo
podía dar órdenes en caso de guerra, no tenía poderes
absolutos. Era un cargo hereditario siempre y cuando el
hijo mayor de éste se destacase como orador y guerrero.
La tierra fue de propiedad común y cada tribu tenía un
territorio de caza, cuyos límites eran respetados
rigurosamente.
Economía: su
principal actividad fue la recolección y los frutos a
recoger dependía de la región: los pilagaes buscaban el
fruto del algarrobo, del chañar, del mistol, la tusca y
el molle; a veces el higo de tuna, ananás silvestres,
porotos del monte, cogollos de palmeras y algunas raíces. Distintos hábitos: el padre Canelas, sacerdote
que convivió con los Mocovíes en el siglo XVIII, contó un
curioso caso: se alimentaban con langostas, y cuanto más
pequeñas, mejor. Las langostas fueron una plaga, y ellos
mataban las más grandes simplemente ensartándolas con una
vara; a las pequeñas las guardaban en botijos especiales
y - al llegar a la aldea - se las colocaba en un
recipiente con poca agua, hasta que se convertían en una
especie de margarina que posteriormente calentaban.
Fueron expertos cazadores y pescaron con arco y red.
Las armas guaycurúes fueron el arco, la flecha con punta
de madera o hierro, la lanza de hasta 4 metros y la
macana.
Vestían chaquetas de cuero y usaron las boleadoras para
cazar ñandúes. Usaron arpones para guerrear.
Valentía:
fue su máximo orgullo. Para un bravo eran todos los
privilegios, los forasteros sabían de su valor cuando
veían las cabezas de sus enemigos muertos, clavadas en
picas, delante de sus chozas. Iban a la guerra por
diversos motivos:
Económico: obtenían
ganados y esclavos.
Venganza: para
cobrarse un ataque, sorprendían al enemigo tomando
prisioneros.
Gloria personal:
vencer a un enemigo poderoso era lo máximo para este
pueblo, allí la explicación de excursiones a provincias
como Jujuy.
Familia y religión:
eran básicamente monogámicos, pero los caciques
practicaron la poligamia. Los Tobas entregaban una
especie de dote, mientras los Abipones, compraban a la
novia.
Fueron animistas (animales u objetos animados por
espíritus que habitan en ellos) y usaron la magia para la
cura.
Matacos y Chorotis
Cabe hacer una aclaración
comentada en la publicación "Musica Tradicional
Argentina" . Ana María Locatelli de Pérgamo (Musica
Tradicional Argentina, pág. 20) cita: Magrassi, Guillermo
(1989:79/80): "fueron llamados mataco por los
españoles. Es palabra castellana vieja que significa
'animal de poca monta... sin importancia'. Wichí en
nomenclatura etnográfica significa GENTE".
Ubicación y datos
generales: hace 100 años las aldeas matacas y
chorotís se encontraban a lo largo de los ríos Pilcomayo,
Bermejo, Teuco, Yeguá y Vega Quemada; en la actualidad
habitan el oriente de la provincia de salta y occidente
de Chaco y Formosa.
Los Mataco-Maccá agrupan a los Matacos (Wichis), Chorotís,
Ashluslay y Maccaes. En el territorio argentino sólo
quedan Matacos y Chorotís.
Son del tipo racial patagónido con influencia andina y
brasílida. Su economía era básicamente de recolección y
de pesca.
Armas y algo más:
para pescar usaron el palo bobo, un palo hueco, de
unos cinco metros de largo, y se componía de una vara en
cuyo extremo se ataba una varilla de palo blanco sobre la
que se colocaba la punta del arpón; esta punta podía ser
de cuernos de vaca o de venado. Algunas otras armas
fueron la macana, el arco, flechas y la lanza.
Vivienda y hábitos
alimenticios: era una choza de forma cupular
hemisférica hecha de ramas y paja y medían 3 metros de
diámetro por 3 de alto. No tenían puertas.
Solían comer carne, por lo general mal asada, charqui de
pescado, frutas de algarrobo, poroto del monte (que
necesita hasta 7 ebulliciones para ser comestible) y la
sal, cuando escaseaba, la obtenían de los europeos o en
comercio con tribus vecinas, a veces la extraían de una
planta del género salicornia que crece en terrenos
salitrosos; para ello acarreaban cantidades regulares de
este vegetal y lo calcinaban, amasaban las cenizas con
agua formando bollitos que luego raspaban sobre la comida
para sazonar.
