ALBERDI.- El pasado
23 de julio, en
ocasión de la 119°
Exposición de
Ganadería,
Agricultura e
Industria de la
Sociedad Rural, el
Club Argentino del
Carruaje realizó una
de sus habituales
presentaciones en la
pista central.
Alrededor de una
veintena de coches
conducidos por
elegantes caballos y
experimentados
látigos, se
detuvieron para
hacer un homenaje a
las hermanas Perkins,
fundadoras del club.
"Las Perkins", como
se las menciona
afectuosamente,
alcanzaron renombre
como criadoras de
caballos,
deportistas y
cultoras de las
tradiciones
campestres. Mezcla
de refinadas señoras
y sencillas
productoras rurales,
sus vidas van y
vienen por la Ruta
7, entre Buenos
Aires y Alberdi
(partido de Vedia),
en cuyas tierras
pasan la mayoría del
tiempo.
Rosemary, Mercedes,
Margarita, Malula,
Mey, Inés, Cynthia y
Gastón Perkins
comparten la afición
por la vida rural
viviendo y
trabajando las
estancias que
resultaron de la
subdivisión del
establecimiento
paterno El
Veintinueve. Un
lugar llamado así
por un aciago 29 de
julio de 1875, en
que un malón mató a
los albañiles que
estaban construyendo
la casa del campo
San Carlos.
Joven
administrador
A
este lugar
pertenecen los
Perkins, cuyas
raíces están en los
primeros
poblamientos del
noroeste bonaerense.
San Carlos era una
estancia pionera,
fundada por una
compañía de tierras
de origen belga,
donde se contrató
como administrador a
un joven de la
nobleza belga
llamado Gastón Peers,
un apasionado de los
caballos, el polo y
la pampa salvaje.
Peers vino al país
en 1888 y se casó
con Ernestina Costa,
con la que tuvo una
sola hija: Carmen,
madre de los
hermanos Perkins. El
origen de los
Perkins, por otro
lado, estaba en
Chacabuco, adonde
Edmund Barbury
Perkins aterrizó en
1863 y adquirió sus
tierras. Edmund hizo
fortuna, fundó
muchas estancias y
oportunamente compró
San Carlos,
administrada por
Gastón Peers (
conocido como Barón
Pérez).
Con los años, la
hija de Peers se
transformó en una
belleza y quiso el
destino que
conociera a Carlos,
hijo de Edmundo
Perkins, en el mismo
vapor en que
viajaban de vuelta
al país en 1923.
Carmen y Carlos se
enamoraron y se
casaron al año
siguiente. Ellos
recibieron como
herencia la sección
El Veintinueve de la
estancia paterna.
Poco a poco, el
hogar se fue
poblando con la
llegada de diez
hijos, que crecieron
jugando con la
naturaleza y
aprendiendo todo lo
que enseña la vida y
el trabajo en el
campo. Cuando las
actividades de la
familia se mudaron a
la ciudad de Buenos
Aires, se
intensificó el ir y
venir a El
Veintinueve.
Nueva etapa
La desaparición de
Carlos Perkins, en
1952, marcó una
nueva etapa en la
que la heredad
paterna se fue
subdividiendo. Así
aparecieron nuevas
estancias en el
entorno del casco
madre, cuyas
poblaciones se
fueron asentando
sobre viejos
puestos, y se
intercomunicaron con
caminos arbolados.
Así, Don Carlos, de
Rosemary; La Suerte,
de Mercedes; El
Indio, de Gastón; El
Carmen, de
Margarita; Los
Gateados, de Juan
Carlos; Pajonales,
de Malula; La
Providencia, de Mey;
La Bellaca, de
Martín; La Promesa,
de Inés, y Los
Corrales, de Cynthia,
fueron los diez
campos en que se
subdividió "El
Veintinueve".
Entre las aficiones
camperas que
comparten los
Perkins está la
colección de coches
tirados por
caballos, con los
cuales les gusta
recorrer el paraje.
Por eso un día
decidieron convocar
a los amigos a una
atada en la
estancia, con tanto
éxito de
concurrencia, que de
allí surgió la idea
de fundar el Club
Argentino del
Carruaje.
No es casual que
alguna de las
Perkins ocupara
alternativamente su
presidencia, ni que
El Veintinueve fuera
sede de tantas
atadas. Este club
fomentó una
tradicional
actividad, sacó los
viejos coches de los
galpones y activó
las cabañas de
caballos de tiro,
como el Hackney.
Sí, las hermanas
merecían ese
reconocimiento en
Palermo, porque ese
tradicional conjunto
de coches y gente
pintona que gira en
redondo por falta de
caminos, lleva el
impulso, el estilo y
el amor a las cosas
nuestras de las
entrañables y
queridas hermanas
Perkins.