El 3 de mayo
pasado falleció, en San Pablo, Brasil, el estudioso
uruguayo Fernando Octavio Assunçao. Había participado de
un congreso reunido por la Unesco en Portugal, patria de
su familia paterna, y, tras visitar el pueblo de donde
ésta era originaria y encontrarse con sus parientes, se
disponía a volver a Montevideo cuando, en el aeropuerto
de San Pablo, mientras esperaba para hacer trasbordo, lo
sorprendió la muerte.
Pese a los homenajes que se le han tributado, tal vez
ni la República Oriental del Uruguay ni la Argentina se
han dado cuenta aún, en su verdadera dimensión, de la
gran pérdida que aqueja, con su desaparición, al sector
más entrañable de nuestra cultura histórica y presente.
Fernando O. Assunçao fue, en el Río de la Plata, el
último gran representante del tradicionalismo de
pensamiento, de palabra y de obra. Sus profundos
sentimientos patrióticos excedían los límites uruguayos
para abarcar también a la Argentina, al Paraguay y a los
estados del sur de Brasil, y se nutrían de las raíces
ibéricas que le brindó la fuerte herencia lusitana de su
padre.
El primer objeto de su interés fue el estudio del
gaucho, al que a partir del trabajo inicial, Génesis
del tipo gaucho en el Río de la Plata (1957), dedicó
libros fundamentales e insoslayables para la comprensión
de su conformación en el tiempo y en el espacio y de su
destino social. Sentía palpitar dentro de sí mismo a ese
tipo humano rioplatense y eso lo llevaba, hasta los
últimos meses de su vida, a montar a caballo, a lucir
para ello prendas de vestir propias del jinete ganadero,
a participar en desfiles patrióticos y nativistas junto
a su familia, como un auténtico patriarca. Porque
predicaba que el ser gaucho no es facultad de una raza
ni de una clase social: es una actitud ante la vida.
La historiografía fue su mayor vocación como
investigador. Gran indagador de archivos documentales,
lector dedicado e inteligente de todo lo que se ha
escrito sobre los temas de su interés, estas prácticas
intelectuales no quedaban reflejadas solamente en sus
numerosos y fundamentales libros y tratados, sino
también en obras públicas tan importantes para su país
como la reconstrucción y restauración de la ciudad de
Colonia del Sacramento y la creación del Museo del
Gaucho de Montevideo, modelo en su género, así como la
organización y planeamiento de muchos otros museos, y de
muestras de colecciones de objetos de significación
histórica o tradicionalista, realizadas con las técnicas
museológicas más actualizadas.
Fue un coreólogo excepcional y, lo mismo que su
esposa, Margarita Corallo, un gran intérprete de la
danza tradicional rioplatense, tanto rural como urbana.
Dedicó varios libros al tema de los bailes campesinos,
terreno en el que realizó aportaciones originales. Sus
descubrimientos continúan la labor del argentino Carlos
Vega y la de su discípulo oriental Lauro Ayestarán, en
cuanto a la aplicación de la teoría de Curt Sachs sobre
descenso y ascenso de los bailes sociales, y las
completa con datos nuevos, sobre todo por sus
investigaciones sobre la influencia azoriana en el
folklore coreográfico uruguayo, que comprueban
transculturaciones de "pueblo a pueblo" que no habían
podido demostrarse tan claramente en el caso de la
herencia de España y de lo que George Foster llamó
"cultura de conquista". En este sentido, sus trabajos
sobre "La Firmeza", "La Chamarrita" y "El Caranguiyo"
son fundamentales, lo mismo que sus observaciones sobre
la influencia proveniente de las islas Canarias en
muchos aspectos de la cultura popular de la República
Oriental del Uruguay.
Al tango le dedicó un libro notable por sus facetas
anecdóticas unidas a las que surgieron como consecuencia
de una cuidadosa investigación. Se titula "El tango y
sus circunstancias", fue publicado por El Ateneo de
Buenos Aires y en su segunda edición contiene un CD
ilustrativo.
Poeta, maestro, ensayista
Caballero de vasta cultura, había realizado en su
juventud estudios de medicina y había adquirido su
especialización histórica y antropológica en Montevideo
y en Buenos Aires, donde había trabajado con el doctor
Augusto Raúl Cortazar, que tanto lo apreciaba y de quien
Assunçao se consideraba discípulo. Conocía cinco idiomas
y era un notable artista plástico. Amaba la música y
cultivaba la poesía como que, además de ensayista de
fuste, fue también autor de una muy interesante obra
poética, el "Romancero oriental", así como de letras de
tangos y canciones. Ejerció la docencia en entidades de
educación media, superior y universitaria del Uruguay,
de la Argentina y otros países, y participó en casi
innumerables congresos y reuniones técnicas. Fue uno de
los estudiosos que acumularon más distinciones por su
labor intelectual, tanto en Uruguay como en el orden
internacional: premios, condecoraciones, altas
designaciones académicas y en la función pública de
proyección cultural de su país. Debo destacar que era
presidente del Instituto Histórico y Geográfico del
Uruguay, el equivalente a nuestras academias de Historia
y de Geografía y miembro distinguido del Rotary Club
Internacional. Fue, en todas partes, un excepcional
embajador de las esencias culturales del Uruguay y, por
extensión, de toda el área rioplatense donde cosechó en
muchas personas sentimientos de la admiración y del
afecto.
No es posible reseñar en pocas líneas, sin
empobrecerla, una vida tan plena de realizaciones. Y,
sobre todo, no es sencillo reflejar con palabras el
espíritu que impregnaba todos los actos de Fernando
Assunçao, sus fervorosas convicciones, su apasionada
contracción al trabajo, su generosa manera de brindarse,
su finura crítica y su perspicacia interpretativa, su
humor bueno de caballero criollo, elegante, "decente",
medido, pero pleno de la alegría retozona que surge en
los ojos de quien tiene un alma limpia, una intención
recta.
Nada será igual en la cultura rioplatense desde la
partida de Fernando Assunçao. Con él se ha ido a la casa
del Padre el espíritu del último señor gaucho del Río de
la Plata, a quien he tenido el privilegio de tener como
entrañable amigo.
Fuente; Olga Fernández Latour de Botas
LA NACION - Rincón Gaucho