Pequeños vicios: además
de las bebidas, el gran vicio de estas tribus fue el
tabaco, secaban las hojas al fuego y luego,
desmenuzándolos entre las palmas de las manos, lo fumaban
en pipas, que podían ser de madera o de barro cocido.
Para encender el fuego, usaron el viejo método de la
giración, para ello usaban un palo corto de suncho, en el
cual hacían con cuchillo un hoyuelo con una muesca
lateral, y dentro de este hoyuelo hacían girar
rápidamente un palillo de bejuco engastado en la culata
de una flecha; el indio afirmaba con los pies el palo de
abajo y entre las palmas de las manos extendidas hacía
girar velozmente el astil de la flecha presionando
fuertemente hacia abajo; cuando las manos llegaban abajo
volvían a correrlas para arriba y repetía el movimiento y
la presión, a pocos segundos los palos se calentaban y
con el frote comenzaban a quemarse; el suncho se
desgastaba rápidamente y cuando el bejuco llegaba a la
médula del suncho el aserrín salía ya incandescente y
humeante. Entonces el operador recogía sobre el aserrín
pajuelas u hojas secas, las soplaba y aparecía una débil
llama... luego se agregaban más ramas y se lograba la
hoguera.
Vestimenta y
creencias: usaron el clásico quillango
patagónico, hecho con pieles de nutria, venado o zorro,
cosidas entre sí; la parte peluda iba para adentro.
Creyeron en numeroso espíritus que llamaron wichis,
los chamanes (brujos), obtenían su poder de ellos.
Creían que los espíritus habitaban en los alto de los
árboles de la selva. Tan es así, que los cadáveres se
depositaban en una plataforma construida en las copas de
los árboles. Tenían el cuerpo hasta que se descarnaba y
luego ponían los huesos en una fosa hasta que quedaran
limpios, una vez pelados del todo los huesos, los
depositaban en urnas funerarias.
Creían que la muerte era producto de un maleficio. Los
deudos damnificaban la pérdida con la venganza o con el
quebrantamiento del cadáver con un palo o hacha para
matar al mal espíritu que se había metido en el cuerpo.
Chiriguanos
Llegada: los
Chiriguanos entraron al Chaco Salteño a mediados de 1500,
superponiéndose a los pueblos de origen andino que
ocupaban el territorio. Llegaron a la zona con el
conquistador portugués Alejo García. Los chiriguanos, de
origen brasílido, adoptaron las culturas andinas, más
fuertes y sofisticadas.
Organización
económica: se basó principalmente en la
agricultura, y cultivaron el maíz, porotos, calabazas,
mandioca dulce, sorgo, melones y algunas frutas. Para
ahuyentar los loros de las sementeras ponían sobre
estacas las máscaras de carnaval que deshechaban después
de las fiestas. Para almacenar las cosechas, construían
graneros sobre pilotes.
Vivienda: las
primeras viviendas chiriguanas fueron de planta circular
con techos cónicos; dentro de la choza entraban hasta un
centenar de individuos, a fines del siglo XVIII, se
observa un cambio en las viviendas adoptando otras más
pequeñas de planta rectangular con techo a dos aguas; las
paredes eran de palo a pique y barro mezclado con paja,
mientras que la techumbre era sólo de paja.
Estas chozas rodeaban una plaza formando la aldea.
Política: tenían
jefes poderosos con poder casi absoluto y se
diferenciaban: los que gobernaban una aldea de los que lo
hacían con un grupo de aldeas; la jefatura era
hereditaria y la genealogía de los caciques se recordaba
hasta la 3a o 4a generación. Además de gobernantes, los
caciques eran jueces, jefes de guerra y únicos poseedores
de la tierra.
Religión: estuvo
muy ligada con la de los Tupí-Guaraní. El personaje más
importante era el payé o médico, la enfermedad se
consideraba causada por envenenamiento y para curarla, el
payé entraba en trance para que su espíritu desencarnado
destruyera el alma del individuo mal intencionado que
atacaba a su paciente. Los cadáveres se enterraban dentro
de grandes urnas.