Betinotti, nació el 25 de
Julio de 1878 en Buenos Aires . Fue padre de un sólo hijo que vivió
siete meses. Autor de "Pobre mi madre querida" tema que lleva como
música, una melodía cuyana, en la que cantaban muchos troveros de ese
tiempo. Falleció el 21 de Abril de 1915, a las 10.30 horas y al expirar,
cuentan que se cortó una cuerda de la guitarra. Basado en la historia de
su vida, Homero Manzi filmó junto a Hugo del Carril, la película "El
último Payador". Ambos fueron "cantores de comité" de la Unión Cívica
Radical.
Llegó a ser con el tiempo el más popular, el que más se recuerda. Era un
cantorcito de serenatas cuando en 1898 conoce a Gabino Ezeiza que lo
induce a la payada y compite en el contrapunto con casi todos los de su
tiempo, en la capital y en el interior adonde llegó en giras.
De inspiración fácil escribió bellas y sentidas canciones, algunas
inolvidables que hacen perdurar su nombre, y publicó dos libros con sus
versos, "Ideal de mi Esperanza" y "Lo de Ayer y lo de Hoy", en 1909, y
"De Mi Cosecha" en 1912. Colaboró en "La Pampa Argentina". "Mis Primeras
Hojas" fue su primer folleto. El guitarrista Avelino Banegas fue su
acompañante musical dilecto.
El Señor Esteban Capot, hermano de crianza de Carlos Gardel, manifestó a
la muerte de éste, que en su adolescencia solía buscarlo seguido
Betinotti para las tenidas de canto en los distintos barrios. Se dice
que él fue quien lo llamó
"Zorzalito" por primera vez en aquellos lejanos tiempos, mote que le
quedó para siempre.
Su canción más famosa, "Pobre mi Madre Querida", Gardel la grabó en sus
primeros discos y cuando el dúo Gardel—Razzano toma rumbo a la
popularidad sin parangón, le lleva al punto de reunión común, el "Café
de los Angelitos", sus valsesitos "Como quiere la madre a sus hijos" y
"Tu diagnóstico" para que los canten; a los años los grabaron en discos.
Hay que dejar aclarado que canciones como "Puntana" y "¡Adiós que me voy
llorando!", entre otras que firma el dúo, tienen partes de otras
canciones de este sentido payador al que se llamó "el cantor de las
madres", primero, y mucho después de muerto "el último payador".
Dejó su voz impresa con sus canciones en discos "Atlanta".
Creemos de interés reproducir conceptos del escritor culto Ernesto Mario
Barreda, aparecidos en el número 1.000 de la revista "El Hogar",
diciembre 14 de 1928, en su artículo intitulado "El Cantor", para
demostrar hasta dónde ignoró este culto escritor lo argentino y popular,
aunque algunas apreciaciones suyas sean certeras. He aquí fragmentos de
esa nota: "Para llegar al "cantor", el astro popular tuvo que encarnarse
en un tipo intermediario. Entre el legendario Santos Vega, por ejemplo,
y la pareja Gardel—Razzano media ese payador arrabalero, cuyo
representante más pintoresco fue, sin duda aquel negro llamado Gabino
Ezeiza, que tendría en su cerebro, seguramente, alguna célula de blanco.
Al entrar a la ciudad pierde, pues, este "mester de juglaría" su
indumento gauchesco. Conserva, empero, su condición lírica de
improvisación y al transferirse, por último, en las funciones de cantor,
pierde ambas cualidades.
"El cantor ni es gaucho ni es improvisador. Las exigencias de la época
introducen, también en el gremio, la especialización. Antes el payador
componía sus versos, les adaptaba música, los cantaba. El, sólo
realizaba las tres funciones. Hoy día, no.
Yo no sé si existió jamás el payador gaucho. Aparece, más bien,
desempeñando un papel de protagonista, y su figura es una creación de
los poetas. Así Martín Fierro, como Santos Vega.
