RICARDO VILCA: EL PROFUNDO MENSAJE DE LA GREDA -
de Graciela Arancibia

Mientras la peña del Dúo Coplanacu en Cosquín mantiene el intenso trajín de las 5 de la tarde: prueba de sonido, de luces, talleres, ir y venir de gente intentando tener todo listo para la noche, yo sentí al grabar esta nota con Ricardo Vilca que el aire se había impregnado del paisaje puneño: silencio y cardones, el viento entre las pircas, el sol incendiando los desiertos salinos. Con el pelo lloviéndole la cara, achicando sus ojos como quien acostumbra buscar el horizonte sin encontrar sus límites, el músico comenzó a desandar el camino de sus melodías

-Doce años hace que estoy trabajando en nuestra música, ha sido muy gratificante porque ha pasado la frontera, hay mucha gente que adquiere nuestros discos como una representación cultural entre la quebrada y la puna, interpretada desde este lugar el turista se siente parte del pueblo y sus vivencias.

-¿Donde nació?

-En Humahuaca y mis padres eran de Obara, casi a 8 Km. de allí. Mis abuelos se hicieron cargo  de mi crianza, cuando quedé con apenas tres años huérfano de padre. Mi abuelo era enfermero, con mucha chispa para andar por la vida.  Cuando murió ni se acordaba cuantos años tenía, pero los cumpleaños seguía festejándolos igual.

_ ¿Cuando sintió el deseo de ser músico?

-Cuando tendría doce o trece años yo deseaba fervorosamente un acordeón, se lo pedía todos los días al abuelo, hasta que prometió regalarme uno. Claro yo ignoraba que su costo quedaba fuera de la suma de sus ahorros. Pero los abuelos tienen muchas maneras para convencer a sus nietos que cambie de instrumento. Resulta que habló con un comerciante que traía mercaderías de Bolivia, le comentó mi pedido, y cuando le dijo el precio se dio cuenta que era muy costoso, que no iba a poder cumplir su promesa–“Aunque  sale caro el acordeón, yo  quiero  comprarle algo al chango”-“Comprale una guitarra”-“Bueno, pero trata de convencerlo”-Estoy seguro que más o menos así debe de haber sido el dialogo porque yo di un giro de 180 grados. Cuando fui a ver al mencionado comerciante me dijo:”Mirá chango vos andas queriendo un acordeón, pero yo tengo otro instrumento más lindo”-Yo  ansioso le respondí-“El abuelo me prometió un acordeón o una concertina (que es como un bandoneón chiquito) y si no le alcanza voy a esperar que ahorre unos pesos más”-pero el vendedor supo poner las palabras justas para un aprendiz de música-“ No sabes lo lindo que es tener una guitarra, a esta la traje desde Las Yungas de  Bolivia y está curada ,el que la toque se va a hacer famoso-“ La curiosidad pudo más, me la llevé a casa,  dejé de desear el acordeón y empecé a tocarla y quererla mucho, no sé si el hombre dijo verdad o mentira pero para mí el hechizo ya estaba hecho.

¿La conserva todavía?

-Por suerte todavía la tengo, un poco gastada, ya no en uso, pero siempre me quedó la espina sobre su origen, pero yo tengo mucha fe en la tierra, creo firmemente en las cosas que me hacen permanecer, en la Pachamama.

-Todo destino está escrito...

-Si, en nuestra cuna. Yo hago música con el sentimiento de mi pueblo, con la fe puesta en cada una de mis composiciones, desinteresadamente, sin llegar a pensar que algún día iba a ver cumplida una de mis ilusiones, uno de esos sueños que tenía cuando a la siesta me quedaba mirando los cerros, el cielo, la majadita…

-¿Cuéntenos cual era?

