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AGRUPACIÓN DE PEÑAS AMIGAS DE LA ZONA SUD

REVISTA DE DIFUSIÓN
"RECUERDOS DE NUESTRA TIERRA"
AÑO 4 - REVISTA 17


 DIVINO TANGO Presenta....
Argentina, Patria del Bandoneón.

Este escrito de Hornero Manzi fue terminado por Acho Manzi. en una 'solidaria necesidad de hacer saber. que, cada bandoneón que se vende al extranjero, es una voz más que perdemos, en nuestro ya casi selecto panorama de mutismo.

El bandoneón llegó a Bs. As. en el bagayo de un inmigrante alemán, quien jamás pudo
suponer que con él traía el instrumento que andaba buscando la emoción porteña para poder desparramarse por el mundo. Y así fue que una noche, allá por el 1900, cuando todavía los muchachos se recostaban en las paredes de las esquinas para que no se derrumbaran y se ataban el pescuezo con un pañuelo para que no se les cayera la cabeza al escupir fuerte por el colmillo, el alemancito se sentó en el patio de su conventillo, para no llorar en manga de camisa, sobre las notas largas de su " Bandoneón", un dramita de inmigración, de ausencia y de distancia. Y sin querer, las notas litúrgicas de su fueye, desangradas en la desolación de los patios porteños, repercutieron en el corazón de las costureritas sentimentales y temblaron en los dedos ligeros de las barras, como si hubieran nacido para repicar compadronamente sobre el doble teclado de
aquel lindo aparato. Dicen que un día, Domingo Faustino Sarmiento trajo de Italia una yunta de pajaritos grises, y al poco tiempo Bs. As. era una jaula de gorriones. Así también un día el arrabal se pobló de bandoneones. Bs. As. se le entregó, a condición de que primero, se le entregara el " bandoneón". Y así fue que, empezó a rezongar como si llevara adentro el alma atormentada de un garavito. Y se emocionó en la noche de las cortadas, como si hubiera nacido a la luz de un farol, y compadreó en el alarde de una serpentina, como si en él chiflaran los gorjeos de las patotas. Y entonces, ya no fue más bandoneón. En el registro civil de los almacenes, lo bautizaron mandoneón y para ser más chorro y más porteño le
acomodaron un mote de prontuario, " alias" Fueye. Y en los barrios de Bs. As., aparecieron las manos que habrían de estirarlo como nadie. Vicente Greco, Pacho, el ruso Antonio, Pepin, Santa Cruz, Chiape y el pibe de oro, ese pibe que a los doce años con un par de brazos que apenas podían abrazarlo, sacó al fueye sonidos secretos, dulzuras desconocidas, armonías inéditas, Pedro Maffia. Luego vendrán otros y luego también serán superados para nuestro bien. El bandoneón es un alma que tomó forma de gusano a fuerza de arrastrarse detrás de un amor imposible. Cuando estaba por morirse de pena en una esquina olvidada del mundo, las caricias de las manos criollas, lo ayudaron a sufrir su congoja. Al hambre de su pena solitaria, el tango le entregó el pan de una amistad derecha y compañera. El suburbio lo emborrachó en sus copas para hacerlo olvidar.
Los compadritos lo llevaron a sus fiestas para ahuyentarle los recuerdos malos. Y Juan
de Dios Filiberto, que tiene algo de fueye en su arrugada silueta, le compuso un himno
de homenaje: "Quejas de Bandoneón". El bandoneón es un órgano de iglesia (Un alma
requintada, que siguiendo la estrella lea de su destino se escapó de una catedral
disfrazado de fueye, para poder ambular ,por la noche de la calle Corrientes. Por eso
desde que él se entreveró en el tango, las milongas adquirieron una solemnidad religiosa y por eso cuando sus hermanos recogen los sonidos y talla solo el bandoneón, la canción de los barrios parece un misal taura, Y por eso también Pascual Contursi, poeta de los suburbios, le rezó un Padre Nuestro: " Bandoneón Arrabalero". Enrique Santos Discépolo, se ha ganado el  título de inspector honorario de las emociones de Bs. As. Envuelto en un mínimum de materia, recorrió las calles o se sentó a tomar un café, dispuesto a requisar cuanta emoción circulara sin patente. Nervioso, flaco, afiebrado, pura nariz y talento, de pronto ha encontrado algo que buscaba, una canción, un grito, un gesto, se lo pone debajo del brazo y en su casa lo hace bailar sobre el piano, para inspirar las teclas. Es el drama que un borracho olvidó sobre una mesa o un lío que descubrió por la rendija de una persiana.
Una noche oscura, al cruzar una calle del suburbio, Discépolo tropezó con el alma del
bandoneón que se había escapado de la caja, entonces hizo un tango: " Alma de
Bandoneón". Pedro Maffia, inició su vida en el piano. Pero aquel armatoste era demasiado grande para la honda humildad de su espíritu.

Sus dedos ligeritos resbalaban inútiles sobre la dentadura del teclado. Es que Maffia,
necesitaba un instrumento más pequeño para hacerlo llorar de emoción en el temblor de una caricia. Un instrumento que lo pudiera tener entre los brazos, para lIevarlo más cerca del corazón. Tal vez por ello eligió el bandoneón, y por ello también, cuando aún era un pibe ya sabía pasearlo como nadie por los carcomidos tinglados de los cafés de Buenos Aires entre el humo de la admiración. Ese instrumento se le adentró tanto en su cariño, que al ejecutarlo era como si estrujara un pedazo de su alma.

Quizás alguien piense que no encaja en el desequilibrio del modernismo, porque tiene cara de viejo y esta vestido de negro, que es su manera de pasar desapercibido. Si algún día sus hermanos fueran a dejar de ver nacer nuevos bandoneones de las manos de sus creadores, un  día se terminará de hacer el último bandoneón. Lo demás va a ser historia, y cada uno de ellos  aferrándose a las manos de quienes lo acarician, pedirán que esta patria que los cobijó, sepa que no puede repartirse en versos sino hay quién aprenda a darle vida en aires porteños.

Haceme dos cajas con punta en ochaba,
que puestas de frente, aferren los pliegues
y encierren el aire para mi pulmón.

Que asomen mis teclas con mueca sonriente,
y que al apretarlas, un peine de bronce,
libere los flecos de mi propia voz.

Que un muchacho loco me aprenda en sus dedos
y que de sus manos nazca una emoción
Y en mi frente negra, que se frunza el ceño
de la filigrana de un fileteador.

Que mi nacarada suerte peregrina,
sepa que las manos que mi fueye estira.
dejan por sentado mi ciudadanía
en cada latido de mi corazón

Que asomen mis teclas con mueca sonriente, y que al apretarlas, un peine de bronce, libere los flecos de mi propia voz.

Que un muchacho loco me aprenda en sus dedos y que de sus manos nazca una emoción. y en mi frente negra, que se frunza el ceño de la filigrana de un fileteador.

Que mi nacarada suerte peregrina, sepa que las manos que mi fueye estira. dejan por sentada mi ciudadanía, en cada latido de mi corazón.

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