El payador de arrabal era otra cosa. Yo nunca he creído en el gaucho,
aunque ahora se lo zarandee tanto. Siempre me ha parecido un bárbaro. Y
la poesía hasta la más modesta, es, sin duda una flor de cultivo. Conocí
al payador arrabalero Pablo Vázquez. Hasta leí un folleto de versos que
publicó. Y le oí improvisar durante una velada en el teatro de Flores,
componiéndole cuartetas a cuanto tema se le sugería por medio del
público. Tenía un encanto rústico, muy particular.
Bueno, pues, de esta especie intermediaria derivan nuestros cantores. El
mismo Carlitos Gardel, con quien he conversado, lo reconoce. Gardel se
declara —y ninguno de los tres guitarreros que estaban con él lo
contradijo- creador de esta nueva clase de cantores. Es, sin duda, el
más prestigioso. Empezó sus andanzas cantando en las salitas de la
tertulia familiar; en los patios, bajo emparrado, para lucirse ante las
lindas muchachas. Después se dijo: "Aquí hay algo". Escuchó a algunos
cantantes de escuela, y se compenetró de los misterios de la
"impostazione". De allí sacó su peculiar manera de emitir la voz, sin
imitar a los divos, pero, tampoco, sin poder eludirlos. Esta manera de
cantar ha hecho escuela. Temo, sin embargo, que ocurra con ella lo que
pasa con el "cante jondo" cuyos vicios de emisión estropean las
gargantas y matan la voz. De cualquier modo, en cuanto Carlitos Gardel
apareció con sus "fiatos" y sus arrastres quejumbrosos, ya estuvo listo
el empresario. Para empezar se le ofreció un estipendio de setenta pesos
diarios, que entonces era una maravilla y hoy sería una despreciable
miseria.
Es este un nuevo aspecto que ofrece el cantor: tiene empresario. Y, para
que no quepa en mí ni el resquicio de una duda, siempre el mismo.
Carlitos Gardel me muestra un cablegrama de su empresario de París. Lo
llama en él, a dar una serie de audiciones en la sala "Pleyel" donde ha
poco se realizó el homenaje a Debussy... Con nuestro cantor triunfa el
tango. El tango lascivo, que nadie hubiera osado nombrar antes —no diré
tocar— en una reunión de gente culta. Hoy lo inunda todo. Ha derrotado
al shimmy, al fox-trot. No ya en Francia. ¡En Alemania! Así me lo
comunica mi interlocutor: "No entienden la letra —me dice- pero les
encanta lo mismo. ¡Tango! ¡Tango!... No saben ni suelen pedir otra cosa.
¡Es un fenómeno! Hubo, hará poco más de diez años, un muchacho cantor,
de quien el alcohol dio cuenta en breve plazo. Se hizo popular con unas
estrofas, de las cuales sólo ha sobrevivido el primer verso: "¡Pobre mi
Madre querida!" En realidad, es lo único que tienen. Pero es el grito de
todos los hijos descarriados, esos hijos que, por sus debilidades,
suscitan en las madres un amor piadoso y un gran sufrimiento. El triste
Betinotti era muy mediocre versificador. Pero tuvo la virtud de empalmar
la tradición, encarnándola en un nuevo tipo: el payador de origen
italiano". (Sin comentarios).
Betinotti nació en Buenos Aires (Parroquia de San Carlos) el 25 de julio
de 1878 y allí falleció el 21 de abril de 1915.
De una carta de Gardel a su madre Doña Berta, desde París, con fecha 11
mayo de 1931:
"Le alegrará saber que ayer me han presentado a Charlie Chaplin; es un
hombre bajito, muy simpático, y es casi completamente igual al "Charlot"
que nos hacía reír hasta hace poco en el cine de la calle Anchorena. Me
vino a saludar al hotel, y le canté varias canciones. Se emocionó mucho
cuando le tradujeron los versos de Betinotti, "Pobre mi Madre Querida".
Tal vez se dio cuenta de que esos versos me salían de lo más hondo del
corazón, recordándola a Usted". |