Aquella tarde
sacudi� sus alas para ver si pod�a volar muy lejos de
all�,.. pero no pudo. Cerr� las persianas de su almita
para que el sol no entrase y la
calentara, pero fue en vano. La tarde calurosa de Enero
ca�a estrepitosamente sobre su cabello suelto y, aunque
no llov�a, sus mejillas y su coraz�n se mojaron con las
l�grimas que de sus ojos sal�an ardientes gritando un
adi�s para siempre...
Camin� mucho
tiempo sin sentido y trat� de recomponer los �ltimos
momentos junto a aquel hombre que, a�n hoy, segu�a
amando. Todo hab�a pasado tan r�pido que fue dif�cil
ordenar cronol�gicamente los hechos.
Tal vez su forma
de abrazar la guitarra al igual que su cintura o fue su
voz cuando cantaba, que ella sinti� que el amor le
susurraba al o�do nuevamente, trayendo el mensaje
esperanzador de volver a vivirlo, o quiz�s fueron sus
ojos, aquellos que no pod�an verla, pero que s� pod�an
percibirla...
Su pedido fue casi una orden: ... quisiera
"verte" bailar una zamba para m� solo, le dijo.
�C�mo podr�a ella ensayar semejante pedido para
brindarle a �l, su gran amor, sabiendo que era ciego? .
"Pero los
ciegos ven con el coraz�n", se respondi� y como un
p�jaro en primavera obedeci� a su instinto amoroso y
all� fue.
Lo prepar� todo
cuidadosamente, como sol�a hacer cada una de sus cosas.
Eligi� minuciosamente la zamba que interpretar�a,
solicit� ayuda a sus amigas para la coreograf�a y
el vestuario: usar�a dos pa�uelos, ya que esta
vez no tendr�a un compa�ero para bailar. �Qu� dif�cil
se hac�a manejar dos pa�uelos!, ... pero val�a la
pena... Su rostro se embellec�a de amanecer cada vez
que la interpretaba. Ser�a un viernes o tal vez un
s�bado, pero lo cierto era que su ansiedad no la
alejaba del sentimiento maravilloso que la embargaba,
estaba enamorada y no hab�a por
qu� ocultarlo.
Esper� el llamado
confirmando el d�a y la hora en que, por primera vez en
su vida, bailar�a para ese ser que solo pod�a
reconocerla con el alma. Todo era excitaci�n, alegr�a,
placer, como cada momento vivido hasta entonces juntos.
Pasaron muchos d�as y lo cierto
es que el tel�fono nunca son�, ni siquiera para un
adi�s...
Ella se qued� esperando, so�ando
con aquel final en que con solo cuatro compases, caer�a
rendida en sus brazos, esperanzada en el beso del amor
maduro.
Enjug� sus l�grimas en los
pa�uelos, su pollera bati� el aire dolorosamente, la
rosa que llevaba en su pelo se marchit� sobriamente, su
blusa se descarn� en la tierra como si fuera una
semilla que no llevara fruto, sus pies descalzos se
movieron suplicantes al embrujo de aquella zamba aquel
hombre "ciego"... no quiso ver.
Para vos G. fuente de
Inspiraci�n de los amores ciegos.
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