CUANDO la MÚSICA es un POEMA que nos  RECUERDA QUIÉNES SOMOS se LLAMA…    RICARDO VILCA
Por Nora Coria

 

Viajemos hacia Los Andes, busquemos los ásperos y coloridos cerros jujeños y elijamos uno en la Quebrada de Humahuaca. Tomemos por un sendero pedregoso e iniciemos la marcha. Respiremos el aire puro que se nos ofrece. Comencemos el ascenso. Trepemos sin titubeos bajo un cielo siempre azul. Hallemos, entre erguidos cardones centenarios, el sitio que habitaron nuestros ancestros. Una vez allí, el esfuerzo de la trepada será ampliamente recompensado, cuando el tiempo y el espacio se conjuguen para hacernos comprender, en “retumbos de antigales”, nuestras raíces…

Acaso el silbido del viento entre las gruesas espinas o el repiqueteo de una cabra sobre las piedras, quizás el eco de antiguas ceremonias sobre las pircas, continúen honrando a la Tierra y al Sol. Escuchemos. Son los sonidos de la naturaleza,  y los signos de nuestra verdadera historia. Escuchemos… Es la música de Vilca.

 

 

Vayamos hacia el Altiplano, caminemos bajo un sol vital e imperturbable; detengámonos para apreciar el paisaje, tan pleno como despojado; sintámonos a un mismo tiempo ser todo y ser nada en la inmensidad de La Puna. Ahondemos en la siesta. Tal vez ruede alguna piedra o un hilo de agua corra furtivamente. Acaso cruja el pasto seco bajo las pisadas de un pastor o una vicuña, quizás alcancemos el chasquido opaco de un telar que anuncia la prenda terminada. Esperemos los silencios de la noche en la altiplanicie. Una luna perfecta nos convoca. Atrevámonos a aceptar su invitación. Descubramos que es en ese cielo y no en otros donde se refugian todas las estrellas que la ciudad espanta. Agudicemos el oído y escuchemos… Es la música de Vilca.

 

Recorramos parte por parte Humahuaca, caminemos los pueblos quebradeños, alleguémonos a los vecindarios más apartados. Oigamos nuestros pasos sobre las calles de piedra, sintamos la tierra. Sepamos andar compartiendo el saludo, el vino, el sol, el pan y las palabras. Experimentemos la espiritualidad de su gente. Descansemos en una vieja estación abandonada y esperemos “el último tren”. Ahí vuelven, en eco, la locomotora y el rítmico traqueteo. Soñemos que un sikus es el silbato que anuncia el retorno de todos los trenes.

Viajemos. El oído atento… Escuchemos… Es la música de Vilca.

 

Ricardo Vilca fue bendecido con un talento indescriptible y un alma profundamente conmovedora, absolutamente amable. Humahuaca no es la misma sin la ilusión de volver a encontrarlo, pero confiamos en que está brindando el mejor de los conciertos en un escenario supremo. Extrañamos su presencia. Pero lo recuperamos desde su obra o… esperamos atentamente los sonidos que el viento nos trae cuando Dios silba desde Los Andes.

¡Te buscaremos, maestro!

¡Nos reencontraremos en la armonía de música y de vida que nos enseñaste!                    

  (Texto leído en su homenaje, 1er aniversario de su fallecimiento, Radio Nacional)

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