-Siempre soñé poder estar dirigiendo una orquesta gigante de violines y chelos y todo eso se transformó en quena, charango, zampoña….los instrumentos del coya para que la gente pudiera interpretar a través de las canciones el paisaje y nuestras costumbres, y digo que se fue cumpliendo porque mi música fue presentada en el Teatro Colón, adonde si se la interpretó con violines y chelos acompañantes.

-¿Cuál sueño falta cumplirse?

-El que un día podamos estar en el festival de Cosquín, haciendo una apertura con instrumentos de viento, que aunque son de un punto bastante alejado del país, las zampoñas, las quenas  son parte de los instrumentos del folklore argentino. Nosotros tenemos un trabajo de marchas patrióticas.  Sería hermoso vestir el escenario no solo de los colores quebradeños sino también de azul y blanco….

-Supongo que sus composiciones nacen siempre de la misma fuente de inspiración, el viento, el salar, los misterios de la tierra. ¿Pero sus títulos?

-(Se ríe tímidamente) Bueno, eso es otra cosa. Por ejemplo “Guanuqueando” es una lección que yo he tenido que hacer para aprender guitarra, allá no hay profesores, entonces hay que crearse sus propias lecciones, de un momento a otro salió este tema y en ese momento yo estaba tocando con un grupo llamado Raza, era un encuentro de todos los músicos idóneos de la quebrada donde actuaba Carlos Guanuco, Raúl Torre, Bicho Díaz, y otros más, fue espontáneo me salió como una dedicación del corazón al amigo Guanuco, la letra surgió después.

-¿Cómo nacen sus canciones?

-Yo no busco las melodías…ellas brotan solitas. El otro día estuve esperando mucho rato un micro entonces levanté una piedrita, sopesándola me di cuenta que el viento hacia bailar una lanita en la pirca donde estaba apoyado.  Entonces la até a esa piedra y empecé a tensarla como una cuerda.  Mirando alrededor fui tratando de encontrar los sonidos de la ruta, el sol, los cardones, las piedras, si cada uno tenía color también debía de tener sonido, solo traté de  encontrar a través de esa cuerda la vibración que me regalaba la tierra. Después solo se trata de recordar la melodía. Tengo unas 70 u 80 obras.

-¿Cuál es la preferida de todas ellas?

- (Se queda un momento pensando) Le tengo mucho afecto a Misachico de Cangrejillos, una danza religiosa.  El pueblo que queda a unos kilómetros de La Quiaca. Allí fui docente durante 4 años. Un lugar difícil al llegar porque la calidez de la gente recién se siente después de unos meses, cuando se dan cuenta que el maestro se porta bien, que está enseñando, es decir que no está de paso.   Solo entonces se da abiertamente. He aprendido mucho en ese lugar donde se siente el paisaje como parte de uno... Pero la que mas me gusta es “Plegarias de sikus y campanas”....Gracias a esas campanas la gente de Humahuaca la asimila como música del lugar Yo afirmo que ellas han movilizado los músicos del pueblo,  afinadas en tono mi bemol mayor, están sonando todo el tiempo y sin querer la gente del pueblo incorpora su sonido, por ahí  pueden ser músicos  sin darse cuenta. Les tengo un gran aprecio a su tañido. Para la fiesta de la Virgen  siento que su sonido vuela a través del viento para que la gente se reúna en la iglesia a demostrar su fe, contar sus cosas,  mostrar sus costumbres, porque a veces durante todo el año no se ven. Son la unión de todo un pueblo.

Lo llaman desde el sonido, agradece amablemente la nota y se va despaciosamente. Entre sus manos lleva como un promesante su guitarra. Iluminado por el Inti Ricardo Vilca logra encerrar en su música  el silencio de los antigales, las piedras de la apacheta, el misterio de su raza., En el socavón de su guitarra aquietó al viento enceguecido de los salares.

                                                                           

Nota:

Docente jujeño. Músico autodidacta. Posee 3 trabajos discográficos.” La magia de mi raza”(l993), “El nuevo día”(2000) y Majada de sueños (2003).

Volver a reportajes