Nuestro hombre de
la campaña, el que comúnmente
denominamos criollo, gaucho o
paisano, es muy afecto a los juegos
de azar.
La escasa
importancia que suele otorgarle al
dinero, reflejo de su libertad, hace
que éste sirva como elemento
esencial de muchos de sus
entretenimientos.
La "Chacarera del
finado" plantea claramente este
tema: "Voy a abrir varios boliches/
pa´ el carnaval trinchera/ reñidero,
cancha de taba/ también carreras
cuadreras ..."
El juego de la
taba ocupa un lugar de preferencia.
Y junto con los naipes y los dados
forman el casino criollo.
Existen algunas
referencias de este entretenimiento
que nos trasladan a las antiguas
culturas. De hecho se juega con un
hueso (generalmente vacuno) que
tiene una denominación de origen
griego: "el astrágalo". En
castellano, "el carnicol". Y en
nuestro léxico, "la taba".
El juego consiste
simplemente en tirar al aire una
taba. Si al caer queda para arriba
la cara (el lado cóncavo) se gana, y
se llama a esto "suerte". Si, por el
contrario, cae del lado opuesto, se
llama "culo" y se pierde. El tiro se
realiza dentro de "una cancha",
rectángulo de tierra que se ha
alisado y aflojado para facilitar
"la clavada".
Si el hueso cae
de costado no hay juego, al menos
para los tiradores, pudiendo jugar
los de afuera a "lomo" u "ombligo".
La taba se tira
de diferentes maneras, y es aquí
donde se combinan habilidad con
suerte. Normalmente se lo hace de
forma que ésta gire hacia atrás.
Puede ser de "vuelta y media" o de
"dos vueltas".
Su giro debería
terminar en una clavada, mostrando
el lado de la suerte hacia arriba.
Los chambones
suelen tirar "de roldana", de manera
que la taba da varias vueltas,
girando hacia adelante. En esta
clase de tiro prima ante todo la
suerte sobre la habilidad.
Para una mayor
durabilidad y por razones estéticas,
la taba se "calza", es decir, se les
adosan a sus extremos partes de
hierro o bronce, una de las cuales
suele tener filo para facilitar la
clavada.
Al estar calzada
se la puede "cargar", esto es,
ponerle un peso extra para que
siempre caiga de determinada forma.
A esta taba se la denomina
"tramposa". Por supuesto, no es
lícita y pone en serio riesgo la
integridad física de su dueño.
Nuestro paisano
tiene una nutrida serie de dichos
que hacen referencia a este juego:
"se le dio vuelta la taba" (su
suerte cambió); "cargó la taba"
(hizo trampa), y "echó culo" (le
salió mal).
El hueso con que
está fabricada la taba se extrae,
preferentemente, de vacunos de la
raza Holando o de la Charolais, por
su tamaño más apropiado.
Pedernales, una
localidad del partido de 25 de Mayo,
en la provincia de Buenos Aires, es
considerada la fábrica de las tabas.
Allí vivió Juan Alessondrelli
(1910-1982), un artesano conocido
como "El campechano", que logró su
fama por la belleza con que calzaba
las tabas.
Vicio de mal
fin...
El pintor
italiano José Agujari es quien mejor
nos muestra, en una litografía que
data aproximadamente de 1870, la
sencillez y el despojo que
caracteriza a este juego.
El gran poeta
José Hernández en "La Vuelta de
Martín Fierro" pone en boca de
Picardía, el segundo hijo de Fierro,
estos versos: "Cargaba bien la taba/
porque la sé manejar,/ no era manco
en el billar,/ y por fin de que
esplico,/ digo que hasta con
pichicos/ era capaz de jugar".
Hoy en día este
juego entrañable sigue gozando de la
misma popularidad que tuvo en otros
tiempos. Es rara la reunión campera
en la que no se disponga alguien a
hacer un tirito de taba, a pesar de
que, según dice José Hernández: "Es
un vicio de mal fin,/ el de jugar,
no lo niego..."