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Del estudio al coleccionismo de cuchillos
 

En el libro "Dagas de Plata. Cuchillos criollos rioplatenses", Abel Domenech comparte los frutos de su investigaci�n y algunos consejos como "cazador" de piezas antiguas
 

En los �ltimos a�os, el movimiento tradicionalista ha renovado la b�squeda de piezas antiguas para vestirse a lo gaucho y llevar un apero a la vieja usanza. Ponchos, fajas, cuchillos, espuelas, rastras, son s�lo algunos de los objetos que despiertan el inter�s de incipientes coleccionistas que frecuentan pe�as y fogones y se suman a desfiles ecuestres en fecha patria o al concurso de emprendados en la Rural de Palermo. Tambi�n resultan "objeto de culto" para los ganaderos con tradici�n familiar, que gustan presumir del "capital" que reunieron en sus vitrinas: armas blancas, armas de fuego, rastras con historia y, tal vez, alg�n tejido de impecable dise�o y factura, que encontraran en un comercio de antig�edades o por el que pujaron en un remate.

A prop�sito de esta b�squeda exhaustiva de piezas de colecci�n, quienes comparten la inquietud y la pasi�n por descubrir objetos antiguos, deber�an tener en cuenta los consejos de Abel Domenech, notable investigador, que acaba de publicar "Dagas de plata. Cuchillos rioplatenses. Historia y coleccionismo". En esta obra el autor no s�lo informa sobre el origen y la diversidad de cuchillos criollos, sino que ahonda tambi�n en el duelo y la esgrima criolla, reconstruye el desarrollo de la industria cuchillera en Tandil y aporta un repaso de la historia de la plater�a y sus escuelas.

La edici�n, ilustrada por Jorge E. Torrecilla y prologada por Luis Alberto Flores, incluye, adem�s, apuntes sobre marcas, un cat�logo de cu�os de hojas y hasta un cap�tulo destinado a orientar a quienes empiezan su aventura como coleccionistas. Aparecen, incluso, notas explicativas sobre los modos de usar y portar el cuchillo. Tampoco faltan citas de Lucio V. Mansilla, Domingo F. Sarmiento, Ezequiel Mart�nez Estrada, Luis Franco, Ricardo G�iraldes, Jos� Hern�ndez y Fernando Assun�ao, entre otros autores, en las que se describe la importancia del cuchillo para el gaucho.

A la hora de buscar cuchillos de valor hist�rico y/o art�stico -Domenech dir�a "a la hora de empezar la cacer�a"-, el interesado debe entrenar el ojo: "Como primer paso recomendar�a mirar. Visitar el Museo Jos� Hern�ndez, el Fern�ndez Blanco, el Hist�rico Nacional... Despu�s, leer. El libro es necesario, pero no s�lo aquellos dedicados al tema puntual sino tambi�n libros de historia. Me ocurri� que despu�s de comprar una pieza descubr�, leyendo, que era m�s importante de lo que estimaba. Adem�s hay que tomar contacto con un coleccionista avanzado, a pesar de que no es f�cil encontrarlos (de hecho, hoy nadie quiere hacer p�blico qu� tiene y qu� no, ni llevar a su casa un desconocido para que curiosee su vitrina). Tambi�n es �til echar un vistazo a las piezas que tengan plateros contempor�neos, a los que suelen dejarles en consignaci�n viejos ejemplares."

El �ltimo paso es decidirse a comprar. En este punto, Domenech aconseja especializarse porque es imposible abarcar mucho -salvo que se disponga de mucho dinero-, y adem�s, estudiar de todo un poco. Por ejemplo, si se buscan cuchillos, el interesado se debe especializar en marcas de hojas famosas y tradicionales (conocidas como de "marca mayor"), en cu�os representativos de la variedad del mercado en la �poca de oro de la industria cuchillera (desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial), en una escuela de plater�a o en un platero en particular.

