LINCOLN.- Dice un poema de
Almafuerte que "lo que el árbol
tiene de florido, vive de lo que
tiene sepultado". En parte, esta
sentencia parece ajustarse a la
relación de la ciudad de Lincoln (y
quizá otras de la zona), con aquella
extinguida población de Concordia,
de fugaz existencia en épocas de
malones e inestables avances en esos
puntos de la frontera.
Al consultar un
libro del profesor Allende, un
cordobés que estuvo radicado en
Lincoln, el historiador Abel Bracken,
halló mencionado un pueblo de fugaz
existencia que, al parecer, se
situaba en aquellas regiones. Según
pudo determinar en esa
investigación, Concordia se formó en
marzo de 1870, poco después de que
algunos colonos se establecieran y
comenzaran a practicar actividades
agropecuarias.
"Fue la
consecuencia de una empresa
colonizadora -dice el investigador-,
cuyo núcleo urbano se hallaba allí y
reunía 250 habitantes. Allí funcionó
la primera escuela de frontera
interior, del sector norte creada
por Sarmiento.
Había en el
poblado catorce casas de material,
un servicio de diligencia que venía
desde Bragado dos veces por semana,
y la parte religiosa era atendida
por el padre Sabino que evangelizaba
en la tribu de Coliqueo.
Toda ésta
incipiente prosperidad dio por
tierra por decisiones burocráticas,
tomadas a espaldas de la gente y
desde los estrados del poder
centralizador de turno.
La empresa no
pudo cumplir con los pagos y
obligaciones contraídas al momento
de la ocupación con la provincia y
fue ejecutada. "Los colonos, que
provenían de diferentes lugares de
Europa, no pudieron obtener las
escrituras y es así como
paulatinamente para el año 1879
comienza a desaparecer y ya no es
reconocida por las autoridades de
Lincoln", dice Bracken, autor de
"Concordia, la esperanza perdida",
un voluminoso libro que aún no ha
sido editado.
Se perdió de es
manera un intento muy loable de esa
gente de establecerse y trascender
en medio de una zona que era
prácticamente desértica, pero por
una cuestión administrativa no se
tuvo en cuenta al pueblo mismo que
se había formado en medio de una
zona que se intentaba poblar.
A solo 10.000
metros de allí pasaban la línea de
frontera y muy cerca estaba el
fuerte El Triunfo, donde hoy se
halla el pueblo del mismo nombre que
servía de protección para los
malones
Las actividades
eran fundamentalmente de agricultura
junto a viveros que se habían creado
para forestar la zona.
Concordia se
extinguió, solo quedan testimonios
de su existencia en los libros, en
la memoria oral y en esas piedras
que se oponían al paso de las rejas.
Allí quedaron sepultados esfuerzos,
ilusiones, logros y la desazón de
eso dos centenares de precursores
que habrán sumado su voluntad y
experiencia a otras poblaciones tan
incipientes como la que acababan de
abandonar. Eran los primeros
tropiezos de un proyecto que la
historia todavía no ha podido
sepultar.