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                     165 
                    Una noche que riunidos 
                    Estaban en la carpeta 
                    Empinando una limeta 
                    El Jefe y el Juez de Paz, 
                    Yo no quise aguardar más, 
                    Y me hice humo en un sotreta. 
                    166 
                    Me parece el campo orégano 
                    Dende que libre me veo; 
                    Donde me lleva el deseo 
                    Allí mis pasos dirijo, 
                    Y hasta en las sombras de fijo 
                    Que donde quiera rumbeo. 
                    167 
                    Entro y salgo del peligro 
                    Sin que me espante el estrago, 
                    No aflojo al primer amago 
                    Ni jamás fi gaucho lerdo: 
                    Soy pa rumbiar como el cerdo, 
                    Y pronto caí a mi pago. 
                    168 
                    Volvía al cabo de tres años 
                    De tanto sufrir al ñudo 
                    Resertor, pobre y desnudo, 
                    A procurar suerte nueva; 
                    Y lo mesmo que el peludo 
                    Enderecé pa mi cueva. 
                    169 
                    No hallé ni rastro del rancho: 
                    ¡Sólo estaba la tapera! 
                    ¡Por Cristo si aquello era 
                    Pa enlutar el corazón! 
                    ¡Yo juré en esa ocasión 
                    Ser mas malo que una fiera! 
                    170 
                    ¡Quién no sentirá lo mesmo 
                    Cuando ansí padece tanto! 
                    Puedo asigurar que el llanto 
                    Como una mujer largué: 
                    ¡Ay, mi Dios: si me quedé 
                    más triste que Jueves Santo! 
                    171 
                    Sólo se oíban los aullidos 
                    De un gato que se salvó; 
                    El pobre se guareció 
                    Cerca, en una vizcachera: 
                    Venía como si supiera 
                    Que estaba de güelta yo.  | 
                    
                    
                     172 
                    Al dirme dejé la hacienda 
                    Que era todito mi haber; 
                    Pronto debíamos volver, 
                    Sigún el Juez prometía, 
                    Y hasta entonces cuidaría 
                    De los bienes, la mujer. 
                    173 
                    Después me contó un vecino 
                    que el campo se lo pidieron; 
                    La hacienda se la vendieron 
                    Pa pagar arrendamientos, 
                    Y qué sé yo cuantos cuentos; 
                    Pero todo lo fundieron, 
                    174 
                    Los pobrecitos muchachos, 
                    Entre tantas afliciones, 
                    se conchabaron de piones; 
                    ¡Mas qué iban a trabajar, 
                    Si eran como los pichones 
                    sin acabar de emplumar! 
                    175 
                    Por ahi andarán sufriendo 
                    De nuestra suerte el rigor: 
                    Me han contao que el mayor 
                    Nunca dejaba a su hermano; 
                    Puede ser que algún cristiano 
                    Los recoja por favor. 
                    176 
                    ¡Y la pobre mi mujer, 
                    Dios sabe cuánto sufrió! 
                    Me dicen que se voló 
                    Con no sé qué gavilán: 
                    Sin duda a buscar el pan 
                    Que no podía darle yo. 
                    177 
                    No es raro que a uno le falte 
                    Lo que a algún otro le sobre 
                    Si no le quedó ni un cobre 
                    Sino de hijos un enjambre. 
                    Que más iba a hacer la pobre 
                    Para no morirse de hambre? 
                    
                      
                    
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                     178 
                    ¡Tal vez no te vuelva a ver, 
                    Prienda de mi corazón! 
                    Dios te dé su proteción 
                    Ya que no me la dio a mí, 
                    Y a mis hijos dende aquí 
                    Les echo mi bendición. 
                    
                    
                      
                    
                    179 
                    Como hijitos de la cuna 
                    Andarán por ahi sin madre; 
                    Ya se quedaron sin padre, 
                    Y ansí la suerte los deja 
                    Sin naides que los proteja 
                    Y sin perro que les ladre. 
                    180 
                    Los pobrecitos tal vez 
                    No tengan ande abrigarse, 
                    Ni ramada ande ganarse, 
                    Ni rincón ande meterse, 
                    Ni camisa que ponerse, 
                    Ni poncho con que taparse. 
                    181 
                    Tal vez los verán sufrir 
                    Sin tenerles compasión; 
                    Puede que alguna ocasión, 
                    Aunque los vean tiritando, 
                    Los echen de algún jogón 
                    Pa que no estén estorbando. 
                    182 
                    Y al verse ansina espantaos 
                    Como se espanta a los perros, 
                    Irán los hijos de Fierro, 
                    Con la cola entre las piernas, 
                    A buscar almas más tiernas 
                    O esconderse en algún cerro. 
                    
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
                     
 
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