Los que escribieron la historia

"Otra posibilidad es la incorporaci�n de piezas que usualmente son dejadas de lado por carecer tanto de punzones de plateros como de marcas del fabricante o del importador, en sus hojas. La mayor�a de estas piezas muestran las huellas del paso del tiempo y de un uso muy intenso, verdaderas cicatrices bajo la forma de abolladuras en el cabo y hojas gastadas y oscurecidas por efecto de repetidas afiladas y la corrosi�n. Estos cuchillos nos hacen sentir que verdaderamente escribieron la historia", explica Domenech en su libro. Estas piezas suelen cargar con "fant�sticas" versiones sobre su origen, por ejemplo, las hay halladas "en alguna ignota pulper�a de Navarro o Tapalqu�, donde hab�an sido ocultadas despu�s de una cruenta muerte ocurrida durante un duelo criollo"... Al respecto, el autor de "Del fac�n al Bowie" sugiere ser esc�ptico: "El coleccionista serio debe ser un desconfiado por naturaleza. S�lo debe aceptar los hechos y las aseveraciones debidamente documentadas. Todo lo dem�s son conjeturas o especulaciones; parte del folklore del cuchillo, al que muchas veces nos vemos expuestos".

Otro concepto importante que aporta Domenech es la diferencia entre un coleccionista y quien acumula piezas. El segundo compra o intercambia cuchillos de diferente categor�a; quien posee una colecci�n, en cambio, busca una conexi�n entre las piezas y logra que el conjunto diga algo. Este �ltimo tambi�n estudia a fondo la historia de lo que tiene y lleva un registro (a qui�n compr� el objeto, cu�nto lo pag� y todo lo que averigu� sobre la historia del mismo). "El verdadero coleccionista tiene conciencia de que es un curador. El objeto es un testimonio y el coleccionista debe hacer que cuente su historia", dice Domenech.

El territorio de Mart�n Fierro

Una manera de acercarse a lo que "dice" un cuchillo antiguo es la literatura, que recrea en la ficci�n y el ensayo, el territorio del Mart�n Fierro. A prop�sito de ello, el autor cita a Sarmiento, en "Facundo": "El gaucho, a la par de jinete, hace alarde de valiente, y el cuchillo brilla a cada momento, describiendo c�rculos en el aire, a la menor provocaci�n, sin provocaci�n alguna, sin otro inter�s que medirse con un desconocido; juega a las pu�aladas como jugar�a a los dados. Tan profundamente entran estos h�bitos pendencieros en la vida �ntima del gaucho argentino, que las costumbres han creado sentimientos de honor y una esgrima que garantiza la vida."

Una reflexi�n de Luis Franco apunta en el mismo sentido: "Para el gaucho, el cuchillo no es una simple arma: es la mitad de s� mismo. Por lo dem�s, el cuchillo es la herramienta universal en una tierra donde la industria casi no conoce m�s que una materia prima: el cuero".

Otra forma de advertir hasta qu� punto el gaucho no pod�a prescindir del cuchillo, como arma y herramienta, es la comparaci�n cr�tica con el cowboy. Al respecto, el investigador se�ala que el vaquero tuvo una ef�mera actuaci�n en el lejano oeste norteamericano -aparece inmediatamente despu�s de la guerra civil (1865) y desaparece a fines del siglo XIX por los mismos motivos por los que se extingue el gaucho, se�ala Domenech- y accedi� a otra realidad econ�mica, puesto que los Estados Unidos hab�an entrado ya en la carrera de la industrializaci�n y produc�an desde recados hasta armas de fuego en serie, cuya publicidad llegaba en cat�logos a los ranchos, de manera que el cowboy prioriz� el Colt para avanzar hacia el Oeste. El gaucho, en cambio, evolucion� a lo largo de dos siglos o quiz� m�s, era un personaje marginado y muy pobre, que no pod�a sustituir el cuchillo por el rifle o el rev�lver porque no s�lo lo usaba en su defensa sino para todo tipo de trabajos.

De �l se vali� para defenderse de hombres y fieras o para atacarlos, para "despenar" a un moribundo, cuerear, carnear, despostar carne, castrar ganado, cerdear yeguarizos, restregarle el lomo, desvasar o limpiar pezu�as, para trabajar con tientos, hacer ojales y reparaciones en arneses y otras piezas de sus aperos, para comer, trinchando y cortando...

"�Entonces, el cuchillo tanto le sirve al gaucho para abrir un animal como para cerrar una conversaci�n?", pregunt� un belga, azorado frente a los m�ltiples usos que Tito Saubidet le explicaba. La investigaci�n de Domenech ilustra en m�ltiples sentidos la importancia del cuchillo en el equipo b�sico del gaucho, que inclu�a tambi�n las boleadoras y el lazo.

Fuente:  Anal�a H. Testa
de la Redacci�n de LA NACION - Rinc�n Gaucho

 

 

 

     
 
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